miércoles, 19 de agosto de 2015

El ateísmo de Emma Goldman

En un breve ensayo, recopilado por Christopher Hitchens en el libro Dios no existe (The Portable Atheist), Emma Goldman nos habla de su filosofía del ateísmo. Echemos un vistazo a las magníficas píldoras contra la religión, la creencia teísta y contra todo absolutismo que contiene el texto.

Con buen criterio, Goldman considera que la idea de Dios, o como se quiera denominar, se ha vuelto más impersonal y nebulosa con el paso del tiempo y gracias al progreso y a los avances en el conocimiento. Sin cortarse un pelo en su retórica, la anarquista afirma que la idea de un Dios gobernador de los designios humanos ha ido dejando paso a "una especie de estimulo espiritualista para satisfacer los caprichos y manías de todo el abanico de flaquezas humanas". Sabemos que cualquier idea que se tenga de la divinidad es una creación humana, originada en el miedo y en la curiosidad, por lo que de manera lógica esa idea se va adaptando a todas las fases del quehacer humano.


Goldman cita a Bakunin en Dios y el Estado (la traducción difiere algo respecto a las habituales de la obra, pero respeto la aparecida en el libro de Hitchens):
"Todas las religiones, con sus semidioses, profetas, mesías y santos, fueron creadas por la fantasía llena de prejuicios de hombres que aún no habían desarrollado de todo sus facultades, ni estaban en plena posesión de ellas. En consecuencia, el cielo religioso no es más que el espejismo en el que el hombre, exaltado por la ignorancia y la fe, descubrió su propia imagen, pero acrecida e invertida; esto es, divinizada. La historia de las religiones, la del nacimiento, apogeo y decadencia de los dioses que se han sucedido en la fe humana, no es otra cosa, por lo tanto, que el desarrollo de la inteligencia y la conciencia colectivas de la humanidad. A lo largo de su trayectoria históricamente progresiva, en cuanto descubrían en sí mismos, o en la naturaleza que les rodeaba, alguna cualidad, o incluso un gran defecto, fueran de la índole que fuesen, los atribuían a sus dioses, no sin antes exagerarlos y ampliarlos desmesuradamente, a la manera de los niños, siguiendo el dictado de su fantasía religiosa. […] Sea dicho, pues, con todo respeto a los metafísicos e idealistas, filósofos, políticos o poetas religiosos: la idea de Dios comporta la abdicación de la razón y la justicia humanas; es la más rotunda negación de la libertad humana, y desemboca necesariamente en la esclavización de la humanidad, tanto en la teoría como en la práctica".
Por lo tanto, la idea de Dios ha sido revitalizada, adaptada y ampliada en función de las necesidades de la época, y el ser humano debe salir a la luz para lograr la liberación. El teísmo, como teoría de la especulación, debe convertirse en algo superfluo y dejar paso al ateísmo, como ciencia de la demostración. La relación del ser humano con sus semejantes dependerá de esa emancipación de la religión y del concepto de divinidad, de un abandono del Más Allá para lograr unas raíces fuertes en el mundo terrenal.

La tolerancia y la asunción de ciertas filosofías, que pueda mostrar una confesión religiosa, no nace de la comprensión, sino de la debilidad ante el temor de perder a unos fieles que empiezan a hacerse preguntas y pueden empezar a abrazar el ateísmo. Goldman señala, al respecto, la hipocresía de las instituciones eclesiásticas, bien aliadas con el poder político, en sus métodos y rituales para mantener la creencia en las personas (o, al menos, para que finjan que creen). Obediencia, sumisión y conformidad, mantenidas con cielos e infiernos, recompensas y castigos, están detrás del teísmo, y hace tiempo que su imperio se hubiera derrumbado si no es por el poder y el dinero que lo sustentan.

La idea del amor y justicia, llevados al terreno ideal del Más Allá, no ha conllevado más que el empobrecimiento de dichos conceptos en el mundo terrenal. Solo el hombre puede liberarse de dichos engaños y posibilitar la expansión y el crecimiento de su mente gracias al ateísmo. Si la filosofía del teísmo es estática e inamovible, la filosofía atea produce una incesante marcha hacia el conocimiento y la vida.

Se cita un primordial texto de Joseph McCabe, en La existencia de Dios:
"Una ley de la naturaleza no es una fórmula elaborada por un legislador, sino un mero resumen de los hechos observados -un 'conjunto de hechos'. Las cosas no actúan de una manera particular porque hay una ley, sino que establecemos esa 'ley', porque ellas actúan de esa manera".
Goldman considera que la filosofía del ateísmo es un concepto de vida sin ningún Más Allá metafísico ni Regulador Divino. Muy al contrario, es un concepto de un mundo real, existente, con sus posibilidades de liberación, crecimiento y perfección. El mundo real, debido al teísmo, se ha mantenido como una escala temporal en la que se ha puesto a prueba la capacidad humana para subordinarse y sacrificarse a la voluntad de Dios. El ateísmo solo puede combatir la influencia perniciosa del absolutismo teísta, sus efectos paralizantes en el pensamiento y en la acción del ser humano.

Solo un hipócrita puede asegurar que el teísmo garantiza la moralidad, justicia, honradez y fidelidad, cuando los más firmes exponentes de esos valores en la historia han sido impíos y ateos. Los más nobles valores no han sido forjados en los cielos, sino que están vinculados al desarrollo de la vida social y de las condiciones materiales de la humanidad. No son algo fijo y eterno, sino que están sujetos a las fluctuaciones de la vida misma. Como finaliza la Goldman: "El ateísmo, con su negación de los dioses, es a la vez la afirmación más vigorosa del ser humano y, a través de este último, el sí eterno a la vida, el sentido y a la belleza".

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