Entre los factores de enajenación más obvios, dentro de los medios de
comunicación de masas, está la televisión. La cosa es tan elemental que
uno se pregunta cómo podemos dejar que un medio, que además alcanza
cotas tan bajas de nivel cultural, puede ser tan importante en nuestras
vidas. Recordaremos, brevemente y de modo elemental, lo que entendemos
por enajenación o alienación: se trata de una pérdida de la personalidad
debido a la dependencia del ser humano de fuerzas externas, de tal
manera que se muestra incapaz de realizar lo que se espera mínimamente
de su capacidad. Para comprender más ampliamente el término,
recordaremos que la etiqueta de "normal" o "sano" para un individuo
posee al menos dos enfoques: adaptación a unas necesidades sociales o la
posibilidad de alcanzar un proyecto vital satisfactorio. En el caso de
una estructura social adecuada, que podemos denominar racional, los dos
enfoques pueden coincidir y la etiqueta de "individuo sano" puede estar
más cercana a la realidad. En el caso de nuestra sociedad, con tantos
problemas sociales y sicológicos que sería más ajustado calificarla de
"irracional", la persona adaptada a su papel social (trabajar en algo
funcional, fundar una familia...) es la que se suele calificar de "sano"
o "normal"; otros proyectos vitales esforzados en otras vías, y en este
caso a la fuerza puede suponer tratar de escapar a las fuerzas de
enajenación y poseer rasgos propios, se suelen calificar como "rarezas" o
señalar lo imposible o inapropiado de sus aportaciones (en este
sentido, recordaremos el desprestigio de las ideologías, que es lo mismo
que decir de las ideas, de la ética y de la racionalidad).
domingo, 26 de marzo de 2017
jueves, 2 de marzo de 2017
La denuncia en Bakunin de la moral religiosa
Como
ya es sabido, para Bakunin la religión es un primer despertar del
hombre en forma de sinrazón; un primer destello de la verdad humana, de
la moralidad, de la justicia y del derecho, a través del velo divino de
la falsedad. Solo gracias a la liberación del yugo de la divinidad,
puede conquistarse la razón, la libertad y la auténtica justicia.
Bakunin identifica la religión con el absurdo, algo que hace que el
hombre se pierda manteniendo la mirada en lo divino, en lugar de en lo
humano. La moralidad, las ideas de justicia y del bien, tienen su origen
en la condición humana primaria, ya que el hombre atribuyó a Dios lo
que en realidad está fundado en su estadio animal. Si las diversas
escuelas idealistas, identifican la moralidad con el individuo aislado,
para Bakunin solo puede encontrarse en individuos asociados. El
individuo aislado, al igual que Dios, supone una ficción, atribuible a
la fantasía de los creyentes o a una razón infantil, que finalmente se
desarrolló y se dogmatizó gracias a teólogos y metafísicos. El autor de Dios y el Estado,
concluye que la falsedad de un alma inmortal está estrecha e
irracionalmente vinculada a la ficción de la moralidad individual, a la
aceptación absoluta de una moralidad divina y a la negación de la
moralidad humana. Dios habría escrito en cada corazón humano una ley
divina, lo que a la postre supone negar la posterior existencia social
del hombre. Bakunin identifica esta visión religiosa, incluso la más
sutil que han podido elaborar ciertos metafísicos, por considerar la
sociedad meramente como un medio de desarrollo de la moralidad divina y
no como una meta. Así, la verdadera meta es la salvación individual
ignorando a los demás individuos al hundirse cada hombre en la
contemplación del absurdo místico (en la subordinación a Dios).
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