martes, 29 de diciembre de 2015

Relatos cuánticos en los límites de lo desconocido

No recuerdo muy bien qué hacía yo en aquella sala de conferencias. Tal vez, mi conciencia y mis actos se habían visto alterados por algún extraño fenómeno, y aseguro no ser proclive a consumir determinadas sustancias. El caso es que, cuando la nebulosa frente a mis ojos empezaba a disiparse, pude comprobar que me encontraba entre un numeroso grupo de seres humanos con una amplia, y sospechosa, sonrisa en el rostro. Parecía alegremente dispuestos a escuchar un ignoto discurso de una mujer de mediana edad, con una actitud no menos afable que el resto, que se encontraba ya saliendo al estrado de aquella amplia sala de conferencias, pulcra y elegante, aunque algo aséptica. Mi perplejidad, poco o nada disimulada, me distinguía de la uniformidad del resto, por lo que me forcé enseguida a esbozar una sonrisa sin demasiado éxito. La disertación dirigida a la platea no tardó en comenzar. Después de un animado saludo cercano a una arenga, se mencionó una breve y concisa descripción de la "mecánica cuántica". Vaya, ¡qué bien!, me dije esta vez ya con algo parecido a una sonrisa; se trataba de una conferencia científica, y sobre un tema para mí casi desconocido.

sábado, 26 de diciembre de 2015

A vueltas con la figura de Jesús

El debate sobre la existencia, o no, de Jesucristo ha llegado a tal punto, que uno no sabe ya qué pensar. La dos posturas extremas más simples son: unos, simplemente se muestran acríticos con la cuestión, mientras que otros resuelven de un plumazo el asunto comparando la figura de Jesús con cualquier otro personaje de ficción. El asunto está tan contaminado que uno no sabe ya qué pensar en cuanto a hechos históricos fiables, pero lo bueno del asunto es que, al menos, uno puede expresar su escepticismo sin temor a que te quemen en la hoguera (ni siquiera, metafóricamente).

Puede haber dos niveles para aceptar la existencia de Jesús: uno, además considera que se trata de un personaje divino (y no empleamos aquí un apelativo coloquial, sino que alude a que se trata nada menos que del hijo de Dios, de Dios mismo y, a la vez, miembro de una Santísima Trinidad; un guirigay considerable que ha marcado a generaciones de chavales); a otro nivel, menos ortodoxo, se admite simplemente que hubo una figura histórica llamada Jesús, y esto lo creen incluso personas ajenas al cristianismo. Incluso, la evidencia que resulta de considerar el Jesucristo de los Evangelios un mito, la acepta gran cantidad de ateos y escépticos, pero aceptando que sus enseñanzas y su moral son un gran ejemplo. Personalmente, no solo considero que se trata de una muy obvia figura mítica, con un respaldo histórico muy débil que poco tiene que ver con lo que se cree habitualmente, sino que su legado moral resulta reprobable en demasiados aspectos.

martes, 22 de diciembre de 2015

Apocalipsis navideño en el centro de Madrid

Hoy, 22 de diciembre, en una mañana en la que el frío no acaba de llegar, me asalta un grupito en un céntrica plaza madrileña. Cordialmente, me desean feliz Navidad y devuelvo educadamente el parabién, aunque con una ligera adaptación al lenguaje laico. Un escalofrío me recorre la espalda cuando observo que, no muy lejos, hay un pequeño puesto con libros y folletos en los que se mencionan de forma pertinaz a Jesús y a la Biblia. Estoy a punto de una rápida frase para desembarazarme del corrillo, cuando uno de ellos, mucho más ágil que yo, impecablemente ataviado y de voz melosa, me espeta algo así como que tengo cara de necesitar al tal Jesús. La mayor parte de las veces, hago caso omiso, y pongo pies en polvorosa. Sin embargo, ese día me siento especialmente tocabemoles.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Elecciones, buenas y malas


Ante las nuevas elecciones generales en el país, lo que ha sido la campaña electoral, con el concurso de nuevas fuerzas políticas, de los medios, y de todo quisque en general, es digno de análisis. Vaya por delante que, como ya sabrá quien tenga la paciencia de leer este blog, mi condición ácrata hace que no vote… como norma general. Esta apostilla final es porque no tengo, ni quiero tener, ninguna actitud ni comportamiento definitivos; es decir, como todo hijo de vecino, tengo convicciones, pero resulta francamente difícil que sean "absolutamente" inamovibles (o, a mi modo de ver las cosas, caemos en el delirio). Si no voto es en gran parte porque considero que es mejor la abstención, ya que al hacerlo apuntalas un determinado sistema e impides la transformación a algo mejor; esta actitud "negativa", de oposición a algo, por supuesto va pareja a otra "positiva", de construcción del tipo de sociedad que nos gustaría. Digo esto, ya que tantas veces hay que soportar comentarios, que oscilan entre la vulgaridad y la mera necedad, en los que se nos acusa a los que no votamos de "pasotismo" o de "contrarios a la democracia". Las cosas son bastante más complejas y, en mi caso, no voto porque creo en una profundización de la democracia junto a otras muchas reformas radicales (sí, hay que ser "radical" o no cambiamos nada). Dejemos, de momento, las convicciones (es decir, la "ideología", y también "creencias").

sábado, 5 de diciembre de 2015

El atractivo de la necedad pseudoprofunda



Con Internet y las redes sociales, somos muy propensos a reproducir, entre otras muchas necedades, toda suerte de frases llamativas, tantas veces de manera irreflexiva. En un mundo donde priman las imágenes impactantes, más que las palabras y las ideas, es posible que estas últimas se estén convirtiendo en tan frívolas como aquellas. Los mercaderes de la pseudofilosofía y de la pseudoespiritualidad aprovechan este contexto para vendernos sus cajas de humo utilizando una bella terminología, al parecer tan seductora, para algunas personas, como irritante y digna de rechazo para otros. ¿Nuestro afán de crítica nos lleva tal vez a no discernir lo válido de lo que no lo es? Sinceramente, no lo creo. Sencillamente, nuestro escepticismo crítico nos lleva a ser intelectualmente cautos y a suspender el juicio (es decir, sencillamente a "no creer" hasta que tener una base informativa fiable). Somos así de estupendos.

martes, 3 de noviembre de 2015

Antropología y ateísmo


Un terreno interesantísimo es el estudio de la religión, y del ateísmo, desde un punto de vista antropológico. Por supuesto, existen múltiples teorías al respecto, elaborados en torno a las ideas, las estructuras sociales, las emociones o la cognición, y también teorías mixtas. Hablar de antropología de la religión es hablar de humanismo, es decir, dar respuestas a las preguntas planteadas desde una perspectiva laica y naturalista. Por supuesto, según este punto de vista, solo podemos acercarnos a la religión aceptando que son producto de la cultura y de la condición humanas, dejando de lado lo sobrenatural y las propuestas trascendentes.

Otro factor antropológico importante es el evolucionismo darwinista, la idea de que todas las formas de vida son el resultado de la selección natural. En el campo biológico parece obvio, pero lo es igualmente en la antropología cultural, es necesario buscar los orígenes y tendencias siempre a largo plazo. Valga como ejemplo el hecho de que las sociedades jerarquizadas tienden a adscribir sus sistemas morales a un mandato divino, algo que descubrimos gracias a las tendencias a largo plazo, mucho más que las sociedades más horizontales. Se dice que la adopción del evolucionismo tuvo otras consecuencias, como es la del funcionalismo; según esta teoría, se tiende a explicar las características de organismos y sociedades en función de sus efectos positivos (el ejemplo más recurrente es la explicación de la religión por favorecer la cohesión social). El tercer rasgo primordial de una teoría antropológica de la religión es la proliferación de estudios culturales comparados; desde esta perspectiva, se acepta la multiplicidad de creencias y prácticas, a veces sin un denominador común.


sábado, 31 de octubre de 2015

Determinismo social

Ya hemos hablado en otras ocasiones del "determinismo social", es decir, en palabras de Mario Bunge, la idea de que la sociedad determina las pautas de valoración y conducta; según la misma, toda tabla de valores y todo código de conducta emerge, se desarrolla y, eventualmente, desaparece junto con la sociedad en la que se inscribe. Frente al absolutismo del determinismo biológico y psicológico, el determinismo social es relativista, ya que cada sociedad adopta los valores y las normas que necesita.

Tal vez haya personas que rechacen la idea de estar socialmente determinado en aras de la libertad humana, y sin embargo resulta aún más odiosa la de un "determinismo biológico", algo que es mucho más antiguo (y anticuado, si atendemos a ciertas disciplinas). Si substituimos a Dios por la biología, entenderemos que nuestro destino esté igualmente escrito gracias a los genes, por lo que poco podemos ganar a favor de la libertad. Por lo tanto, es difíciamente discutible el hecho de que somos animales sociales y tenemos también la necesidad de comunicarnos y cooperar (o de competir, como en la sociedad capitalista, algo que solo resulta otra posibilidad social, no algo determinado). En cierto modo, puede verse como una paradoja: si hay una obligación biológica es la de vivir en sociedad (el aislamiento no es posible, lo que impide un verdadero desarrollo humano), y ésta puede poseer las características más variadas, las cuales conforman a su vez el carácter individual. El determinismo biológico tiene solo una pequeña parte de verdad, y es por eso que el determinismo social hay que verlo como relativista según las normas y circunstancias de la sociedad en que vivimos.

martes, 20 de octubre de 2015

El libre albedrío


No pocas veces, se acusa a las ideas anarquistas, con las que nos identificamos en este blog también a un nivel intelectual, de tener una confianza exacerbada en una supuesta voluntad libre del ser humano, algo de entrada ya muy cuestionable, que quiere identificarse con la vieja noción de "libre albedrío"; tal posición, no solo es errónea, sino que los anarquistas clásicos hicieron ya una crítica radical a lo que se considera un concepto reduccionista proveniente de la tradición religiosa y señalaron los condicionantes sociales para el ser humano. Para abordar con cierto rigor la cuestión hay que hablar también de otro concepto, aparantemente antitético, el determinismo.


En términos generales, podemos dar una definición de determinismo como la teoría que sostiene que todo lo que ha habido, hay y habrá, y todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá, está de antemano fijado, condicionado y establecido, no siendo posible que suceda más que lo que este fijado de antemano, condicionado y establecido. Se entenderá lo importante de dicho concepto para una discusión sobre la libertad. Toda doctrina que sostenga que hay un destino ineluctable o que existe la predestinación es, como parece evidente, determinista, aunque es posible distinguir entre cualquiera de esas doctrinas y un determinismo en sentido estricto. Aunque la predestinación puede afectar a toda la realidad, tanto las ideas de destino, como de la propia de predestinación, parecen pertenecer al ámbito de las acciones humanas. En cambio, el determinismo abarca más campo, y puede hablarse del mismo en todos los fenómenos del universo. Por ello, se habla de un determinismo universal y se asocia casi siempre a la idea de causalidad que rige el universo entero. Ahora se entenderá la importancia de este concepto para la religión y para la ciencia.

sábado, 17 de octubre de 2015

Los cuatro jinetes del ateísmo

De todos ellos se ha hablado en este blog, los más conocidos defensores del ateísmo en los últimos años: Richard Dawkins (biólogo, etólogo y divulgador científico), Daniel Dennett (filósofo y científico), Sam Harris (filósofo y neuorocientífico) y Christopher Hitchens (periodista y ensayista). Durante casi dos horas, en casa del ya fallecido Hitchens, debaten de manera jugosa sobre lo humano y lo divino (nunca mejor dicho).


Para lo que prefieran leer, a continuación la transcripción de las dos horas de debate:

Dawkins: —A todos nos han acusado de ser estridentes o arrogantes, o vitriólicos, o chillones. ¿Qué piensan sobre eso?

Dennet: —A mí me divierte, porque hice un gran esfuerzo en mi libro por dirigirme a gente razonablemente religiosa y probé el borrador con grupos de estudiantes muy religiosos y de hecho el primer borrador provocó una considerable angustia. De modo que hice ajustes y más ajustes pero al final no sirvió de nada, porque aun así me llevé los golpes por ser ofensivo y agresivo, y me di cuenta de que es una situación sin salida, es un esfuerzo en vano. Las religiones han logrado que sea imposible disentir de ellas de un modo crítico, sin ser ofensivo. Juegan la carta de los sentimientos heridos a cada oportunidad y tienes que elegir: bien, ¿voy a ser ofensivo o voy a articular esta crítica? Es decir, ¿voy a articularla o me voy a callar la boca?

Harris: —Eso es lo que supone romper un tabú. Nos estamos encontrando con el hecho de que la religión se mantiene alejada de la mesa de la crítica racional de una manera formal, incluso por nuestros colegas laicistas o ateos. Ya sabes, deja a la gente con su propia superstición incluso si es abyecta y causa daño y no te pares a mirarla detenidamente.

sábado, 10 de octubre de 2015

Teología de bolsillo

Ya hemos hablado en este blog de uno de los autores más influyentes de la Ilustración, Paul Henri d'Holbach (1725-1789), Barón de Holbach, filósofo radical cuyos únicos dioses fueron la ciencia, la naturaleza y la razón; durante su vida y su obra, se dedicó a combatir los prejuicios de todo tipo: religiosos, sociales, éticos y políticos. Laetoli nos ofrece un nuevo libro de este autor, Teología de bolsillo. Breve diccionario de la religión cristiana.

Esta editorial, en su impagable colección Los Ilustrados, ya nos había ofrecido cuatro obras de este autor: Sistema de la naturaleza, probablemente el más importante de Holbach, impreso a finales de 1769, provocó poco después una gran pasión por su lectura y una enorme persecución policial y sacerdotal; a pesar de la prohibición por parte de la Iglesia, las ediciones se sucedieron una detrás de la otra; El cristianismo al descubierto, también publicado de forma anónima, en 1761, se convertiría en uno de los libros más leídos y buscados en aquel siglo; se trata, sin olvidar a Meslier y su Memoria contra la religión (que también puede encontrarse en esta colección), de uno de los primeros manifiestos radicales y abiertamente ateos de la historia, nos muestra la imposibilidad de la existencia de Dios y las contradicciones inaceptables de la doctrina cristiana y de las sagradas escrituras; Cartas a Eugenia está dirigida a una mujer que decide retirarse del mundo por motivos religiosos, por supuesto, d'Holbach decide, en lugar de aconsejarle la sumisión y la profundización en su fe, tratar de fomentar en ella la autonomía moral e intelectual base de toda emancipación, y en Etocracia alude en su título a un gobierno fundado en la moral y observamos que muchos de sus postulados filosóficos, vitales y políticos (democracia radical, igualdad, libertad individual, laicismo…) resultan de una innegable actualidad.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Fisicalismo y naturalismo

Introducción al ateísmo (Michael Martin, Akal, 2010) es una estupenda recopilación de textos editada originariamente por la Universidad de Cambridge. La obra se divide en tres grandes bloques: los orígenes del ateísmo, los argumentos contra el teísmo y las repercusiones. Un glosario introductor nos recuerda algunos conceptos difusos, que seguro nos ayudan a superar los pobres lugares comunes sobre el tema en cuestión. Veamos dos de ellos, como son el naturalismo y el fisicalismo, dos posturas vinculadas al ateísmo.

Dentro del fisicalismo, puede hablarse de varias posturas, aunque con matices:
-Materialismo eliminativo: considera que no existen eventos puramente mentales, la experiencia subjetiva es una ilusión, ya lo que ocurre en la cabeza del individuo son procesos neuroquímicos del cerebro.
-Materialismo reductivo: es la teoría que defiende la existencia de eventos mentales, pero considerando que cada evento de este tipo coincide con cambios físicos en el cerebro. Teorías de los procesos mentales sobrevenidos: defiende la relación, de ser necesaria, entre el estado físico y el mental; los que suscriben esta teoría suelen considerar que las características mentales son propiedades funcionales.
-Dualismo de las propiedades: teoría que niega la existencia de propiedades mentales al margen de las físicas; se afirma que solo existen sustancias materiales y que algunas de ellas desarrollan propiedades mentales. Ya que Dios tiene propiedades mentales, y no es una sustancia material ni depende de ninguna sustancia material, su existencia resulta incompatible con toda teoría que afirme que la capacidad de ejercer facultades mentales depende en gran medida de la sustancia física. Incluso, aunque no se puedan explicar las propiedades o sustancias mentales, el teísmo está fuera de lugar si se da alguna relación entre lo mental y lo físico.

sábado, 3 de octubre de 2015

Bakashi, la fuerza vital cósmica


Como en otras ocasiones, analizamos de forma somera una terapia alternativa, que hace un excesivo hincapié en la cuestión “espiritual, la cual tiene su origen en ciertas filosofías orientales; también, como otras veces, insistimos en que seguramente nuestra ignorancia no tiene límites, pero sí queremos llamar un poquito la atención sobre lo que creemos que simplemente hay que denominar pseudociencia o ‘conocimiento obsoleto’.

Antes de indagar en esta práctica, no demasiado conocida en nuestro país, denominada bakashi, recordaremos que no se trata de ridiculizar, ni otras culturas, ni a los practicantes de ciertas técnicas, terapias o medicinas alternativas; cada uno hace lo que quiere con su vida a nivel personal, aunque sí es cierto que nos esforzamos por denunciar los intentos de manipular al prójimo, el cual debería tener los conocimientos precisos para actuar en consecuencia. Dicho esto, también diremos que tampoco pretendemos decir, ni por asomo, que la cultura occidental sea superior a otras, otro lugar común en estas discusiones, sino que el camino para el conocimiento sí debería tener un camino con ciertas pretensiones de objetividad. Si no fuera así, hablamos de otra cosa, no de conocimiento; insistiremos en que, por muy valiosa que sea la actitud personal en cada problema que se afronte, es necesario una solidez científica para curar a las personas.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

El ateísmo de Marx y Engels

Tanto en el anarquismo, como en el marxismo, la idea de inmanencia es básica referida al ateísmo. Hablamos de inmanencia, en términos filosóficos, cuando la actividad permanece dentro del agente en el sentido de que tiene en él su propio fin. El ser inmanente, y la inmanencia, se contrapone al ser trascendente, y la trascendencia, entendido como lo que está "más allá" de la realidad o como un principio supremo (Dios, el Absoluto, lo Uno...).

Hablamos de una visión humanista que rechaza todas las ideas religiosas y considera que la conciencia del hombre debe substituir a la de la divinidad. Para Marx, una razón totalmente autónoma tiene por objeto un mundo cognoscible apartándose en ello toda trascendencia. El anarquismo, a través de sus diferentes visiones y su evolución, posee un sentido amplio y vitalista del ateísmo. En este texto, por la importancia de estos pensadores, nos referiremos al pensamiento de Marx y Engels sobre el ateísmo.

martes, 15 de septiembre de 2015

Religiosidad frente a irreligiosidad

Lanzamos unas cuantas reflexiones sobre la religiosidad, citando ciertos textos primordiales y empezando en Feurbach, autor de la primera gran obra sobre el ateísmo en la modernidad; a comienzos del siglo XXI, estemos o no en una era 'posmoderna', insistimos en que el gran debate no debería ser sobre qué religión es verdadera, o más o menos buena, sino sobre si la creencia religiosa es o no perniciosa. Adivinen ustedes nuestra respuesta



Feuerbach dio la siguiente explicación sobre la religión, en La esencia del cristianismo (18419:
(…) es la inconsciente, involuntaria e inmediata contemplación de la naturaleza humana como una naturaleza otra y distinta, Pero cuando esta proyectada imagen de la naturaleza se hace objeto de reflexión, de teología se convierte en una mina inagotable de falsedades, ilusiones, contradicciones y sofismas.
Parece ser que se trata de una refutación al panteísmo como idealismo absoluto en la filosofía de Hegel. De alguna manera, como vía de escape al monoteísmo se ha querido buscar la divinización de todo (el panteísmo). Feuerbach, en Principios de la filosofía del futuro (1843) considera que todas las representaciones de Dios son determinaciones de la realidad, de la naturaleza, del hombre, o de ambos; de ello concluye que son determinaciones panteístas, ya que es panteísmo lo que no distingue a Dios de la esencia de la naturaleza y del hombre. Para Feuerbach, el panteísmo viene a ser un "ateísmo teologíco" o "materialismo teológico", ya que niega la teología, pero desde el punto de vista la misma teología; convierte la materia, que debería ser la negación de Dios, en un atributo o un predicado de la esencia divina. También considera que la esencia de la edad moderna es el panteísmo, esa divinización de lo real, de lo que existe materialmente: el materialismo, el realismo, el humanismo... De ello cabe deducir, para llegar al verdadero ateísmo, que la filosofía del futuro debe criticar esa última forma del panteísmo como despliegue lógico e histórico del Espíritu Absoluto. Feuerbach refuta a Hegel al considerar que su filosofía dialéctica nos devuelve otra determinación de la idea de Dios: la negación de la negación (la materia divinizada como negación de Dios) supone devolvernos la verdad de la esencia de la teología.

sábado, 12 de septiembre de 2015

¿Determinismo?

Leo un texto divulgativo en el que se parte de que para explicar los mecanismos de funcionamiento de la capacidad intelectual del ser humano no es necesaria ningún "alma celestial". Naturalmente, y aclaro, desprendemos a la noción de alma de todo vínculo teológico o metafísico. También, se dice que la racionalidad no es exclusiva del ser humano, ya que las emociones y facultades de las que se jacta el ser humano están, tanto de forma incipiente como a veces bien desarrolladas, en otras especies "inferiores".

Así, el hombre sería producto de una evolución biológica y los componentes de su cerebro, en mayor o en menor medida, son los mismos que en el resto de animales; la diferente capacidad mental del ser humano sería de grado, no de clase, ya que así actúa la evolución. Todo esto parece razonable y necesario para desterrar el pensamiento trascendental y la intervención de una voluntad divina. Sin embargo, más controvertida es la aseveración, sustentada en recientes descubrimientos neurocientíficos, de que nuestros actos no están determinados por nuestra consciencia, ya que la intención razonada de hacer algo sería consecuencia de un impulso neuronal sobre el que no se tiene control alguno. La actividad de nuestro cerebro daría lugar a todo en nosotros (deseos, decisiones, percepción...) y se pone en cuestión el "libre albedrío", la voluntad propia vendría a ser una especie de ilusión necesaria para la supervivencia de la especie. Si Stephen Hawking afirmó ya hace unos años que no es necesario a Dios para explicar la creación del universo, también se pueden comprender los actos del ser humano gracias a la evolución y a las leyes biológicas.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Jesucristo ¡vaya timo!

Dentro de su impagable colección ¡Vaya timo!, la editorial Laetoli nos ofrece este título, que sostiene que la figura de Jesucristo es falsa, aunque no por ello hay que considerar que no existió.

Resulta falsa porque se ha construido, si bien con una base histórica real, en base a notables mistificaciones. Así, si bien se considera que Jesús fue real y vivió en Palestina hace 2.000 años, sus seguidores crearon un artificio teológico legendario mezclándolo con hechos reales. Gabriel Andrade se encarga primero de refutar las afirmaciones según las cuales Jesús no existió, para derribar luego las realizadas por los propios evangelistas, que son aceptadas de manera acrítica por los creyentes; finalmente, desmonta también otras aseveraciones posteriores a los evangelios con cierto peso en  los medios de comunicación.

sábado, 22 de agosto de 2015

Librepensamiento

Es este el tercer libro, tras En defensa del ateísmo y El nacionalismo, ¡vaya timo!, del filósofo Roberto Augusto. En Librepensamiento se realiza una crítica radical a la autoridad (política, económica o religiosa) y se denuncian los males de una sociedad elevadamente inmoral y corrupta. La educación y el amor por el conocimiento, libres de toda traba dogmática, puede hacernos construir una sociedad libre y solidaria, conducirnos a la fraternidad universal.
"Solo la comprensión profunda de nosotros mismos nos conduce a la liberación de todos los errores que aprisionan a nuestra mente. Si somos capaces de ver el miedo que nos atenaza, si comprendemos lo que hay en lo más profundo de nuestro interior la angustia que nos produce la vida desaparece. Se transforma en creatividad, en el impulso para trabajar en mejorar lo que nos rodea. Entonces nunca desearemos entrar en ningún grupo para seguir los dictados de personas inmorales que se alimentan de las inseguridades de los demás. Debemos rechazar a los que en nombre de una verdad revelada pretenden ser obedecidos y adorados. Cuando vencemos al miedo el pensamiento libre es posible." (Librepensamiento, 2015).

Más abajo, se reproduce el audiolibro en youtube. Si es más cómodo, también puede descargarse en este enlace.




sábado, 11 de julio de 2015

Medicina ortomolecular

Vamos a abordar, una vez más, un pequeño análisis de una terapia, considerada pseudociencia por la ‘comunidad científica’, y promocionada como la bomba por nuestros amigos practicantes de la medicina alternativa. No, no vamos a hacer un chiste (de momento) con la palabra ‘orto’.

¿Qué diablos es la ‘medicina ortomolecular’ (también llamada, al al parecer ‘nutrición ortomolecular’ o ‘terapia de las megavitaminas’? Esta terapia se basa en el convencimiento de que las enfermedades nunca aparecerán, o irán remitiendo si ya lo han hecho, si se le proporciona al cuerpo los micronutrientes necesarios para funcionar correctamente. Como es sabido, los micronutrientes son las sustancias que los seres vivos necesitan, en pequeñas dosis, para desarrollar los procesos metabólicos y bioquímicos (yodo, hierro, vitamina A…); es por eso que, para el caso que nos ocupa, es preciso asegurarse de que contamos con ello en la proporción y cantidad adecuadas.

La gran crítica a esta práctica está en que ya existen métodos científicos para dosificar los nutrientes mencionados, los cuales sí corrigen adecuadamente las deficiencias. La gran cantidad de vitaminas y minerales que, según la medicina ortomolecular, hay que administrar al paciente puede llevar a una hipervitaminosis; por eso es señalada, al parecer, por la ‘comunidad científica’ como una terapia peligrosa. Como no podía ser de otro modo, los practicantes de esta medicina alternativa identifican a dicha comunidad con los intereses de las grandes farmacéuticas, y de ahí la crítica. Lo habitual, vamos.

La persona que acuñó el término ‘medicina ortomolecular’ fue Linus Pauling (1901-1994). Los defensores de la terapia alternativa suelen argüir que se trata de un bioquímico que recibió  por dos veces el Premio Nobel (por su profesión, en 1854, y el de la paz, en reconocimiento a su oposición a las pruebas nucleares). Bien, hay que reconocer con seguridad que se trata de un gran científico, al parecer considerado como uno de los fundadores de la biología molecular y la química cuántica, pero no sé si eso nos dice demasiado sobre lo fundado de las premisas de la medicina ortomolecular.  La respuesta es obvia, nadie por muy brillante que sea es infalible, puede caer perfectamente en investigaciones y argumentos falaces.

Pauling llegó a la conclusión de que es posible prevenir y curar las enfermedades gracias a la regulación de la concentración de las moléculas en el cuerpo humano; es decir, se administran dosis mayores o menores, según corresponda, de las sustancias necesarias para alcanzar la correcta concentración molecular (entre estas sustancias, la habitual para Pauling era la vitamina C). La correcta administración de vitamina C, variable según la persona, puede curar o prevenir, desde un resfriado, hasta la llegada del cáncer (ay).

Como en todos los casos de terapias alternativas (de lo contrario, estaríamos hablando ya de medicina científica), no hay al parecer evidencias de que la cosa funcione. Además de la hipótesis, hay que respaldarla con resultados experimentales; estos, tienen que ser repetidos por diversos investigadores y hay que tener siempre en cuenta el efecto placebo (los estudios deben ser ciegos y doble ciegos). En este enlace, se describen brevemente tres experimentos en los que se administran ciertas dosis de vitamina C y también placebos.

En algunos países, la ‘medicina ortomolecular’ tiene una gran cantidad de adeptos: seguramente, la explicación estriba en gran parte en que un gran científico la descubrió. Como hemos dicho, no existe autoridad infalible en ninguna disciplina, ni siquiera en lo científico, por lo que hay que poner en cuestión de entrada esta actitud. Volvemos a lo de siempre, que vivamos en un sistema donde los poderosos quieren sacar beneficio de todo, también de la sanidad, no supone que el conjunto de la comunidad científica esté vendida o contaminada por ello; del mismo modo, no es un argumento para que todo lo que se nos vende como ‘alternativo’ sea legítimo. Los profesionales de la ‘medicina ortomolecular’, de forma consciente o inconsciente, y como tantos otros terapeutas, son responsables si lo que nos venden no funciona. Puede haber otra explicación más para el éxito de estas terapias, y es la gran querencia que suscitan unas y otras terapias alternativas. Es posible que uno se introduzca en algún pequeño universo, de práctica de estas medicinas, y vayan apareciendo una tras otra para formar parte de tu vida.

sábado, 4 de julio de 2015

Fomentar el pensamiento crítico

Los que me conocen, ya saben que soy un pertinaz, testarudo y acérrimo defensor del pensamiento crítico (y, ojo, también autocrítico, no existe uno sin el otro), considero su falta uno de los grandes problemas de la sociedad, por lo que procuro no dejar nunca de fomentarlo. A poco que se indague, pueden encontrarse fácilmente diversos puntos que ayudan a nuestros hijos, en fase educacional, a tener un pensamiento crítico, profundo e independiente.

La verdadera cuestión, no es solo si los chavales pueden ser educados en el pensamiento crítico, es si la mayor parte de los adultos lo tiene y la respuesta parece ser negativa. Una obviedad, la educación de un ser humano no se limita a ciertos años, sino que se extiende a lo largo de toda una vida. Esto es así porque la independencia de criterio y la autonomía (por otra parte, como toda forma de utopía personal y colectiva) es algo a perseguir constantemente, sin que se alcance nunca, ya que jamás el conocimiento, como la verdad, es absoluto.

Uno de los puntos que suelen mencionarse es el "amor por el conocimiento". Efectivamente, si fomentáramos a los críos desde pequeñitos tal cosa otro gallo nos cantara. Si las personas tuvieran una base cultural sólida, tal vez no fuera tan sencillo que creyera en "pelotudeces" (es la expresión de una amiga argentina, que me hace mucha gracia); póngase en lugar de "pelotudeces" toda creencia propia (no ajena) en un bonito ejercicio autocrítico. No obstante, no parece tan sencillo, ya que existen tantos factores en juego, que el ser humano no tarda en abrazar un dogma, ya de por sí rechazable, y basado no pocas veces en información errónea. ¿Soluciones? No solo amor por el conocimiento, sino una verdadera capacidad para cuestionar todo lo aprendido, para saber lo que sigue un auténtico método científico, para contrastar, para citar fuentes sólidas, para admitir errores propios…; no es fácil, por supuesto, lo sencillo es decir que algo es así y punto. 

Ayudar a los chavales a comprender es también primordial; pero, ¿quién nos ayuda a los adultos a hacerlo? Groucho Marx decía que si tal cosa lo comprendía hasta un niño de cuatro años… ¡que nos traigan a uno! En serio, tratar de comprender el mundo que nos rodea, siguiendo un método científico (causa-efecto) requiere un esfuerzo intelectual al que la mayoría de los adulto no está seguramente acostumbrada. Profundizar en las cosas, sin tampoco enloquecer al considerar que hay una elevada dosis de relativismo en casi todo, es importante. Hay que ayudar a los educandos a comprender, y todos los somos, no solo los críos.

La argumentación y el debate nutren el pensamiento crítico. Hay que conocer las diversas opiniones en juego para tratar de comprender los diversos puntos de vista. El ser humano tiene una odiosa tendencia a defenestrar al otro creyendo que solo su perspectiva es válida, algo que hay que anular fomentando la pluralidad de opiniones, la empatía y la comprensión hacia el que es diferente. Todo esto no es solo una declaración de buenas intenciones, como desgraciadamente vemos a diario en los medios, sino que es esencial llevarlo a la práctica profundizando en los problemas sociales. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad de consumo frívola, de búsqueda del placer inmediato, que no promueve precisamente la indagación en cualquier cuestión.

La racionalidad, la búsqueda correcta de resolver un problema, es importante. Sin embargo, puede ser algo tremendamente frío, e incluso criminal, sino apelamos a los valores humanos. Es por eso que todo este pensamiento crítico, amor por el conocimiento y profundización en los problemas tiene que ir acompañada de una actitud ética que, lejos de ser algo del pasado, es más importante que nunca. No pocas veces me acusan de moralista. No me importa, los verdaderos valores humanos cuestionan, en mi opinión, lo establecido para fundar una razón y una moral con muchísimo más horizonte; aunque me aparto con ello de los objetivos de este blog, más centrado en el pensamiento crítico, siempre me gusta aclarar que no apelamos simplemente a una razón fríamente objetiva, ya que somos seres humanos y estamos también construidos en base a deseos, creencias y emociones. Desgraciadamente, son esos factores, convertidos en pasiones, lo que a veces nos llevan a defenestrar al otro, por lo que una buena dosis de racionalidad y ética, bien conjuntadas, puede combatir el fanatismo.

¿Qué ocurre con la autonomía? Otro de los factores que suelen aconsejar fomentar en la educación de los chavales. ¿Hay algún adulto que la haya alcanzado? Pues es seguramente una quimera, ya que igualmente dependemos de muchos factores para tomar decisiones y estamos, por así decirlo, inmersos en un mar de manipulación. No obstante, insistiremos, en que si cuestionamos nuestras opiniones buscando un mayor conocimiento y una pluralidad de puntos de vista, estaremos más cerca de tomar elecciones libremente. Todo complicado, pero no imposible. Ya digo, lo fácil es transitar por camino dogmático que nos suelen señalar.

sábado, 27 de junio de 2015

Leyendas urbanas

Todos las hemos escuchado. No solo eso, sino que hemos conocido a alguien, que a su vez conocía a otro, que lo había visto o vivido muy cercanamente. Es increíble, pero doy fe ello. Sobre la famosa anécdota del desgarro anal de un conocido cantante, llegué a escuchar a dos personas, de dos ámbitos bien diferentes de mi vida, que aseguraban conocer a alguien que trabajaba en Urgencias de un hospital madrileño el cual había asistido al susodicho caso.

Por supuesto, el famoso artista jamás tuvo aquel accidente. La parte más morbosa, y yo creo que algo estólida, del ser humano entra en acción y está dispuesto a creer cualquier cosa; aunque, en este caso, no sé si únicamente a creer o, más grave, a aportar su propia parte al engaño fabricado. Otra conocida leyenda urbana, la del grupo La Oreja de Van Gogh y su supuesta relación con la banda terrorista ETA, algo por lo que el inefable presentador Pedro Ruiz les habría echado de su programa televisivo en plena emisión. Pues bien, en este caso llegué a escuchar de un compañero de trabajo que él había visionado dicho programa. Más tarde, descubrí que aquella persona era un mentiroso compulsivo, además de alguien tan mediocre como para aspirar permanentemente a una patética dosis de notoriedad. En este caso, no exagero, por lo que los mecanismos que llevan al ser humano a fabricarse su propia fantasía son en esta ocasión más obvios.

Puedo mencionar una tercera leyenda urbana, aunque esta vez me produce más extrañeza y sentimientos encontrados. Como he dicho, si etiquetamos a la gente de simplemente crédula, de tener una vida gris y pocos alicientes, nos es más fácil comprender que acaben abrazando ciertas cosas. Sin embargo, cuando alguien es respetablemente ilustrado, incluso con ideas avanzadas, la cosa se nos complica. Así ocurrió con cierta persona que me aseguró conocer a alguien (no estoy seguro si era un conocido directo, tal vez no) que había superado un grave caso de cáncer gracias al visionado repetido de comedias cinematográficas antiguas. Solo años después, tras haber escuchado la misma historia con algunas variantes (algo inherente a toda leyenda urbana que se precie), me di cuenta de lo muy crédulos que somos todos y cada uno de los seres humanos, sin atender a inteligencia o nivel cultural.

Recientemente, y tampoco voy a realizar más publicidad de ello con datos exactos, una conferencia impartida en un prestigioso hospital madrileño, parece haber resucitado esta anécdota o leyenda urbana de la curación del cáncer. Una médico geriatra retirada, y esto es un dato que no tiene por qué significar nada a priori (es decir, alguien con formación científica puede también acabar creyendo en bobadas) sugirió la posible curación de esta grave enfermedad gracias a la risa producida por las películas de los geniales hermanos Marx. Al parecer, la retórica presente en la conferencia abundaba en los argumentos habituales de la medicina alternativa: autosanación consciente, desequilibrio emocional junto a desarmonía corporal (ambas cosas, supuestamente muy vinculadas), espiritualidad de diversa índole, etc. etc. Esta mujer llegó a mencionar una variante de la leyenda urbana mencionada, con nombre real incluido, que la verdad ya me agota un poco tratar de comprobar si hay algo de cierto en ello.

Esta última anécdota me vale para insistir en lo que es la argumentación seudocientífica habitual de las terapias alternativas: el supuesto dominio de la mente sobre el cuerpo. Si habitualmente se insiste en la meditación, que viene a ser la voluntad adornada de alguna manera, para superar los trastornos, en este caso se ha añadido el hecho de reírse un montón. Como es lógico, la meditación (siempre tranquilizadora), así como el disfrute de la manera que sea (y los inmortales Marx son inmejorables para ello) supone ganar calidad de vida en cualquier persona, sana o no. Esto está muy bien. Sin embargo, la evidencia científica nos dice que es imposible superar una grave enfermedad únicamente con ello. Es lógico que este tipo de discursos tengan su público, pero lo de siempre, resulta una grave irresponsabilidad sostener que puedes sanar con algo que no está demostrado que funcione.

miércoles, 24 de junio de 2015

Lo absurdo


De nuevo, hemos recibido un considerable aluvión de e-mails y cartas, llenas de indignación, a nuestra Redacción, esta vez acerca de nuestra consideración de lo absurdo y nuestra (supuesta) tendencia de meternos alegremente con el personal y su libertad para creer lo que le venga en gana. Bien, de nuevo también nos vemos obligados a ciertas explicaciones y matizaciones. Perdón si nos repetimos, pero debe ser que este blog no deja de ser una versión minúscula del "eterno retorno" y su crítica a una visión lineal del progreso. Con seguridad, es eso.

Para empezar, recordaremos que lo que llamamos absurdo es, ni más ni menos, que lo ilógico e irracional (dicho vulgarmente, lo disparatado o estrafalario). Dirán algunos de ustedes: bienvenido sea lo extravagante en un mundo gris, aburrido, injusto (es decir, por otra parte, irracional) y tremendamente normalizador. Nada que objetar si la actitud absurda pretende rebelarse contra un mundo sin sentido y también provocar a nuestro entorno acerca de ello. Es más, esta es nuestra intención también con este blog, aunque nos revistamos a veces de un sesudo pensamiento racional y científico. Continuamos con nuestras explicaciones.

Esperamos haber aclarado que nuestra concepción del absurdo tiene, por supuesto, varias lecturas y que nuestra crítica es lo suficientemente amplia, esperamos, para que no nos acusen de ser precisamente "normalizadores" del pensamiento (la razón es, gran medida, subjetiva, pero el pensamiento racional trata de buscar cierto sentido objetivo: una aparente contradicción, que puede resolverse de manera pragmática con una verdad adecuada a unas circunstancias muy concretas). Cuando tildamos de "absurdas" ciertas teorías y creencias (vean ustedes la cabecera de este blog), no lo hacemos apelando a grandes verdades (ni siquiera, científicas), sino a un conocimiento y un progreso que se encuentran en constante movimiento y en permanente mejora, opuesto en definitiva al dogma (sea religioso, político, incluso supuestamente científico).

Precisamente, consideramos que son los que tratan de compartir sus creencias dogmáticas (y recordaremos también que esto significa meramente "rígidas" e "inamovibles", a pesar de lo que diga la evidencia sobre ellas) los que tratan de "normalizar" y buscar una unidad de pensamiento sencillamente inasumible ante lo que supone la riqueza y pluralidad de la vida. Recapitulemos, cuando consideramos absurdas las creencias lo hacemos porque pretenden reducir el pensamiento y la vida a visiones que podemos llamar cuestionables, si lo expresamente con cautela, pero ilógicas e irracionales desde una visión algo más profunda. Es cierto que, si nos ponemos trascendentales, puede verse la vida como carente de sentido (en nuestra opinión, precisamente por los problemas dogmáticos que estamos denunciando), pero la respuesta no es abrazar un nuevo dogma, sino otorgarle sentido con una visión amplia y plural de la existencia.

Si buscamos un parangón filosófico (de andar por casa, ya que nuestros métodos son modestos), lo hallamos en la visión existencialista. Estos filósofos parecían conscientes del absurdo de la vida, se asomaban al abismo de la nada (la ausencia de Dios o como queramos llamarlo) y solo hallaban angustia. Frente a esta visión, otros pensadores como Albert Camus, que recorrían un camino similar al de los existencialistas, consideraban que la respuesta era otorgar un sentido a la vida precisamente desprendiéndonos de todas esas tareas y creencias absurdas (ya saben el mito de Sísifo: subir una y otra vez la misma piedra a la cima) fundando la experiencia realmente humana, con todo lo que ello tiene también de subjetivo.

Otro ejemplo que nos viene a la memoria es el de la gran obra de teatro sobre el encuentro entre un Descartes, ya mayor, pero humanista, racionalista y de gran vitalidad, y el joven Pascal, de gran genio e idealismo, pero de un dogmatismo ávido de reformar a los demás. El veterano Descartes niega su apoyo a las renovadas ideas de Pascal, opuestas aparentemente al poder imperante, ya que considera que pretende fundar un nuevo sistema similar o peor al establecido. Lo consideramos inmejorablemente expresado. La respuesta no es oponer un nuevo dogma (aunque se disfrace, tantas veces, de pensamiento científico, igualmente rígido y absurdo) a las carencias e injusticias de lo establecido, sino tratar de abrir mucho más el conocimiento y la experiencia a una vida que tratamos de vivir plenamente sin fantasías trascendentes.

sábado, 13 de junio de 2015

Deidades y espíritus a gusto del consumidor

El hinduismo, como es sabido, es una religión aparentemente politeísta, es decir, con infinidad de deidades. No obstante, y sin ánimo de profundizar en el asunto, es algo muy matizable, ya que en realidad el hinduismo recoge diversas religiones y tradiciones. Además, en el fondo, se dice que es una creencia monoteísta, ya que cada deidad es una personificación del único y verdadero Dios.

Al margen de que se trate de una serie de creencias con mucho donde elegir y cierto margen doctrinario (no se engañen, el dogma siempre está detrás), lo más detestable del hinduismo es que se trata del origen del sistema de castas en la India. Como siempre, la religión es poco o nada liberadora a nivel personal (más allá del consuelo que uno quiera buscar en toda suerte de creencias), y sí profundamente reaccionaria. Pero no es exactamente de la religión hinduista de lo que quiero hablar hoy. Desde hace un tiempo, tengo como vecinos a una familia india, muy religiosos, tal y como hicieron ver al poco de llegar a la comunidad.

De la noche a la mañana, encima de la puerta del piso de esta familia, pude ver a altas horas de la mañana una especie de inscripción hecha a mano, con pintura roja intensa para más señas, lo cual aumentó mi estupor y, hay que decirlo, es posible que me recorriera cierto aire de escalofrío al tratarse de altas horas de la madrugada. Al día siguiente, tuve ocasión de hablar con la mujer india, por lo que no perdí la ocasión de preguntarle sobre aquellas extrañas palabras escritas en sánscrito (expresado así, no deja de parecer una historia de terror de bajo perfil). Como no podía ser de otro modo, me aclaró con cierto gesto de sorpresa que se trataba de una oración. Le respondí que me parecía muy bien, con sumo respeto si se quiere, pero que nos había pintarrajeado la escalera, un espacio común.

La pintada hinduista no tardó en desaparecer, aunque muy pronto otro símbolo religioso apareció en la puerta de nuestros amigos de la India, esta vez sí, en un lugar privado. Esta vez se trataba de algo muy identificable para el común de los mortales: una pequeña esvástica. Desgraciadamente, una mayoría de personas en Occidente no identifica dicho símbolo con la tradición hinduista, y sí con un régimen político criminal, y alguna que otra explicación tuve que dar al respecto a otras gentes que pasaban por allí con ojos como platos.

Otra anécdota relacionada con mis amigos hindús tiene que ver también con los rituales religiosos. El caso es que cierto día me encontré a otra vecina en la escalera, con una expresión extraña en su rostro y con una actitud de no saber si entrar en su casa o salir huyendo. La buena mujer no paraba de oír desde su vivienda, justo debajo de los vecinos indios, cierto sonido misterioso emitido seguramente por bocas humanas y repetido una y otra vez. Como uno no tiene el oído demasiado fino, escuché con atención, y efectivamente, aquello era cierto.

Inmediatamente, tranquilicé a mi otra vecina y le aclaré que seguramente aquello no era ningún ritual satánico, ni nada parecido, sino alguna especie de mantra, parte importante de la práctica hinduista para meditar, para orar, para adorar a la divinidad de turno o para vaya usted a saber qué (para mis adentros, no descarté tampoco que trataran de adorar a alguna deidad maléfica, pero eso me lo callé). Como mis palabras no parecían convencerla, ni tranquilizarla del todo, argumenté que las creencias de otras culturas siempre nos parecen absurdas y terribles, mientras que no aplicamos el mismo criterio a las nuestras. Con seguridad, continué, a estas personas provenientes de una cultura oriental una religión occidental que tiene como símbolo un instrumento de tortura y ejecución, el cual se alaba en rituales colectivos no menos tenebrosos, seguramente también les daba más bien espanto. Mi vecina es profundamente católica y, todavía no sé muy por qué, se indignó con mis palabras.

Como colofón, de momento, a mis aventuras con la cultura hindú, recientemente he tenido ocasión de departir amigablemente con mi vecino hindú. El caso es que la cuestión religiosa ya había salido en alguna otra conversación, y uno había dejado bien claro que es un convencido ateo y pertinaz racionalista; cada uno hace gala de sus creencias y, cómo no, también de sus no creencias. Pues bien, mi amigo indio me habló de unos extraños ruidos que oye, él y su familia, a altas horas de la madrugada. Como uno es sumamente ingenuo, además de un pertinaz racionalista, ni se le pasa por la cabeza, con esta edad y a estas alturas, atribuir a nada extraño los muchos ruidos que se producen en las viviendas. Siempre recuerdo, algo que conté a mi vecino, una anécdota de unos extraños sonidos que se producían durante toda la noche en cierto piso, parecía algo que recorría el suelo; la explicación no tardó en llegar, alguien se dedica a prepararse unas oposiciones de madrugada, que debía ser de las desquiciantes, y para calmarse a modo de manía personal jugaba cada rato con unas canicas por el suelo.

A mi vecino hindú no le convenció explicación alguna. En el transcurso de la conversación ya le había dejado claro que de mi casa no podían provenir los ruidos, ya que me considero una persona tranquila que tiene además un sueño profundo; si acaso, no era descartable que mis cuatro compañeros de piso, de la especie felina, pudieran organizar alguna jarana de vez en cuando. Mi interlocutor, de manera categórica, negó que los animales pudieran producir dichas perturbaciones. Ante mi asombro, terminó por decirme que se trataba de espíritus, sin ningún lugar a dudas, y que provenían de mi casa. No había ningún asomo de humor ni de ironía en las palabras de me vecino; al contrario que en su rostro, en el mío sí se dibujó inmediatamente cierta sonrisa pensando que solo podía tratarse de una broma. No obstante, aquella noche les comuniqué a mis gatos que se mantuvieran alerta. Solo por si acaso, no vaya a ser que exista toda suerte de espíritus y deidades. Y es que un ateo, y pertinaz racionalista, no debe ser nunca categórico en sus negaciones. Sí, es sarcasmo.

sábado, 6 de junio de 2015

Sintergética, tres en uno


Hubo una vez, hace no tanto, que parecía que la ciencia podía cambiar el mundo para siempre, el hombre iba a perfeccionar cada vez más su conocimiento de las leyes naturales y todo parecía posible; hoy, ya entrados en el siglo XXI, no solo continuamos con sistemas políticos y económicos que siguen provocando desigualdades y opresiones intolerables, precisamente porque gran parte de la humanidad no tiene acceso a remedios sanitarios elementales, sino que en sociedades que se dicen avanzadas conviven las teorías más cuestionables sobre la salud humana.

Precisamente, una de las teorías de la medicina alternativa, que se pretende ecléctica, recogiendo elementos de todas las culturas habidas y por haber, es la llamada sintergética. Desde la medicina occidental, que no tardan en denominar "alopática" (recordemos que es un término que se crea desde la homeopatía, sencillamente mentiroso y reduccionista, ya que solo da la sensación de que es lo contrario de lo que sus defensores afirman), hasta la ayurvédica, pasando por la medicina tradicional china, se coge de aquí y allá para crear una peculiar terminología de dudosa legitimidad científica.

Tres son los conceptos que aluden al término "sintergética": 'sinergia', que alude a esa armonía entre técnicas muy diferentes; 'síntesis', que alude a una visión holística (concepto muy del gusto de la medicina alternativa) donde se propicia la unidad de todo tipo (molecular, emocional, energética, mental, transpersonal… ¡toma ya!); por último, y como no podía ser de otra manera en una terapia de base científica más que cuestionable, llegamos al concepto de 'energía' en el que se insiste en los trastornos del ser humano relacionados con el aspecto 'energético'.

Juzguen ustedes por sí mismos, prueben y si les funciona sin que les saquen un montón de pasta, adelante. Por supuesto, siempre encontraremos a algunas personas que dicen haberse encontrado mejor después de estas prácticas terapéuticas, por lo que tendremos que dejar un margen de duda (sobre todo, sobre si creer que el ser humano necesita según qué cosas). Como ya hemos insistido otras veces, si de lo que se trata es de un malestar sicológico o existencial (tal vez, su terapeuta alternativo lo denomine 'espiritual' o aluda a una desrregulación energética entre cuerpo y alma), cada uno es libre de buscar solución o consuelo donde quiera; si hablamos de una enfermedad grave, la cosa ya va a ser dramática y mejor acudir a un remedio real.

En el caso de la sintergética, es una terapia que no parece haber encontrado mucho eco todavía; la humanidad tal vez no se encuentre preparada para ello o quizá es algo que el sistema este ocultando para no perder su parte de beneficio en la gestión de la ciencia sanitaria. Si echan ustedes un vistazo a la terminología empleada en el caso que nos ocupa, seguro que pasan un buen rato equiparable a ver esas infumables películas de género de serie Z: una de las herramientas fundamentales se denomina Resonador de Arquetipo Mórfico (cuyas siglas RAM entendemos que pretende provocar cierta familiaridad en el paciente tras el susto del nombre), que viene a ser  una caja de resonancia que retiene la energía del cuerpo del paciente y que va unida a otras RAM mediante trenzas de nailon que transmiten la energía reticular (sic); otros artilugios que se emplean son placas que corrigen no sabemos qué tipo de información biológica en el cuerpo del paciente, tubos de vidrio con agua por supuesto energética (retenida, es de suponer, gracias a las teorías homeopáticas), lo que llaman 'soft láser', que igualmente hace una lectura de la desarmonización del paciente gracias a una propuesta nada menos que biocibernética, e imanes de no demasiada intensidad (por lo tanto, también de dosis homeopáticas), que igualmente inciden en el bloqueo energético del cuerpo del paciente.

Lo que hemos hecho aquí es simplemente un resumen, aunque el tono humorístico solo se produjo debido a nuestro (seguramente, muy pobre) conocimiento científico. Si leen ustedes algo más sobre la sintergética, tal vez se dejen seducir por toda un universo terminológico: "cosmovisión integrativa", "concepción sintética de la vida propuesta por las escuelas de la biología moderna" (por favor, verifiquen esto), "información autopoiética" (con lo fácil que es decir 'autocreadora'), "estructura disipativa", "técnicas de biorresonancia para estimular el biocampo", "interfase entre la información y la energía", "conciencia como entidad esencial del universo" (aquí, ya se les ve un poquito el plumero espiritual)… Al margen de todos estos conceptos, algunos abstrusos, otros meramente adornados en su simplicidad, parece encontrarse una terapia alternativa que, como no podía ser de otra manera, pretende ser integral y humanizadora, pedagógica, preventiva, establece un nuevo modelo de relación entre terapeuta y paciente (no solo crematística, es de suponer) y asegura no ser invasiva. ¿Alguien da más?

miércoles, 3 de junio de 2015

Sobre las vacunas

Recientemente, un caso de un niño enfermado con difteria, por no haber sido vacunado, ha puesto el caso del movimiento antivacunas de nuevo de actualidad. Jaume Padrós, presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, ha afirmado lo siguiente: "La banalización, la relajación, la introducción de elementos ideológicos que nada tienen que ver con la práctica clínica y la evidencia científica nos puede hacer retroceder al siglo XIX", a lo que añade "Yo apelo a la responsabilidad de todo el mundo. No indicar la vacunación sistemática sin una justificación clínicamente razonable es una actuación de mala praxis médica".

Por otra parte, no se niega la posibilidad de ciertos efectos secundarios, pero se considera que los beneficios protectores son mucho mayores que los riesgos, además a un nivel comunitario (no solo personal). En sentido contrario, la Asociación de Afectados por Vacunas advierte una vez más sobre el desconocimiento, en gran parte de los casos, de los efectos adversos.
Aunque en España la corriente de oposición a las vacunas no es muy grande, en otros ámbitos geográficos si ha habido un gran alarmismo. Precisamente, los defensores de las vacunas, como Ben Goldacre, consideran que es peculiar que la cuestión se circunscriba a solo ciertos países, como Reino Unido (con lo que hoy se considera un bulo, la asociación de la Triple Vírica con el autismo) o, coyunturalmente, en Francia (esta vez, se dijo que la vacuna contra la hepatitis B producía esclerosis múltiple); también, en Estados Unidos, sin que la alarma cruzar el Atlántico, la corriente opositora se produjo por un conservante llamado timerosal, al parecer de uso habitual en el Reino Unido. Goldacre, en Mala ciencia (Paidós, Madrid 2011), repasa todos estos casos, insistismo en que muy limitados a una región concreta, y que se remontan a los mismos orígenes de las vacunas, para tratar de desmontarlos uno a uno. Ojo, esgrimiendo argumentos a favor y en contra.

Insistiremos, una vez más en este blog, que la posición a favor de las vacunas (que un humilde suscriptor no la tiene a priori de forma rígida) no supone el apoyo al sistema imperante ni mucho menos a las farmacéuticas ni a los Estados; se trata, simplemente, de buena o mala praxis, de argumentos sólidos a favor o en contra. Desgraciadamente, lo que parece un hecho, que las vacunas hayan erradicado casi en su totalidad ciertas enfermedades (como la polio), no termina de convencer a sus detractores. Necesitamos menos "ideología", es decir, circunstancias sociales, políticas y religiosas muy concretas (aunque es un argumento que puede sostener cualquier posición de manera ambigua) y una mayor evidencia empírica (que solo tiene un camino, el de la praxis científica).

La obra de Goldacre, de forma fundamentada, repasa los supuestos grandes riesgos que han supuesto ciertas vacunas, para evidenciar finalmente que fueron bulos inmediatamente propagados en una era donde la tecnología posibilita tal cosa sin que tuvieran con el tiempo un gran recorrido. Resulta imposible, es cierto, tener una seguridad al 100% de que no estamos siendo manipulados, o mejor, víctimas de una mala praxis médica (es algo más creíble que una conspiración de las multinacionales que contamina a la propia comunidad científica en sus creencias o, directamente, la compra); no obstante, la realidad parece que la vacunación ha prevenido en masa la muerte por enfermedades infecciosas, algo que parece compensar con creces unos supuestos efectos adversos no probados o producidos raramente. Por cierto, volviendo al caso del niño contagiado con difteria, una de las denuncias de la comunidad científica es que las personas contrarias a la vacunación suelen recurrir a ciertas terapias alternativas. Desgraciadamente, esas terapias se venden como inocuas y a veces resultan dramáticas si no recurrimos a una solución eficaz.

miércoles, 27 de mayo de 2015

El arte de vender mierda

En este libro se cuenta la historia de dos biólogos que, comenzando todo como una broma, hicieron creer a numerosas personas que existía una nueva "medicina alternativa", llamada "fecomagnetismo", que podía curar basándose en heces humanas. Se trataba de una mezcla muy bien condimentada de homeopatía, biomagnetismo y otras pseudomedicinas. Uno de sus protagonistas cuenta cómo lograron hablar con supuestos terapeutas, políticos y muchas otras personas que, sorprendentemente, dieron por auténtica la broma. Esta es la apasionante y divertida historia de cómo algunos individuos logran engañar a millones de personas y, al mismo tiempo, un análisis donde se explica cuál podría ser la solución a estas estafas.

Conclusiones del autor:
"Los seres humanos somos una especie delicada que ha sobrevivido gracias a su inteligencia y su curiosidad, pero somos nosotros quienes debemos decidir qué camino elegir. La ciencia puede ayudarnos a reparar errores que hemos cometido como especie desde siempre. La pseudociencia, en cambio, nos aboca al desconocimiento, la superstición y el engaño colectivo. Nosotros, como sociedad, debemos elegir el camino que deseamos con más fuerza: aplicar la ciencia de una manera inteligente o continuar la tradición mística y pseudocientífica. El segundo camino nos aboca al estancamiento intelectual y científico, y solo disponemos de la ciencia para sobrevivir en este mundo oscuro y difícil".

Prólogo de Javier Armentia:

Sé que usted, querido lector, no es de los que se creen la primera idea rocambolesca que le cuentan. Que aplica un elemental criterio de precaución y que, ante una afirmación sorprendente, siempre se pregunta si tal historia es real o si esconde, como tantas veces ha detectado, un timo, una pérdida de tiempo, un interés…
Sin embargo, conocerá a gente de su entorno que no consigue desarrollar ese pensamiento crítico. Por ejemplo, esa persona que le llega y le comenta que acaba de comenzar una dieta estupenda que le ha hecho ya bajar diez kilos, con solo dejar de comer los lunes alimentos que comiencen por A; los martes, por E; los miércoles, por I o U; los jueves, por O; y los fines de semana, nada que tenga color rojo. Y le insiste que esta maravilla (“yo también soy escéptico, pero, ya ves…, funciona”, le dirá condescendiente) tiene, además, una base empírica y que, aunque ya se practicaba en algún lugar lejano, ha sido avalada ahora por las técnicas de resonancia magnética que unos científicos de la NASA han comprobado fuera de toda duda… Cuando usted le pregunte en qué idioma funciona lo de las letras, porque no es lo mismo el nombre en chino que en inglés, le mirará aún con mayor condescendencia y le dejará por imposible: “Tienes que abrir más tu mente, esa actitud negativa acabará con tu salud”, añadirá antes de ir a contar a otro la buena nueva.
O puede que usted sea alguien a quien acusar de estar vendido al capital, a los gobiernos o al Gran Contubernio, porque cada vez que le mencionan uno de esos misterios insondables que nos ocultan, y que cada fin de semana pueblan los espacios de radio y TV dedicados a la venta y colocación de exclusivas mundiales llenas de misterio y sospecha, contesta con sorna que resulta curioso que todas las teorías de la conspiración acaben convirtiéndose en negocio para los mismos

miércoles, 20 de mayo de 2015

"Ni Dios, ni amo", un lema con pleno sentido

El ateísmo fue inherente al movimiento socialista desde sus orígenes, aunque únicamente los anarquistas iban más lejos con el rotundo y significativo lema "Ni Dios, ni amo". Es decir, no al principio de autoridad, ya sea sobrenatural (poniéndola en primer lugar) o muy terrenal. Anarquismo es sinónimo de autonomía, a nivel individual y social, y tal noción no es totalmente posible si existe algún tipo de voluntad suprema. Insistiremos, desde siempre el anarquismo ha hecho propaganda contra la religión, por considerar que es consustancial a ella la existencia de alguna forma de autoridad por encima de los seres humanos. Es algo muy sencillo, y demasiado evidente, no puede haber libertad con la presencia de un amo, ultraterreno, eclesiástico, ideológico o político, del tipo que fuere.

Por lo tanto, dejaremos claro que el deseo de autonomía es propio del anarquismo. La opción, individual a priori, de estar solo y renunciar a cualquier tipo de "guía" requiere, como es lógico, un gran esfuerzo, voluntad y una reflexión continua. No pocas veces, se acusa al ateo de dogmático y de cerrarse a indagar en lo que podemos llamar "especulación metafísica". Bien, como he dicho otras veces, el término ateo recoge a muchos tipos de personas e ideas, pero lo que puede unir a un ateísmo combativo es haber comprendido los mecanismos que conducen a creer en según qué cosas (necesidad, tranquilidad, miedo...) y otorgar un horizonte amplio a la razón y a la ciencia. Sí, es posible que la negación de los viejos autoritarismos religiosos no haya conducido a muchas personas al ateísmo propuesto (es decir, a la negación "de" para, posteriormente, construir una realidad humana mejor: de nuevo estamos en los conceptos "negativo" y "positivo" de la libertad), pero yo llamaría la atención sobre esos mecanismos anteriormente mencionados, es posible que no difieran demasiado en las diversas creencias por muy diferente que se presenten en su envoltorio o por muy sofisticadas que quieran aparecer. Si, además, hay tantas creencias que se presentan hoy en día con el subterfugio de "cierta" legitimidad científica, la cosa se complica un poco (no demasiado, si tenemos las cosas claras y seguimos confiando en un conocimiento sólido y en nuestras convicciones).


Volvamos al viejo lema anarquista contrario a cualquier instancia divina y a todo amo terrenal, que a pesar de su aparente simpleza es el obvio punto de partida de una sociedad libertaria. Esa negación requiere un gran esfuerzo (puede decirse que los sometidos tienden a relajarse, como sostenía La Boétie en su Discurso de la servidumbre voluntaria, o el propio Hegel cuando afirmaba que el poder del amo se alimentaba del miedo del esclavo), una tendencia ardua y fatigosa hacia la libertad, finalmente satisfactoria, por supuesto, y con poca posibilidad de que haya un camino de retorno. Se dice continuamente que estamos en una etapa de decadencia (algo que no es solo propia de esta crisis actual, llevamos ya mucho tiempo así y difícil es no recordar un tiempo en el que no se haya analizado de esta manera), y solo el anarquismo parece resistir bien al paso del tiempo como movimiento. Hay quien ha señalado que esto es así por ser el movimiento libertario más una moral que cualquier otra cosa, algo con lo que estoy de acuerdo. La intolerable decadencia que sufren las más variadas doctrinas religiosas y políticas no afecta a quienes no negocian con sus convicciones, y tampoco se mantienen alejados en ninguna suerte de "idealismo", sino que pretenden incidir permanentemente sobre el mundo en el que viven. El desprestigio de la razón, tal y como surgió del proyecto de la modernidad, ha dado cabida a todo tipo de creencias, que a mi modo de ver no son más que el síntoma de esa decadencia.

El anarquismo confía también en la razón (no sé si denominarlo "racionalismo", ya que se trata de una corriente filosófica muy determinada, aunque hay un sentido coloquial que me parece muy diferente al que quieren darle los eruditos), y se trata de otorgarle un mayor horizonte, no de dar cabida a lo irracional y a posturas espirituales y místicas de lo más cuestionables. Es por eso que la decadencia y el despiste de todo tipo que sufrimos haya conducido a buscar refugio en nuevas creencias o creencias exóticas, como es el caso de las religiones orientales, que se presentan con una autenticidad más o menos explícita. Existen posturas históricas, morales e ideológicas, que son muy recuperables, la decadencia que sufrimos es precisamente síntoma de la tergiversación y renuncia que han sufrido. Por supuesto, no somos reaccionarios ni fanáticos, somos progresistas y creemos profundamente en la libertad, lo que ocurre y no gusta a muchos es que no hemos negociado con nuestra moral. Son aclaraciones que hay que realizar, y demostrar, de forma continua para refutar afirmaciones de gran pobreza intelectual y/o mezquindad. Sigue habiendo motivos para reflexionar sobre el ateísmo y para reivindicar el viejo lema anarquista: "Ni Dios, ni amo".

sábado, 16 de mayo de 2015

Ateología

Uno de los más conocidos divulgadores del ateísmo en los últimos años es el filósofo francés Michel Onfray. Aunque no comulgo con parte de su estilo incendiario, sí considero que sus puntos de vista son valiosos y libertarios. La reivindicación es la de una razón decididamente antirreligiosa y antimetafísica, la cual combata toda tentación de tranquilidad existencial y no mantenga a las personas en un infantilismo mental permanente.

Desgraciadamente, el ser humano posee una inclinación hacia la credulidad y la ceguera, a construirse un escenario ficticio aparentemente feliz. La vida está plagada de dificultades y de crueldades, por lo que tantas veces se opta por las fábulas, los mitos y los cuentos para niños, los cuales son ya adultos, cualquier cosa menos aceptar la evidencia de la realidad; los problemas son suprimidos en lugar de hacerles frente, tengan solución o no. Onfray, a pesar de su ataque furibundo a las creencias, es comprensivo con los creyentes, pero en absoluto con los que organizan esos recursos metáfisicos producto de la debilidad de las personas. Precisamente, lo que se denuncia es que los comerciantes de la tranquilidad existencial sustentada en creencias sobrenaturales, dejando a un lado los que directamente buscan simple beneficio económico, ocultan su propia necesidad síquica. Del mismo modo que el psicoanalista puede tratar de curar al prójimo, pero en realidad oculta el tener que preguntarse sobre su propia salud mental, los mediadores entre los dioses y los hombres "imponen su propio mundo para reforzar su conversión día a día".

Se dijo hace ya muchos años: "Cuando una persona sufre delirio lo llamamos locura. Cuando mucha gente sufre el mismo deliro lo llamamos religión". Así es, el problema es cuando la creencia privada se convierte en un asunto público y se pretende organizar la vida a los demás. Los mercaderes de los recursos metafísicos juegan con la pulsión de muerte que es, tal vez, inherente a todos nosotros, de tal manera que acaban pretendiendo el control total de las personas y de la sociedad. Onfray considera que esa pulsión de muerte nunca se supera trabajando sobre lo mágico y lo tenebroso, sino con un trabajo filosófico sobre uno mismo: "El ateísmo no es una terapia, sino salud mental recuperada". De ese modo, se rechazan la fe, las creencias y las fábulas y se acude a la razón y la reflexión.

No hay reparo en acudir a la tradición racionalista que surge de la Ilustración, aunque es aquí donde Onfray se pone más interesante e innovador. Tantas veces se reivindican las luces de la razón ilustrada (Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Kant...), precidamente porque son luces presentables, políticamente correctas. Lo que se demandan son luces más intensas y audaces, ya que aquel periodo histórico y el proyecto de la modernidad consecuente eran, como mucho, deístas. Es reivindicable un ala histórica mucho más radical que apuesta decididamente por el materialismo y la sensualidad. No es que en la obra de Kant, por ejemplo, no haya elementos valiosos para acabar con la metafísica occidental, es que el filósofo alemán no se atrevió a ello. Constituyó un progreso la distinción entre dos mundos independientes, los de la fe y la razón, pero continúa pendiente reivindicar la primacía del segundo sobre el primero. De algún modo, al separar los dos mundos, la religión quedó a salvo al no tocar sus pilares: Dios, la inmortalidad del alma, la existencia del libre albedrío...

Hay quien ha etiquetado a Onfray de ateo posmoderno, y no sé si es totalmente acertado. Más bien se trata de una reivindicación innovadora de los postulados de la Ilustración. Se deduce ello de su crítica a Kant, de cuya obra ¿Qué es la Ilustración? reivindica todo: emancipar a los hombres de la minoría de edad, construir los medios para alcanzar esa edad adulta, que cada persona sea consciente de sus capacidades intelectuales, llevar la razón a todos los ámbitos de la vida, tener capacidad crítica y política... Pero lo que rechaza de Kant es esa protección del mundo religioso poniéndolo a salvo de la razón, por lo que hay atacar los mismos pilares de la tradición metafísica: la inexistencia de Dios (del alma y del libre albedrío). No se rechazan las luces de la Ilustración, algo propio tal vez de un autor posmoderno (que relaciona la metáfora de la luz con el deseo de imponerla a los que se mantienen en la oscuridad), sino que se reclaman más y mejores luces (el plural no es casual).

Onfray, en alguna ocasión se ha manifestado como libertario, por lo que solo podemos entender el ateísmo como una parte de la condición libertaria y antiautoritaria. De hecho, Onfray menciona a otros autores posteriores a Kant, como Feuerbach, Nietzsche, Marx y Freud, que aportan mucho para acabar con la religión, pero luego el siglo XX acabará consolidando esa separación real de la razón y de la fe. No obstante, y después de pasar por cierta recuperación de la razón, nos encontraríamos ahora en un terreno nuevo, libre de metafísica, en el que Onfray ofrece su ateología. Recupera un término de George Bataille de 1950, alusivo a una obra suya incompleta, para ofrecer una especie de deconstrucción histórica de la teología. Es una tarea ambiciosa y monumental, en la que hay que apelar a todas las disciplinas humanísticas, para acabar ofreciendo una física de la metafísica: frente a los delirios de la trascendencia, un verdadera teoría de la inmanencia.