Como parece obvio a priori, el pensamiento mágico viene a estar fundado en un modo de razonar, o de pensar, carente de una sólida base lógica. En lugar de emplear una relación causa-efecto de un modo científico, tienen más peso en el pensamiento mágico ciertos factores de índole subjetivo, personal o psicológico. En otras palabras, se tiende a pensar que los propios pensamientos, palabras o actos influirán en la realidad de un modo causal, desafiando con ello las propias leyes naturales de tipo científico.
El ejemplo más evidente de pensamiento mágico es la superstición, aunque, ojo, la religión y cualquier tipo de pseudociencia, de forma más sutil si se quiere, también hay que considerarlos influidos notablemente por aquel. El pensamiento religioso ha querido verse como una especie de evolución del pensamiento mágico, pero los estudios más modernos tienden a pensar que no es tan fácil separar uno de otro. El sometimiento de la mente a una abstracción mediante la oración, como puede ser a alguna forma de deidad, no está tan distante del conjuro que puede realizar el practicante de algún tipo de hechicería. A pesar de las vueltas que quieren darle los autores religiosos, en un lenguaje habitualmente abstruso, que no hay que confundir nunca con inteligente, hay que recordar este sustrato del pensamiento mágico en la religión (si se quiere mencionar una fuente moderna importante al respecto, mencionaremos a Frazer y su monumental obra La rama dorada).