La gran pregunta, que encabeza este blog, es por qué la gente cree en tonterías (dicho sea de forma políticamente incorrecta, no como en la cabecera). Preguntar eso en un país en el que el Partido Popular acaba de ganar, de nuevo, las elecciones parece una broma. Un partido siniestro, autoritario y en gran parte corrupto, apoyado por gran parte de la población. ¿Qué le pasa a la gente? Aunque es actualmente el mejor ejemplo, no hay que focalizar esa actitud papanatas en los gobiernos de la derecha. Incluso, podemos decir que en el caso de la izquierda clásica (algo más romántica e idealista, pero no necesariamente racional) los males de la creencia son mayores: la gente "cree", a pesar de las evidencias, que ese partido, el suyo de toda la vida, nos va a llevar al estatus de felicidad. Pero, no seamos simplistas ni maniqueos. Veamos los nuevos partidos. A pesar de que, con mayor o menor obviedad, todos ellos prometen más o menos lo mismo (es posible que uno se pase de crítico, pero parecen nuevos partidos que pretenden ocupar el lugar de los viejos; puede que roben y extorsionen algo menos, eso sí), la gente decide "creer" que caras nuevas pueden renovar los malos hábitos. No está mal expresado, un lavado de cara para unas vías que no dejan de ser las mismas que nos han llevado al desastre (a nivel político y económico). Buscando un paralelismo, se me ocurre el ejemplo de la Iglesia Católica. Ahora mismo, tiene un máximo mandatario la mar de simpático e incluso algo "progresista", pero sigue siendo la misma organización dogmática, reaccionaria, sexista y supersticiosa. Por supuesto, se me dirá que este es mi análisis, que esto no es ni tiene por qué ser así. Lo comprendo, uno es demasiado crítico y radical, y a veces es posible que se le vaya la mano.
Si profundizamos en la cosas, lo que está en crisis es el mismo sistema: la democracia representativa, a nivel político (otorga más libertad que otros sistemas autoritarios, pero claramente solo a nivel forma), y el capitalismo, a nivel económico (las consecuencia son, a nivel planetario, desastrosas y no creo que valga el "humanizar" el sistema). Por supuesto, la solución pasar por una mayor democracia, que la gente pueda decidir verdaderamente sobre los asuntos que le afectan, y una mayor justicia en lo económico, amén de mejores educación y acceso al conocimiento, entre otros muchos problemas. No es asunto de este artículo profundizar en las soluciones, en cualquier caso, aunque supongo que gran parte de los que lean esto puedan estar más o menos de acuerdo en esos apuntes de mejora. Lo que queremos señalar es una determinada actitud ante la vida, que es posible que esté basada en la mera creencia (aunque, sabemos que se trata de una palabra polisémica y de una actitud que nos afecta a todos de una u otro manera). La creencia de la que hablamos ahora es la de un mundo que te colocan ante los ojos sin apenas capacidad para la crítica y la profundización (esa actitud radical que tanto temen los poderosos). Por lo tanto, lo que afecta a gran parte de la población es posible que no sea estupidez, maldad o ignorancia, estoy convencido de que es sobre todo superficialidad y conservadurismo (las bases para la "creencia"). ¿Alguien puede creerse que la mejora de las cosa la va a realizar, simplemente, una clase dirigente benévola? En realidad, seas un "radical" o no, no lo creo.
Por supuesto, en el caso que nos ocupa, votar o no votar no es un ejemplo por sí solo de racionalidad y actitud crítica. De hecho, lo que hagas ese día de elecciones puede ser solo una expresión de una determinada actitud general ante la vida. Es mi caso, aunque no de manera dogmática (es decir, no me cortaría el brazo antes de votar a un gobernante en nombre de unos principios absolutos; uno se niega a creer en absolutismo alguno). Dicho de otro modo, lo que importa es lo que hagas el resto de los días del año. Mi actitud escéptica, crítica, y libertaria (esto último ya tiene componentes también algo románticos e idealistas, pero no dejan de lado nunca la racionalidad) me suele conducir a no votar a ninguna clase dirigente. Es un decir NO a lo que no consideras correcto; desde mi punto de vista, algo importante. Los que me asustan no son los que dicen sí o no ese día, ya que existen muchos condicionantes (¿no existen para la "creencia"?). Los que me asustan son los que niegan la posibilidad de que uno utilice esa negativa de forma tajante y radical (y eso no es sinónimo de dogmatismo, trato de demostrar que se trata de todo lo contrario). A derecha e izquierda, conservadores o supuestamente progresistas, me encuentro con no pocas personas que ni siquiera conciben que digas NO, sin molestarse siquiera en lo que esta detrás de esa negativa. Hoy hemos dedicado este blog al ámbito político. Como solemos apelar a la racionalidad y al método científico (el que demuestra que funciona) para lo que atañe al conocimiento, diremos que no puede aplicarse sin más a otros ámbitos de la vida. Están los deseos humanos, sus aspiraciones, la convivencia, la primordial ética… Eso sí, algo de racionalidad, crítica y profundización viene bien en toda situación. Para, al menos, compensar cierta actitudes y tratar de progresar un poquito.
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