martes, 28 de noviembre de 2023

La duda viva y dinámica del pragmatismo

Charles Sanders Pierce, uno de los fundadores de la corriente filosófica que se conoce como pragmatismo, consideró que "la duda viva constituye la vida de la investigación". A diferencia de la creencia, que siempre tendrá la tentación de imponer una verdad abstracta, la duda para el ser humano comienza cuando conoce que hay opiniones diferentes a las suyas. El pragmatismo posee confianza en la viabilidad de una praxis humana, pero lejos del dogmatismo y del autoritarismo, y lo hace en aras del progreso y teniendo en cuenta los valores humanos. Muy interesante es conocer esta corriente filosófica, y hacerlo además con palabras accesibles acercándola a la persona de la calle para hacer frente a sus problemas cotidianos. Si, tantas veces, hemos creado abstracciones a partir de las experiencias en el mundo, habría que invertir los términos: poner las ideas en circulación y tratar de buscar su verificación en la acción. Como vemos, se trata de una postura muy adecuada a la sociedad posmoderna, en la que los grandes discursos (y las grandes verdades) no tienen ya cabida. El esfuerzo se encuentra en desmitificar esas grandes nociones de la filosofía escritas con mayúsculas: Verdad, Realidad, Dios…

domingo, 12 de noviembre de 2023

La religión y el creacionismo

Desde un punto de vista filosófico el creacionismo puede tener dos sentidos: en primer lugar, como afirmación de que la creación del mundo tuvo lugar ex nihilo (es decir, a partir de la nada) por obra de Dios; en segundo lugar, puede aludir a la producción de almas humanas, lo que presupone también la existencia de Dios. En un caso y en otro, el creacionismo quiere negar que el mundo y el alma humana (preexistente, para los creyentes, a la propia existencia del hombre; para los que no creemos, señalamos el alma como una de las grandes falacias en la historia de la humanidad origen del pensamiento religioso y del desbarajuste intelectual que todavía pagamos) tengan una condición previa según la cual hayan surgido a partir de algo. Es decir, la afirmación "Dios lo hizo" es la visión más cómoda a nivel intelectual, un deseo brusco de no hacerse más preguntas y, posiblemente, lo que sigue manteniendo a gran parte de la humanidad en un estadio más bien infantil. Recordaremos también el clásico moderno, que alude a la imposibilidad la causa primera de las cosas y niega la creencia religiosa: "Yo no pongo nombre a mi ignorancia, la coloco en un altar y la llamo Dios".

Este breve resumen sobre la visión filosófica del creacionismo lo adelantamos a un análisis más popular del concepto, y para echarnos a temblar, como veremos a continuación, preguntándonos si el pensamiento religioso es una suerte de virus que mina intelectualmente a las personas; puede que nos acusen de reduccionistas y demagogos, algo que asumimos, nosotros somos así.
Hay que aclarar, y un motivo más para entender lo fantasioso de la creencia religiosa (o mágica o como la queramos llamar), que el creacionismo no debería aludir necesariamente a la mano de un único Dios en la creación del mundo y los seres vivos. Es decir, si nos viene uno diciendo que él es un politeísta que también piensa que hay una creación ex nihilo, ¿quiénes somos nosotros para negarle la condición de creacionista? Queremos decir con esto que el creacionismo es un concepto, como tantos otros, insertado en la tradición monoteísta (exactamente, judeocristiana); si los seres humanos pertenecen a otra cultura, puede que crean en otras cosas disparatadas, pero al parecer no se les puede etiquetar de creacionistas según los cánones oficiales. Un desbarajuste intelectual de lo más peculiar, como ven ustedes, y nos esforzaremos siempre en señalar lo ridículamente dogmático de las creencias religiosas; es fácil señalar lo irrisorio, por ejemplo, del politeísmo hindú, con su universo plagado de deidades en plan despiporre, pero al parecer si indicas, por ejemplo, que el cristianismo tiene igualmente cosas contradictorias y disparatadas, contrarias a la razón, el asunto es más delicado.

sábado, 4 de noviembre de 2023

La ciencia y el deseo moral (apartando las concepciones religiosas)

En Religión y ciencia, Bertrand Russell daba a priori la razón a los que consideran que la ciencia no tiene nada que decir sobre los valores. Sin embargo, aclaraba que no estaba de acuerdo con deducir de ello que la ética contiene verdades que no pueden ser probadas o refutadas por la ciencia. Tradicionalmente, el estudio de la ética consta de dos partes: la que concierne a las reglas morales y la que se ocupa de lo que es bueno por sí mismo. La historia de la humanidad puede observarse, desde el punto de vista de la ética, como una evolución de una situación en la que las reglas de conducta son importantes, hasta otra en la que se da más importancia a la reflexión y a los estados del "espíritu". Para los místicos y religiosos, suponemos que para los sinceros, las reglas externas les parecerán solo adaptables a las circunstancias y valoran más una buena conducta que mane del interior del individuo. Una de las formas de evitar las reglas externas fue la creencia en la "conciencia"; según la visión religiosa, Dios habría puesto en cada corazón humano lo que es recto y solo hay que escuchar la voz interior. Russell recuerda que hay, al menos, dos dificultades para esta teoría: primero, que la llamada conciencia parece decir cosas diversas a cada hombre, después, la psicología ha ido dando respuestas a los distintos sentimientos de cada individuo. Como buen científico, Russell apela a las leyes causales para comprender por qué existe tanta diversidad en lo que motiva la conciencia. Mediante la intronspección, hay veces que los sentimientos parecen misteriosos, al haber olvidado como se originaron, y no resulta raro que tantas personas a lo largo de la historia hayan considerado que eran un producto divino. Russell considera que la conciencia es un producto de la educación, algo con lo que podemos estar de acuerdo en gran medida, y puede ser dirigida a un lugar o hacia otro a conveniencia del educador. Para liberar a la ética de unas reglas externas, hay que poner en duda la visión religiosa sobre la conciencia.