Todos acabamos conociendo personas a los que, parece, les ha ido bien
con según qué "terapias alternativas" y yo, que soy polemista por
naturaleza, repito una y otra vez mis argumentos sobre estas medicinas,
supuestamente sin base científica, y sobre las posibles causas de que
tengan algún éxito. Primero, y una vez más, quiero dejar claro que aquí
la expresión, la actitud y la conducta de cada uno son libres, allá cada cual en lo que decide confiar; lo digo porque este tipo de debates suscitan todo tipo
de reacciones, no siempre las adecuadas, y lo principal es que se pueda
discutir abiertamente sobre cualquier cosa. Mis tópicos sobre la falta
de legitimidad científica, sobre la sugestión, los efectos placebo y la
mezcla de disciplinas en las terapias (en las que la cuestión
"espiritual" y la fe del paciente, me da la impresión de que no carecen
de importancia en algunos casos) se enfrentan a las acusaciones, que
también son "lugares comunes", de dogmatismo y cerrazón, falta de
apertura a otras culturas y excesiva occidentalización.
martes, 30 de mayo de 2017
jueves, 25 de mayo de 2017
Relativismo versus valores universales
El debate sobre el relativismo, que llega hasta nuestros días con religiosos y dogmáticos de todo pelaje tratando de imponer su absolutismo (ya sabes, un Bien y un Mal con mayúsculas, que parecen complementarse e intercambiarse a la perfección), se remonta a la Antigüedad. Ya los griegos, en el siglo V a.n.e., y principalmente gracias a los sofistas, se enfrentaron al hecho de que los valores no son eternos, ya que pierden fuerza según el contexto cultural. Los sofistas, a diferencia del platonismo, no apelan a trascendencia alguna y sí a lo social y lo político; son las personas, las integrantes de la sociedad, las que dan lugar a las leyes. Este relativismo sobre la ley se enfrenta a toda tradición fundada sobre lo sagrado, ya que es la asamblea popular la que decide cómo van a ser las cosas en una libre e igualitaria toma de decisiones. Por supuesto, las clases privilegiadas sabrían conciliar este relativismo o arbitrariedad con la ley con unos valores universales y eternos que aseguraran la existencia de la jerarquía y las diferencias sociales. Es una actitud, conservadora y elitista, que llega hasta nuestros días: por un lado, se acepta la existencia de diferentes pueblos y culturas, pero en todos ellos hay que acatar los valores universales y eternos de la organización política del Estado y de la sociedad jerarquizada. Es la hipocresía que sostiene por un lado ese relativismo cultural y la negación de toda abstracción, ya que el ser humano es concreto y particular, para acto seguido subordinarle a conceptos como Estado o Nación si nos ceñimos al terreno político.
martes, 9 de mayo de 2017
Reflexiones sobre el nihilismo
El término "nihilismo"
se utiliza, no pocas veces, aludiendo a la absoluta falta de principio moral o político. En un
sentido más profundo, tal vez el primer filósofo que utilizó el término
fuera William Hamilton, el cual consideró que el nihilismo es la
negación de la realidad sustancial. Hamilton consideró que Hume era un
nihilista, al negar que exista una realidad sustancial -o que, en
realidad, existan sustancias- y solo cabe sostener que se conocen
fenómenos. Desde este punto de vista, el nihilismo sería idéntico al
fenomenismo -el cual tiene, a su vez, diversas vertientes-. Este
nihilismo de Hamilton sería llamado posteriormente "nihilismo
epistemológico". Se diferencia del nihilismo moral -negación de que haya
principios morales básicos-, pero está tal vez muy emparentado con el
nihilismo metafísico -pura y simple negación de "la realidad"-. El
propio Hamilton aludió con frecuencia al sofista Gorgias de la
Antigüedad, según el cual no hay nada -y si hubiera algo, sería
incognoscible; y si fuera cognoscible, seria inexpresable, inefable o
incomunicable-. También se ha mencionado al escéptico Pirrón a propósito
del nihilismo; aquí nos detenemos con atención, cuando se equipara muy a
menudo nihilismo y escepticismo radical y se considera que ambos
apuestan por una especie de universal "negacionismo". El escepticismo se
ha manifestado muchas veces como duda de que haya nada permanente en el
movimiento y en el cambio, mientras que el nihilismo se ha entendido
como la afirmación de que todo cambia continuamente y de que todo varía
en función del sujeto.
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