sábado, 7 de mayo de 2016

La filosofía gana la batalla

De la palabra "religión" existen dos interpretaciones etimológicas. Una viene de "religar", "vincular" o "atar", y en ella se considera como propio la subordinación y vinculación a la divinidad (estar "religado" a Dios). En la otra interpretación, ser religioso vendría a significar ser escrupuloso (en los deberes impuestos al ciudadano en el culto a los dioses del Estado-ciudad). Esta segunda acepción tendría más que ver con el concepto de "justicia" (con una interpretación muy amplia, tal y como la entendían los romanos). Interpretada exclusivamente como justicia, la religión puede acabar prestando atención únicamente a lo moral o viceversa, cuando la moral se sacrifica enteramente a la fe. La interpretación de religión como "religación" resulta rechazable se mire por donde se mire: una dependencia que puede desembocar en "temor" o en "fascinación" (que también puede llamarse "papanatismo") o una consideración intuitiva de valores llamados supremos (la "santidad", tan abstracta y tan detestable a mi modo de ver). Se ha hablado también de la interpretación religiosa como un reconocimiento racional de una relación fundamental entre la persona y la divinidad, pero se me escapa aquí el significado con la presencia de tanto oxímoron.

 En definitiva, se puede decir que la idea de vinculación llevaría al tipo de religión llamado "inmanente", en el que la realidad con la cual el hombre está vinculado (según una interpretación religiosa) se encuentra en el hombre mismo; no parece haber un objeto suficientemente distinto del que siente y piensa. Por el contrario, la religación lleva al tipo de religión llamado "trascendente", donde el objeto se hallaría a una distancia incalculable. Ambas interpretaciones parecen antitéticas desde un punto de vista filosófico. No obstante, hay otros elementos considerados como propios de la religión que llevan a una oposición abierta, especialmente desde un punto de vista libertario. La idea de la "revelación" o manifestación divina en un contexto histórico, ya sea a un hombre determinado o a todo un pueblo, que conduce a la "institucionalización". Se recurre constantemente, desde la laicidad, a considerar la religión como una cuestión privada (la libertad personal de cada cual), pero parece complicado no comprobar históricamente que ha tenido que ver con lo social y parece haber tenido siempre esa característica de "institucionalizada" o "institucionalizable".

La llamada "religión natural", constituida por una serie de verdades, principios o normas, se ha querido ver independiente de la "religión revelada", pero considero que forman parte de la misma visión religiosa. Existen más tipos y modos de religión, pero pueden considerarse "doctrina" y "revelación", dos características interrelacionadas expuestas a un análisis crítico que debe conducir a superar cualquier tentativa religiosa (que, pensamos, lleva al dogma y a la esclerotización).
No es posible negar la importancia de la religión en la historia del pensamiento. El contenido de la religión ha sido, en gran medida, el tema principal de la especulación filosófica. Se corre el peligro de eliminar una en nombre la otra, y la filosofía debe ganar la batalla, en esa tensión y lucha permanente, ante su deseo persistente de seguir haciéndose preguntas. Las grandes armas de la filosofía son la descripción y el examen crítico y puede ocuparse perfectamente de, por ejemplo, la relación (o falta de ella) entre religión y valores morales o de la racionalización de las creencias religiosas.

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