viernes, 12 de mayo de 2023

La tensión entre racionalidad y apasionamiento

A lo largo de la historia, creo que puede decirse así, ha habido una tensión permanente entre una actitud racional y otra, digamos, apasionada. La primera podría corresponder a la ciencia y la segunda, aunque obviamente no solo, a la religión; por supuesto, la cosa necesita de matices en ambos polos.

Por su propia esencia, la religión es fundamentalista, dogmática, aunque sean apelativos que solo aplicamos muy influidos por los medios a los que terminan haciendo barbaridades en nombre de sus creencias. Cuando decimos que alguien es fanático, no estamos diciendo otro cosa que es excesivamente apasionado, es decir, que puede terminar por no corregir su actitud con una buena dosis de racionalidad (ni, muy importante, con una ética que a veces hay que aplicar sin más cuando se trata de respetar al prójimo). No es una tensión, volviendo al principio del texto, que sea fácil de resolver; sencillamente, es la vida cotidiana la que tiene que dar las respuestas. La frialdad científica no puede aplicar a todos los ámbitos humanos, y el dogmatismo, a mi modo de ver las cosas es siempre rechazable (creo que, aunque cueste un poco verlo, todo conlleva cierta dosis de relativismo, aunque sea un término que no defendamos abiertamente y que, especialmente, nos cueste ver aplicado en cuestiones morales).