En la ciudad de Pamplona, en su Catedral, puede verse una exposición llamada Occidens. Se trata de una alabanza, no demasiado encubierta, del Occidente cristiano. Propaganda burda de la Iglesia Católica, vamos.
Occidente, según la exposición, hunde sus raíces en la Antigüedad fruto de un mestizaje (Atenas, Roma, Jerusalén y el Espíritu Germánico), se construye a través de la reforma Gregoriana, en el Medioevo, y alcanza su plenitud en la Modernidad (sic). Muy apresurado es considerar que los valores occidentales son universales, algo que hay que poner a prueba, y bastante cuestionable considerar como tales la democracia (así, sin matices), la racionalidad crítica (ay, que la propaganda religiosa asegure tal cosa), el estado de derecho, los derechos humanos e, incluso, la libertad de conciencia y la solidaridad. Todo ello, insisto, resulta digno de poner en cuestión. Sin embargo, lo peor son las ausencias, la falta de matices y la conclusión final. Muy a menudo, tendemos a explicar la historia de una manera tremendamente sesgada, producto de una determinada cultura, y visión parcial, que desgraciadamente se extiende al sistema educativo, en la que nos vemos insertos. Si ello se produce por parte de una institución dogmática (no empleo ninguna connotación en esta denominación, simplemente es una descripción objetiva de lo que es la religión), hay que andar prevenidos.
Occidente, según la exposición, hunde sus raíces en la Antigüedad fruto de un mestizaje (Atenas, Roma, Jerusalén y el Espíritu Germánico), se construye a través de la reforma Gregoriana, en el Medioevo, y alcanza su plenitud en la Modernidad (sic). Muy apresurado es considerar que los valores occidentales son universales, algo que hay que poner a prueba, y bastante cuestionable considerar como tales la democracia (así, sin matices), la racionalidad crítica (ay, que la propaganda religiosa asegure tal cosa), el estado de derecho, los derechos humanos e, incluso, la libertad de conciencia y la solidaridad. Todo ello, insisto, resulta digno de poner en cuestión. Sin embargo, lo peor son las ausencias, la falta de matices y la conclusión final. Muy a menudo, tendemos a explicar la historia de una manera tremendamente sesgada, producto de una determinada cultura, y visión parcial, que desgraciadamente se extiende al sistema educativo, en la que nos vemos insertos. Si ello se produce por parte de una institución dogmática (no empleo ninguna connotación en esta denominación, simplemente es una descripción objetiva de lo que es la religión), hay que andar prevenidos.