domingo, 14 de abril de 2019

Dogmatismo versus escepticismo y pensamiento crítico

Volvemos a incidir en una de las obsesiones de este blog, la tendencia del ser humano a pensar de forma absoluta, a generar todo tipo de dogmas en beneficio de todo tipo de autoritarismo; frente a ello, el esceptismo y el pensamiento crítico, así como la posterior indagación en busca de un mejor horizonte.

Pocas dudas presenta, coloquialmente, el término "dogmatismo". Su connotación peyorativa, sin embargo, tiene un origen más religioso que filosófico. El dogma en religión, como es sabido, tiene que ver con verdades reveladas por una divinidad y propuestas por la Iglesia de turno. La religión, particularmente la cristiana, al estar insertada en la historia de la civilización occidental, copió todo lo que pudo de los sistema filosóficos anteriores llevando a su terreno la cuestión dogmática. Para ser justos, el sentido en que se usa en filosofía el término "dogmatismo" es diferente de su uso religioso. En el origen de la filosofía, el vocablo "dogma" venía a significar "opinión". Y una opinión en filosofía tenía que ser algo referido a los principios, por lo que el significado de "dogmático" era "relativo a una doctrina" o "fundado en principios". Sin embargo, los filósofos que insistían demasiado en los principios terminaban por no prestar demasiado atención a los hechos y a los argumentos (sobre todo, si éstos ponían en duda tales principios); dichos filósofos no se dedicaban a la observación o al examen, sino a la afirmación, por lo que se llamaron "filósofos dogmáticos" a diferencia de los llamados "filósofos examinadores" o "escépticos". No obstante, el sentido que se ha dado en la historia a los términos "dogma", "dogmático" y "dogmatismo" es, tal vez, más complejo.


Kant negó la posibilidad de una "metafísica dogmática" y propuso en su lugar una "crítica de la razón"; en este filósofo puede encontrarse quizá el origen del sentido peyorativo de todo lo que atañe a "dogmático". Puede decirse, según Kant, que el dogmatismo se opone al criticismo más bien que al escepticismo. El criticismo puede entender en sentido amplio como una tendencia que matiza todos los aspectos de la vida, una actitud según la cual no es posible ni deseable conocer el mundo o actuar en él sin una previa crítica o un previo examen. El criticismo aspiró a iluminar totalmente las raíces de la existencia humana y a basar el existir en esa misma iluminación. El mismo Kant dijo que "la indiferencia, la duda y, por último, una severa crítica son más bien muestras de un pensamiento profundo". No obstante, el propio Kant afirmaría que "la crítica no se opone al procedimiento dogmático de la razón en su conocimiento puro como ciencia (ya que tiene que ser siempre dogmática, es decir, tiene que ser rigurosamente demostrativa, por medio de principios fijos a priori), sino al dogmatismo, esto es, a la pretensión de avanzar con un conocimiento puro formado de conceptos". Así, "dogmatismo" puede entenderse como el procedimiento dogmático de la razón pura sin una previa crítica de su propio poder. En el terreno gnoseológico (de la teoría del conocimiento), el dogmatismo se entiende principalmente en tres sentidos: como la posición propia del realismo ingenuo, que admite la posibilidad de conocer las cosas en su ser verdadero y también la efectividad de dicho conocimiento en el trato diario y directo con las cosas; como la confianza absoluta en un órgano de conocimiento, principalmente la razón; por último, como la completa sumisión sin examen personal a unos principios o a la autoridad que los impone o revela.

En filosofía, se entiende el dogmatismo como una actitud adoptada en el problema de la posibilidad de conocimiento, por lo que comprendería las dos primeras acepciones. El dogmatismo absoluto del realismo ingenuo no debería existir en filosofía, al comenzar siempre por la pregunta acerca del ser verdadero y, por lo tanto, busca este ser mediante un examen crítico de la apariencia. Así se produjo en los antiguos pensadores griegos y también en el dogmatismo racionalista del siglo XVIII, que llevó a una gran confianza en la razón, pero después de haberla sometido a examen. Algo antipática se hace de entrada la visión de Comte, el cual considera, más allá de la posibilidad de conocimiento, el estado dogmático como una forma última de la vida humana, al igual que el estado escéptico. Afirma Comte que "el dogmatismo es el estado normal de la inteligencia humana" y "el escepticismo no es sino un estado de crisis, resultado inevitable del interregno intelectual que sobreviene necesariamente todas las veces que el ser humano está llamado a cambiar de doctrinas", lo necesario "para permitir la transición de un dogmatismo a otro". Según esta visión, el hombre necesita vivir confiado o, según dirá Ortega posteriormente, "en una creencia radical"; solo una fracción de la naturaleza estaría dedicada a la contemplación. No parece que en el siglo XXI haya más respuestas sobre la naturaleza humana que en los siglos previos, más bien al contrario. Y uno de los grandes males de la humanidad sigue siendo, en nuestra opinión, el llamado dogmatismo en sus diferentes vertientes; algo que empuja a los seres humanos a todo tipo de autoritarismo. El criticismo y el escepticismo, sin traicionar sus respectivos orígenes y sin derivar en otra suerte de dogmatismo, siguen siendo muy necesarios y muy dignos de ser continuamente renovados.


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