Bruce H. Lipton, una de cuyas obras más conocidas es La biología de la creencia, es un controvertido
opositor a la tesis darwinista y el reduccionismo genético, y considera
que es el medio el auténtico motor de la vida. Algunas de las teorías de
este hombre son muy atractivas, e incluso pueden encomiables si de verdad queremos dar un sentido amplio a la libertad: no existe determinismo biológico alguno, sino un
condicionamiento por parte del entorno y de nuestras "creencias" (vamos a
llamarlo "determinismo cultural"), por lo que los seres humanos
poseemos la capacidad de moldear nuestro futuro; el auténtico motor de
la evolución es la cooperación y no la competencia entre los organismos
más fuertes. En este último aspecto, hay que recordar la obra de PiotrKropotkin,
aunque hay que decir que su teoría del "apoyo mutuo", como uno de los principales motores evolutivos en la especie, no se opone
necesariamente a la de Darwin, sino que resulta complementaria. Sin
embargo, hay otros aspectos que pueden resultar dudosos, ya que Lipton no
habla solo de un ambiente físico, sino de los condicionantes de un
entorno "energético" (no hace falta recordar que la palabra "energía" es de una
polisemia a veces irritante); por otra parte, sostiene que la
personalidad y la salud quedan conformados en el vientre de la madre (es
la importancia vital de la actitud de los padres, la supuestamente
determinante) y en los primeros años de la niñez (hasta los seis años,
el sujeto sería altamente sugestionable y totalmente abierto al
aprendizaje, así como con una capacidad muy grande para almacenar
información).
viernes, 23 de septiembre de 2016
sábado, 17 de septiembre de 2016
Sueños lúcidos
Por mucho que se despotrique contra la mística de la religión y contra la pseudociencia de las terapias alternativas, no sé como diablos ocurre, que uno acaba dando de bruces con todo ello. Esa vez, no me pregunten ustedes por qué, me encontraba súbitamente rodeado de individuos cuyas palabras y actitud me producían, como no podía ser de otro modo, cierto déjà vu. La terminología, con algunas variantes, era la habitual en estos casos, algo relacionado con las "vibraciones" y constantes alusiones a la "energía", atribuyéndola de manera pertinaz cualidades morales y contradiciendo, así alegremente, las más elementales enseñanzas científicas. Lo que aportaba algo de originalidad, y tampoco demasiado no nos vayamos a engañar, a los postulados de aquellos seres extrañamente vaporosos es que no paraban de repetir a modo de mantra el epíteto "cuántico". También, una mención embelasada al poder del subconsciente y a lo maravilloso del universo onírico.
viernes, 9 de septiembre de 2016
El humanismo y su plena interpretación libertaria
Recuperamos
algunas reflexiones sobre un concepto de interpretación múltiple, y
tantas veces denostado por ello, el humanismo; desde una óptica
libertaria, solo podemos entenderlo como la búsqueda de la emancipación
en todos los ámbitos de actividad humana.
Muchas veces, hay que insistir en las múltiples interpretaciones de según qué términos o, mejor dicho, en la interpretación o apropiación continua que se lleva a cabo de los mismos por parte de ideas y movimientos políticos y religiosos. El caso más evidente es el de la palabra “democracia”, a la que hay que añadir cierto epíteto para aclarar el asunto; la mayor parte de las veces, ese calificativo ocultará la dominación oligárquica ("liberal", "popular") o, sencillamente, se queda en el terreno de lo ideal o de lo deseado ("directa", "participativa"). Ocurre con términos propios de la modernidad, ahora desprestigiados, como el “racionalismo”, al que hemos aludido en otras ocasiones, y pasa también con el llamado “humanismo” debido a su carácter positivo a priori (o así lo creemos nosotros, en espera de críticas más profundas y fundamentadas). Como primera declaración de intenciones, diremos que consideramos al humanismo como parte también, al igual que el racionalismo, del código genético del anarquismo (y no únicamente como una tendencia dentro del mismo); naturalmente, como ocurre con todas las características libertarias, con una amplitud de miras que tratará de ir más allá de cualquier otra tendencia en su afán por buscar la emancipación.
Muchas veces, hay que insistir en las múltiples interpretaciones de según qué términos o, mejor dicho, en la interpretación o apropiación continua que se lleva a cabo de los mismos por parte de ideas y movimientos políticos y religiosos. El caso más evidente es el de la palabra “democracia”, a la que hay que añadir cierto epíteto para aclarar el asunto; la mayor parte de las veces, ese calificativo ocultará la dominación oligárquica ("liberal", "popular") o, sencillamente, se queda en el terreno de lo ideal o de lo deseado ("directa", "participativa"). Ocurre con términos propios de la modernidad, ahora desprestigiados, como el “racionalismo”, al que hemos aludido en otras ocasiones, y pasa también con el llamado “humanismo” debido a su carácter positivo a priori (o así lo creemos nosotros, en espera de críticas más profundas y fundamentadas). Como primera declaración de intenciones, diremos que consideramos al humanismo como parte también, al igual que el racionalismo, del código genético del anarquismo (y no únicamente como una tendencia dentro del mismo); naturalmente, como ocurre con todas las características libertarias, con una amplitud de miras que tratará de ir más allá de cualquier otra tendencia en su afán por buscar la emancipación.
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