En un conocido debate sobre la existencia de Dios, Bertrand Russell
comenzó declarándose agnóstico. Es fácil de comprender esa postura, ya
que su rival le pidió que se manifestara sobre la creencia en lo que
podemos llamar 'la idea de Dios': un ser personal supremo, distinto del
mundo y creador del mismo. Desde un punto de vista estrictamente
científico, la posición de Russell fue la más inteligente, la existencia
de Dios no es una hipótesis falsable, es decir, no puede demostrarse y,
por lo tanto, tampoco su inexistencia.
Los religiosos se empecinan en referirse a Dios como un ser "necesario", término opuesto a "contingente", mientras que Russell se niega a entrar en esa lógica que le es extraña. La palabra "necesario" solo cobra sentido aplicada a proposiciones analíticas, es decir, aquellas cuyo valor de verdad se desprende del significado de los términos involucrados. Para entender por qué se considera que la idea de Dios no tiene sentido, solo hay que cotejarla, por ejemplo, con el universo. Un creyente insistirá en asociarla a Dios, en reducir la relación causal a ese ser "necesario" y en buscarla un significado en función de ello, pero la palabra "universo" solo resulta útil en relación a algo, no es posible buscarle un significado por sí misma. La idea de buscar una causa del universo y llamarla Dios es una clara abstracción sin sentido, mientras que todo el conocimiento científico se deriva de relaciones causales muy concretas. Lo que se señala como absurdo es buscar una causa a la totalidad, y de ahí el conocido argumento de Russell sobre la primera causa de Dios de que, si bien todo hombre existente tiene una madre, resulta evidente que la raza humana no tiene una madre. No existe razón para suponer que el mundo globalmente tenga una causa. Si bien el científico se esfuerza en encontrar causas explicativas sobre un acontecimiento particular que tenga su interés, no puede partirse de la idea de que el mundo deba tener una explicación, algo que forma parte del acervo religioso (y que puede ser explicable señalando sus causas sociales y psicológicas). El científico no puede llegar a certezas, en cualquier caso, sino a probabilidades, por lo que hay que insistir en lo ilegítimo de buscar una explicación y significado al mundo en función de una primera causa.
Los religiosos se empecinan en referirse a Dios como un ser "necesario", término opuesto a "contingente", mientras que Russell se niega a entrar en esa lógica que le es extraña. La palabra "necesario" solo cobra sentido aplicada a proposiciones analíticas, es decir, aquellas cuyo valor de verdad se desprende del significado de los términos involucrados. Para entender por qué se considera que la idea de Dios no tiene sentido, solo hay que cotejarla, por ejemplo, con el universo. Un creyente insistirá en asociarla a Dios, en reducir la relación causal a ese ser "necesario" y en buscarla un significado en función de ello, pero la palabra "universo" solo resulta útil en relación a algo, no es posible buscarle un significado por sí misma. La idea de buscar una causa del universo y llamarla Dios es una clara abstracción sin sentido, mientras que todo el conocimiento científico se deriva de relaciones causales muy concretas. Lo que se señala como absurdo es buscar una causa a la totalidad, y de ahí el conocido argumento de Russell sobre la primera causa de Dios de que, si bien todo hombre existente tiene una madre, resulta evidente que la raza humana no tiene una madre. No existe razón para suponer que el mundo globalmente tenga una causa. Si bien el científico se esfuerza en encontrar causas explicativas sobre un acontecimiento particular que tenga su interés, no puede partirse de la idea de que el mundo deba tener una explicación, algo que forma parte del acervo religioso (y que puede ser explicable señalando sus causas sociales y psicológicas). El científico no puede llegar a certezas, en cualquier caso, sino a probabilidades, por lo que hay que insistir en lo ilegítimo de buscar una explicación y significado al mundo en función de una primera causa.