Según el Diccionario de Filosofía, de Ferrater Mora, el término conciencia tiene al menos dos sentidos: en primer lugar, la percepción o el reconocimiento de algo (una cualidad, una situación...), o de algo interior, como las modificaciones del propio yo; en segundo lugar, es el conocimiento del bien y del mal. El segundo sentido se suele expresar mejor como "conciencia moral", del que nos ocuparemos en otro momento, y resulta significativo que en algunos idiomas se empleen términos distintos para expresar los dos sentidos mencionados. El primer sentido, a su vez, puede desdoblarse en otros tres: el sicológico, en el que la conciencia es la percepción del yo por sí mismo (puede hablarse de modificaciones del yo sicológico, por lo que el termino conciencia se suele confundir habitualmente con el de autoconciencia); el epistemológico o gnoseológico, en el que la conciencia es primariamente el sujeto del conocimiento (se habla entonces de la relación conciencia-objeto similar al conocimiento), y el sentido metafísico, en el que la conciencia se suele denominar el Yo (supuestamente, previa a toda esfera sicológica o gnoseológica).
domingo, 29 de mayo de 2022
domingo, 15 de mayo de 2022
El mito del libre albedrío
En este blog, ya hemos abordado el concepto del libre albedrío, basado en una supuesta voluntad libre del individuo, que ya señalamos como una fantasía y un concepto reduccionista proveniente de la tradición religiosa; la libertad humana es algo complejo y apasionante, pero la vida social está sujeta a tantos condicionantes, máxime en una sociedad jerarquizada y muy mediática, con tantos intereses, que quien no ponga en cuestión sus actos y creencias resulta alguien más bien pobre y determinado.
Esta situación se produce más en concreto en la posmoderna sociedad de consumo, donde la tecnología, internet y redes sociales juegan un cuestionable papel, deberíamos esforzarnos en un mayor tiempo para la reflexión y el contraste de las ideas. Muy probablemente, la ideología que aparentemente se ha impuesto en el desarrollo de la humanidad, con todos los altibajos que se quiera, el liberalismo, tomó una confianza exacerbada en el libre albedrío. Por lo común, las personas creen actuar libremente, sin apenas espacio para el análisis, la crítica y la autocrítica; desgraciadamente, forma parte de nuestro acervo cultural. Sin embargo, de forma obvia a poco que reflexionemos, el libre albedrío no es una realidad científica, más bien lo contrario, un concepto heredado de la visión religiosa (quizá, más en concreto, la monoteísta). Así, se considera tradicionalmente que el ser humano es libre para actuar, algo que justifica la recompensa o el castigo de Dios; yendo un poco más allá, se considera el libre albedrío resulta un reflejo de nuestra alma eterna, por lo que no hay cabida para las limitaciones biológicas y sociales. Un mito que debería tener poca relación con lo que nos dice el conocimiento, disciplinas como la antropología o la biología, incluso la filosofìa en general si se quiere ser extremadamente crítico con la ciencia.
Esta situación se produce más en concreto en la posmoderna sociedad de consumo, donde la tecnología, internet y redes sociales juegan un cuestionable papel, deberíamos esforzarnos en un mayor tiempo para la reflexión y el contraste de las ideas. Muy probablemente, la ideología que aparentemente se ha impuesto en el desarrollo de la humanidad, con todos los altibajos que se quiera, el liberalismo, tomó una confianza exacerbada en el libre albedrío. Por lo común, las personas creen actuar libremente, sin apenas espacio para el análisis, la crítica y la autocrítica; desgraciadamente, forma parte de nuestro acervo cultural. Sin embargo, de forma obvia a poco que reflexionemos, el libre albedrío no es una realidad científica, más bien lo contrario, un concepto heredado de la visión religiosa (quizá, más en concreto, la monoteísta). Así, se considera tradicionalmente que el ser humano es libre para actuar, algo que justifica la recompensa o el castigo de Dios; yendo un poco más allá, se considera el libre albedrío resulta un reflejo de nuestra alma eterna, por lo que no hay cabida para las limitaciones biológicas y sociales. Un mito que debería tener poca relación con lo que nos dice el conocimiento, disciplinas como la antropología o la biología, incluso la filosofìa en general si se quiere ser extremadamente crítico con la ciencia.
domingo, 1 de mayo de 2022
Pensamiento, conducta y conformismo social
Albert Camus dijo una significativa frase, que llega amplificada
hasta nuestros días: "“El problema más grave que se plantea a los
espíritus contemporáneos: el conformismo, y la pasión más funesta del
siglo XX, la servidumbre. Más que el equilibrado, el hombre normal es el
hombre domesticado". Hay que analizar diversos conceptos para
comprender por qué el ser humano, una mayoría al menos, se ha convertido
en un mero espectador en sociedades que se consideran avanzadas.
Recordaremos que la psicología social parte del hecho de que somos
animales sociales, necesitamos vivir en sociedad, lo cual nos ha llevado
a desarrollar ciertas técnicas, como son el compromiso y la
negociación, la organización de las conductas según ciertas reglas y la
regulación de la competitividad; esta disciplina, relativamente nueva,
se ocupa de investigar cómo las personas piensan unas de otras, se
influyen y se relacionan entre sí. Puede decirse que cada persona es una
suma de multitud de experiencias, tiempos, aficiones y doctrinas,
aunque también de la resta de tantas otras; convendría, una vez
conocidos ciertos mecanismos que nos conducen a pensar y creer en
ciertas cosas, plantearse la noción de libertad tal y como la conoce una
cultura basada en mitos como el "libre albedrío" religioso (el cual
alude a una voluntad humana supuestamente libre, no sujeta a causas). No
hablo de un determinismo radical, no hay que enloquecer al respecto ni
considerar al ser humano un mero autómata, sino todo lo contrario, ya
que se trata de concebir una libertad más amplia y positiva: para ello,
es necesario comprender el proceso de socialización por el cual
aprendemos, interiorizamos y asimilamos normas, ideas y comportamientos
de una determinada cultura societaria.
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