La entrada anterior, sobre la disonancia cognitiva, ha provocado un nuevo aluvión de cartas físicas, correos electrónicos, SMS, whatsapps e incluso algún comentario abordando por la calle a mi pobre persona. El tono oscila entre el conformismo, ante lo inevitable de que la disonancia cognitiva sea inherente a cualquier hijo de vecino, la negación y el exabrupto. Veamos. Mi intención, pobre seguramente, era comprender sobre todo dos cosas: por qué creemos en cosas absurdas (por no decir otra cosa) y, para más inri, por qué esas creencias son a veces inamovibles (hasta la desesperación, y a veces exasperación, del que está enfrente). Si aceptamos que la disonancia cognitiva es un proceso psicológico con bastante fundamento, veamos qué podemos hacer para combatir esa testarudez dogmática. En primer lugar, algo en lo que creo que he insistido una y otra vez, se trata de algo que nos pasa a todos. Incluso, a nivel cotidiano, resulta inevitable. Es imposible revisar una y otra vez las creencias, por lo que recurrimos a los dichosos sesgos cognitivos. Estos, vienen a ser una desviación en nuestro proceso de la información, lo que lleva finalmente a la distorsión e incluso, cuando uno ya se pasa de vicio, a la irracionalidad. Los hay de diversos tipos, cosas como jugar con las estadísticas, hacerlo solo con datos que confirman lo que ya creemos u otorgar excesiva autoridad a ciertas personas. Esto es otro tema apasionante en el que merece la pena profundizar.
Una vez comprendido que la disonancias y los sesgos cognitivos nos acompañan diariamente, pienso que todos los seres humanos nos colocamos al mismo nivel. Naturalmente, si uno no es un dogmático insufrible, y desgraciadamente a ese punto llegamos a veces. En cualquier caso, lo más importante, no es una cuestión de listos y tontos, ya que así funciona nuestro cerebro. Con el creyente aparentemente incurable, inclusive, podemos tener paciencia y tratar de que comprenda el proceso cognitivo. De nada sirve enojarse, aunque las más de las veces será él el que arme la de San Quintín cuando se pongan en cuestión sus creencias. Es decir, se llevará la discusión a un terreno emocional, que nada soluciona; todo lo contrario, al tomárselo como algo personal la persona aumentará con seguridad su nivel de disonancia cognitiva. Cuando uno suele tener una actitud escéptica y crítica, tiende a acumular experincias al respecto, y es posible que no siempre estemos a la altura racional de las circunstancias. Por otra parte, también puede percibirse que personas que se consideran "librepensadoras" (con bastante osadía), se arrogan la verdad y resultan patéticamente dogmáticas en ciertas cuestiones. En definitiva, que todos tenemos creencias y que llevar las discusiones a un terreno meramente personal, mucho menos emplear el insulto (tipo "hay que ser tonto para creer eso"); nada soluciona esa actitud si queremos dirimir a un nivel racional.
El creyente, víctima de la disonancia cognitiva, va a buscar evidencias, estadísticas y autoridad donde no las hay. Es más, sea o no honesto o no con su creencia (vamos a pensar que con cierto grado de honestidad), puede estar mucho mejor armado dialécticamente para manipular los datos y llevar la cosa a su terreno. Es por eso que, si estamos dispuesto de verdad a criticar una creencia pseudocientífica, hay que mostrar argumentos y evidencias sólidas (y directas). Sin insultos, ni apelaciones de ningún tipo a la persona (ad hominem, que dicen recurrentemente los eruditos), mostrando tal vez las consecuencias negativas de perseverar en la creencia. Sencillamente, mostrar que eso es lo que el conocimiento nos dice, hasta lo que somos capaces de verificar (es decir, la ciencia no es dogmática). El creyente, por supuesto, se alimentará de todo tipo de dudas en la exposición o tratará de desviar y alargar el debate hasta el despropósito. La refutación de una creencia pseudocientífica debería tener un corto recorrido, pero como estamos viendo el proceso es harto complicado. Ahí estaremos, firmes, tratando de que las personas cuestionen y reevalúen sus creencias. Todo ello en aras de una actitud más independiente y crítica. Al menos, "creemos" que con ello contribuimos a un mundo más racional.
Una vez comprendido que la disonancias y los sesgos cognitivos nos acompañan diariamente, pienso que todos los seres humanos nos colocamos al mismo nivel. Naturalmente, si uno no es un dogmático insufrible, y desgraciadamente a ese punto llegamos a veces. En cualquier caso, lo más importante, no es una cuestión de listos y tontos, ya que así funciona nuestro cerebro. Con el creyente aparentemente incurable, inclusive, podemos tener paciencia y tratar de que comprenda el proceso cognitivo. De nada sirve enojarse, aunque las más de las veces será él el que arme la de San Quintín cuando se pongan en cuestión sus creencias. Es decir, se llevará la discusión a un terreno emocional, que nada soluciona; todo lo contrario, al tomárselo como algo personal la persona aumentará con seguridad su nivel de disonancia cognitiva. Cuando uno suele tener una actitud escéptica y crítica, tiende a acumular experincias al respecto, y es posible que no siempre estemos a la altura racional de las circunstancias. Por otra parte, también puede percibirse que personas que se consideran "librepensadoras" (con bastante osadía), se arrogan la verdad y resultan patéticamente dogmáticas en ciertas cuestiones. En definitiva, que todos tenemos creencias y que llevar las discusiones a un terreno meramente personal, mucho menos emplear el insulto (tipo "hay que ser tonto para creer eso"); nada soluciona esa actitud si queremos dirimir a un nivel racional.
El creyente, víctima de la disonancia cognitiva, va a buscar evidencias, estadísticas y autoridad donde no las hay. Es más, sea o no honesto o no con su creencia (vamos a pensar que con cierto grado de honestidad), puede estar mucho mejor armado dialécticamente para manipular los datos y llevar la cosa a su terreno. Es por eso que, si estamos dispuesto de verdad a criticar una creencia pseudocientífica, hay que mostrar argumentos y evidencias sólidas (y directas). Sin insultos, ni apelaciones de ningún tipo a la persona (ad hominem, que dicen recurrentemente los eruditos), mostrando tal vez las consecuencias negativas de perseverar en la creencia. Sencillamente, mostrar que eso es lo que el conocimiento nos dice, hasta lo que somos capaces de verificar (es decir, la ciencia no es dogmática). El creyente, por supuesto, se alimentará de todo tipo de dudas en la exposición o tratará de desviar y alargar el debate hasta el despropósito. La refutación de una creencia pseudocientífica debería tener un corto recorrido, pero como estamos viendo el proceso es harto complicado. Ahí estaremos, firmes, tratando de que las personas cuestionen y reevalúen sus creencias. Todo ello en aras de una actitud más independiente y crítica. Al menos, "creemos" que con ello contribuimos a un mundo más racional.
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