Paul Henri d'Holbach, crítico con el teísmo, pero también con el deísmo imperante en su época, abrazó un ateísmo radical, fundado en el naturalismo y en el materialismo; un pensamiento sin causa sobrenatural alguna. Para este autor, no hay inteligencia alguna detrás de la naturaleza y tampoco un propósito o finalidad. Su filosofía no puede entenderse sin liberarse el ser humano del temor y la superstición, tan presentes a lo largo de la historia. Una de sus principales obras, y un manifiesto muestra de este ateísmo radical, es El cristianismo al descubierto, donde muestra la imposibilidad de la existencia de Dios y las innumerables incoherencias de la doctrina cristiana y de las sagradas escrituras. La pasión atea de este autor de la Ilustración resulta sorprendente, demoliendo las
visiones religiosas melifluas de Rousseau, Voltaire o Diderot. En su
obra, tal y como afirma Michel Onfray, "podemos diferenciar fácilmente
tres momentos teóricos con su temática propia: la deconstrucción del
cristianismo, la elaboración
de un materialismo sensualista y ateo, y la
propuesta de una política eudemonista y utilitarista. El conjunto
constituye el programa más vasto posible de una filosofía de las Luces
digna de tal nombre o, dicho en otros términos, del combate contra las
supersticiones religiosas, filosóficas, idealistas, espiritualistas y
metafísicas". En estos confusos tiempos posmodernos, donde la religión descubre tarde o temprano su cara fundamentalista, no se ha prestado a este autor la atención
debida, en comparación con otros supuestos gigantes intelectuales de su
tiempo, por lo que es el momento de revisar sus muy valientes y necesarios planteamientos liberadores. Veamos, como ejemplo, unos extractos de El cristianismo al descubierto (en otras ediciones, El cristianismo desvelado).
Los judíos dicen que era Jesús hijo de un
soldado llamado Pandira o Panther, el cual sedujo a María, que era una
costurera, casada con uno llamado Jochanan; o según otros, Pandira gozó
muchas veces de María, supuesto está que su marido no la disfrutaba; se
quedó embarazada, y el marido entristecido se marchó a Babilonia. Otros
suponen que Jesús aprendió la magia en Egipto, desde donde vino a
ejercer su arte en Galilea, y allí le quitaron la vida. Vease Pfeiffer, Theol. Judaica et mahometicae, etc. Principia, Lypsioe, 1687.- Otros aseguran que Jesús fue un salteador de caminos, y se hizo jefe de ladrones.
[…]
Las diferentes naciones a que respectivamente pertenecieron los judíos, les habían imbuido en una multitud de dogmas hijos del paganismo; por esta razón la religión judaica, egipcia en su origen, adoptó los ritos, las nociones, y una porción de ideas de los pueblos con quienes los judíos estuvieron en comunicación. No nos debe sorprender ver a los judíos, y a los cristianos, sus sucesores, imbuidos en las ideas de los fenicios, los magos o los persas, los griegos y los romanos. Los errores de los hombres en materia de religión tienen una semejanza general, y sólo se diferencian por sus combinaciones. El comercio de los judíos y cristianos con los griegos fue la causa de que conociesen la filosofía de Platón, tan análoga al espíritu romanesco de los orientales, y tan conforme al genio de una religión que tuvo por un deber no ceder jamás a la razón.
[…]
Cesen ya de ponderarnos los maravillosos
progresos del cristianismo, cuyo objeto fue sólo la religión del pobre:
por ello se anuncia un dios pobre, y se predicaba por pobres a pobres
ignorantes, que se consolaban en su estado; sus ideas naturalmente
lúgubres fueron análogas a la disposición de hombres desgraciados e
indigentes.
La unión y la concordia, que tanto se
admira en los primeros cristianos, deja de ser maravillosa; porque una
secta naciente y oprimida se conserva siempre unida… ¿Cómo en estos
primeros tiempos, perseguidos sus mismos sacerdotes y tratados como
perturbadores, pudieron atreverse a predicar la intolerancia y la
persecución? En fin los rigores de que se usó contra los primeros
cristianos, no les pudieron obligar a mudar sentimientos, porque la
tiranía irrita, y el espíritu del hombre es indomable, cuando se trata
de opiniones en que supone cifrada su salvación. Este es el efecto
infalible de la persecución. Sin embargo, los cristianos que se debieron
desengañar, a ejemplo de sus sectarios, hasta el día no se han podido
contener del furor de la intolerancia y de la persecución.
Convertidos al cristianismo los
emperadores romanos, es decir, arrastrados por un torrente generalizado
en aquella época, y que les obligó a servirse de los auxilios de una
secta poderosa, entronizaron la religión; protegieron la Iglesia y sus
ministros; quisieron que sus cortesanos adoptasen sus ideas; miraron con
malos ojos a los que siguieron la antigua religión; insensiblemente
llegaron hasta prohibir el ejercicio de ella, bajo pena de muerte. Se
persiguió sin excepción a los que siguieron el culto de sus padres; y
los cristianos pagaron con usura a los paganos los males que habían
recibido de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario