Como afirma Rudolf Rocker, en su gran obra Nacionalismo y cultura,
creo que puede decirse que la "voluntad de poder" es un factor poderoso
a la hora de analizar las influencias políticas en la Historia de las
sociedades humanas. Frente a la rigidez de Marx, que aseguró que era el
factor económico el determinante en los acontecimientos políticos y
sociales, se puede decir que es una visión demasiado rígida y
unilateral, aun teniendo en cuenta su importancia. Hay quien equiparó el
"materialismo económico" con los grandes descubrimientos científicos y
consideró que esa interpretación de la Historia, según la cual todo
acontecimiento histórico es una consecuencia forzosa de un proceso
económico naturalmente necesario, llevaba al socialismo a convertirse en
una ciencia. Es una teoría, por supuesto errónea a mi modo de ver y
creo que también observando la historia de manera rigurosa, que pretende
equiparar las causas de los acontecimientos sociales a las causas de
los fenómenos físicos (donde imperan las estrictas leyes de
causa/efecto, sin cabida para ninguna casualidad ni arbitrariedad). Marx
y otras cabezas pensantes llegaron a considerar que, observada la
inmutabilidad del proceso cósmico y físico, los acontecimientos sociales
están sometidos a las mismas necesidades férreas del proceso natural y
que, por tanto, se pueden calcular e interpretar igualmente por métodos
científicos.No hace falta insistir demasiado, en aras de la
máxima potencialidad de la condición humana, en que en la naturaleza
habrá siempre una causalidad de necesidades físicas, pero en los
procesos sociales se tratará siempre de una causalidad de fines humanos
(manifestaciones de nuestra voluntad). Las prescripciones religiosas,
los deberes éticos, las costumbres de la índole que sean, los hábitos de
cualquier tipo, toda suerte de tradiciones y convencionalismos, las
leyes jurídicas, la praxis política, el concepto de propiedad, los
medios de producción... son resultado de nuestras finalidades
preconcebidas y no condición necesaria de nuestra existencia. El cálculo
científico queda al margen si hablamos de finalidades preconcebidas,
las cuales son cuestión de fe, de creencia, donde existe la probabilidad
del "puede ser", pero no es forzoso que ocurra. Todo acontecimiento
social procede de intenciones y de propósitos humanos, y aunque pueda
encontrarse en los límites de nuestra voluntad (debido a la costumbre, a
la convención, a lo establecido), no está sometido al concepto de la
naturalmente necesario. Esa visión de los acontecimientos sociales como
manifestaciones forzosas de una evolución naturalmente necesaria puede
llevar a los peores argumentos y hacer perder el entendimiento de los
hechos históricos.
La creencia o afirmación de que el destino de las instituciones sociales puede reconocerse por las supuestas leyes de una "física social" es equiparable tal vez a la astrología o a la quiromancia. Por lo tanto, el hombre no está sometido incondicionalmente más que a las leyes de su vida física; toda concepción del hombre relativa a mejorar sus condiciones sociales es un deseo que se desarrolla en el terreno de la probabilidad, y ahí tiene su límite la ciencia. La conformación de la vida social no está sometida a una obligatoriedad de un proceso, ya que es resultado solo de la voluntad y da la acción del hombre. Aceptar las condiciones sociales como el mandamiento de una voluntad divina o como resultado de leyes inmutables (ajenas también a la voluntad del ser humano) lleva a paralizar la voluntad y a admitir, incluso con gusto, las condiciones imperantes. En el caso contrario, puede convencerse de que la vida social posee tan solo un valor condicionado y puede ser modificada por la mano y el espíritu humanos. Así, intentará cambiar por otras las condiciones en que vive y abrir el camino, gracias a su acción, para una nueva conformación social. Así, todo estará por hacer en aras de las mejores condiciones sociales.
La creencia o afirmación de que el destino de las instituciones sociales puede reconocerse por las supuestas leyes de una "física social" es equiparable tal vez a la astrología o a la quiromancia. Por lo tanto, el hombre no está sometido incondicionalmente más que a las leyes de su vida física; toda concepción del hombre relativa a mejorar sus condiciones sociales es un deseo que se desarrolla en el terreno de la probabilidad, y ahí tiene su límite la ciencia. La conformación de la vida social no está sometida a una obligatoriedad de un proceso, ya que es resultado solo de la voluntad y da la acción del hombre. Aceptar las condiciones sociales como el mandamiento de una voluntad divina o como resultado de leyes inmutables (ajenas también a la voluntad del ser humano) lleva a paralizar la voluntad y a admitir, incluso con gusto, las condiciones imperantes. En el caso contrario, puede convencerse de que la vida social posee tan solo un valor condicionado y puede ser modificada por la mano y el espíritu humanos. Así, intentará cambiar por otras las condiciones en que vive y abrir el camino, gracias a su acción, para una nueva conformación social. Así, todo estará por hacer en aras de las mejores condiciones sociales.
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