He
escuchado a más de una persona, expertas en filosofía, decir que el ser
humano en la actualidad, en las sociedades occidentales, tiene más de
la cultura cristiana, que de la griega (o greco-romana). Como uno es un
crítico devastador del cristianismo, y de forma más general del
monoteísmo que pareció acabar con la pluralidad y traer el dogma al
humanidad, resulta importante lanzarnos a indagar por qué pensamos como
pensamos. Por supuesto, hay que hacerlo de manera cauta, ya que pienso
que a menudo caemos en no pocas simplificaciones y nos gusta jugar con
excesiva soberbia a la ucronía (es decir, a una reconstrucción de la
historia, algo que no es tan fácil valorar como mejor o peor). Para
empezar, hay que comprender lo que era el Logos en la Antigua Grecia, y
cómo diablos acabó transformándose en la noción cristiana del Hijo de
Dios. Hay que decir que la actividad propagandística era habitual en las
diversas escuelas filosóficas de la Antigua Grecia, en el periodo del
Helenismo que llega hasta el siglo I antes de nuestra era. Esto era así
porque la aceptación del conocimiento filosófico suponía, las más de las
veces, un cambio de vida en busca de la felicidad. Posteriormente, la kerigma
cristiana (esto es, la formulación de fe respecto a la crucifixión,
resurrección y proclamación de Señor y Mesías Jesús), aunque por motivos
muy diferentes, hablaba de la ignorancia de los hombres, prometía
darles un conocimiento mejor y, como todas las filosofías, hacía
referencia a un maestro que poseía y revelaba la verdad. Los primeros
discursos y documentos cristianos, creo que no resulta aventurado
decirlo, se presentaban como una continuación y superación de la paideia
griega.
martes, 14 de mayo de 2024
miércoles, 1 de mayo de 2024
Diccionario de ateos, de Sylvain Maréchal
Sylvain
Maréchal (1750-1803) fue un periodista, ensayista, filósofo, poeta y
activista en una época tumultuosa marcada por la Revolución francesa; se
le ha considerado un precursor del socialismo y del anarquismo, como
hombre ilustrado fue crítico con el absolutismo y partidario de un
socialismo agrario donde existiese la comunidad de bienes.
Lector ávido, de obras de Rousseau, Voltaire, Helvétius o Diderot, frecuentó a autores deístas y ateos. Su participación en la llamada Conspiración de los Iguales, promovida por Babeuf, que pretendía una igualdad real en la sociedad y no el mero formalismo que suponía la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, le acabará convirtiendo en una inspiración para el posterior socialismo utópico; Maréchal expresó los deseos de una auténtica revolución social en el Manifeste des Égaux (Manifiesto de los Iguales), que se ha visto como toda una declaración libertaria, escrito en 1796.
Lector ávido, de obras de Rousseau, Voltaire, Helvétius o Diderot, frecuentó a autores deístas y ateos. Su participación en la llamada Conspiración de los Iguales, promovida por Babeuf, que pretendía una igualdad real en la sociedad y no el mero formalismo que suponía la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, le acabará convirtiendo en una inspiración para el posterior socialismo utópico; Maréchal expresó los deseos de una auténtica revolución social en el Manifeste des Égaux (Manifiesto de los Iguales), que se ha visto como toda una declaración libertaria, escrito en 1796.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)