domingo, 22 de julio de 2018

Psicologías de pacotilla

Normalmente, se considera que la psicología nace como ciencia en el siglo XIX, cuando numerosos autores intentan despojar al estudio de la mente de la especulación y la metafísica, y situarlo de esa manera junto a otras ciencias objetivas. Tal vez simplificando en exceso, puede hablarse de dos grandes ramas en la psicología moderna: la instintivista, que tiene claramente su punto de partida en Darwin y su fundamento en los instintos como motivación humana, según la cual cada conducta tiene un motivo, y cada motivo es innato en el hombre; y la conductista, que sostiene lo contrario, no existe nada innato en el hombre, todo es consecuencia de las circunstancias sociales y de la manipulación (de la familia o de otros hombres).

Puede decirse que ambas corrientes son deterministas, la instintivista y la conductista, ya que el hombre estaría condicionado, bien por condiciones biológicas, bien por circunstancias sociales, aunque el conductismo triunfara en mayor medida a lo largo del siglo XX pudiendo afirmarse que se reemplazó el estudio de la mente por el de la conducta. En la segunda mitad del siglo pasado, entra en juego la psicología cognitiva, que reúne a especialistas de diversas disciplinas científicas y en la que entra en juego de nuevo el estudio de los procesos mentales, aunque aceptando la herencia del conductismo y teniendo en cuenta siempre los presupuestos científicos (lo empírico y lo objetivo). Algunos son optimistas con la evolución de la psicología cognitiva, que daría frutos magníficos sobre el estudio de la mente humana, aunque hay que tener en cuenta siempre otros factores concurrentes en la cuestión individual (íntimamente relacionada con lo social). En cualquier caso, sí parece importante discriminar lo que está legitimado científicamente de aquello que podemos llamar pseudosicología en la era posmoderna (o en esa cosita tan irritante que llaman New Age). Veamos unos cuantos ejemplos.

sábado, 14 de julio de 2018

La filosofía, con horizonte ilimitado

Todo es movimiento en la vida, flujo y reflujo, y deberíamos rechazar las tramposas falacias de los los "lugares de placidez"; Albert Camus dijo: "pese a todo, hay que imaginar a un Sísifo feliz, su recompensa no está en culminar la meta, sino en el propio esfuerzo desplegado para caminar hacia una meta que sabe inalcanzable".

Deberíamos tener presente, de manera constante y no necesariamente con un "programa" apriorístico, ese "proyecto revolucionario" (por llamarlo de algún modo) que implica una mejora constante en nuestras vidas y que se muestra en permanente tensión ante lo instituido del mundo sociopolítico y ante las certezas de todo pensamiento. Es el anarquismo, en su perfecta síntesis entre sus orígenes modernos y su futuro posmoderno, el movimiento que mejor asume la falta de asideros de esta época. Porque esa, en principio, falta de seguridad y estado de confusión permanente que supone la posmodernidad parece anular los postulados de la modernidad. Sin embargo, todos somos herederos de aquella época y de sus pretensiones. Seguimos observando tremendos desastres en el mundo, debidos especialmente a la dominación política, y la falta de un terreno firme donde desenvolvernos puede ser motivo para la esperanza.