
El yo de Stirner nada tiene que ver con ningún Absoluto, se esfuerza el alemán en particularizarlo y darle forma real. La historia vendría a ser un esfuerzo para "idealizar" lo real y, a partir de Jesucristo, esa meta está lograda, por lo que empieza otra tarea, que es "realizar" lo ideal. Todo ello es para Stirner un intento de doblegar al principio único, vivo y concreto, en nombre de una serie de abstracciones (Dios, Estado, sociedad, humanidad...). Incluso, Stirner identifica el ateísmo con otra forma de devoción eterna, ya que substituyen a la deidad por el culto al Estado o al hombre. Naturalmente, y como creo que he insisto demasiadas veces, esta visión de Stirner es objeto de muchas críticas, también dentro del mundo libertario. A pesar de ello, su obra se reedita una y otra vez, reconociendo el valor de su pensamiento, no de forma absoluta, sino como continuo contrapeso a una filosofía social nada abstracta y todo lo justa posible. Tomado de forma tajante, el pensamiento estirneriano es posible que esté más cerca de un liberalismo extremo, cuya noción de la libertad niega los vínculos sociales, y de su visión del individuo aislado y motivado estrictamente por la utilidad, que del anarquismo. Por otra parte, las abstracciones y el sometimiento humano a ellas es algo objeto de plena crítica en las ideas libertarias, de ahí el interés de este autor. El egoísmo puede adoptar muchas formas, pero en continua tensión con los valores sociales y solidarios del ser humano; nociones como "fraternidad", al igual que el mismo concepto de "amor", solo cobra sentido "real" en un ámbito de acción humana y en una praxis desarrollada por individuos particulares. La pasión destructora de Stirner, a diferencia de Bakunin, no produce un nuevo horizonte en el que todo esté por construir.