Paradójicamente, en la actualidad se ha establecido cierta relación entre los movimientos sociales, y podemos incluir también a la izquierda política (aunque, ya sabemos que hay varias), y lo que podemos llamar discursos alternativos en cuestiones sanitarias y, más o menos, espirituales. Lo que podemos llamar simple y llanamente "pseudociencia", vamos. Esto es así, casi con total seguridad, debido a que en las actitudes progresistas (al menos, con esa pretensión) y socialmente transformadoras gustan mucho de la palabra "alternativo". Lo que ocurre, a nuestra manera de ver las cosas, es que el grado de confusión sobre cuestiones científicas es notable. Una cosa es el conocimiento científico, que en la teoría sí podemos considerarlo objetivo y neutral (aplicando diversos y razonables métodos, ninguna pretensión dogmática puede haber en ello), y otra muy distinta su aplicación. Al confundir una cosa con la otra, en el mundo en el que vivimos, donde los poderosos siguen dictando su ley, y tantas personas se ven desprovistas de las necesidades más elementales, gusta mucho, hasta extremos bastante delirantes, "lo alternativo".