Detengámonos en la diferencia entre deísmo y teísmo, algo tal vez desconocido para la mayoría de los mortales. La definición técnica nos dice que, al menos a priori, los deístas, creen por supuesto en la existencia e incluso naturaleza de Dios, pero rechazan los rasgos tradicionales de la religión monoteísta: tradición, rito, revelación… Es decir, la creencia en la divinidad vendría a estar originada más en la creencia personal, incluso al parecer derivada de 'la razón', que en otra cosa. Además, los deístas, y esto parece una cuestión importante, no creen que Dios intervenga en los asuntos humanos; sí piensan que creó el mundo, pero luego se olvidó de nosotros. El deísmo tuvo su auge durante la Ilustración, algo que se explica como una evolución natural de la creencia religiosa tradicional (es decir, el teísmo), ya que se dejaba a un lado lo más delirante de la misma: esa alteración de las leyes física que llaman milagros, la infabilidad de la Biblia o la Santísima Trinidad. El deísmo, casi, casi, es una suerte de panteísmo, de tal manera que se identifica la divinidad con las leyes naturales. No es casualidad que muchos consideraran el deísmo y el panteísmo como una simple antesala del ateísmo, incluso identificándolo abiertamente con el librepensamiento, lo que ocurre es que muy probablemente no todos podían llamarla en su momento de ese modo o se hubiera organizado una buena. Puede verse el deísmo, a nivel histórico, también como un apartamiento del poder de la Iglesia, ya que se rechaza la religión organizada, pero sin que existiera la valentía y honestidad, por parte de nuevos dirigentes, de poner en cuestión de forma radical la creencia religiosa. No es casualidad que el poder político, el Estado, sustituyera al poder religioso hasta el punto que uno, terrenal, tiene su origen en el otro, sobrenatural, recogiendo sus rasgos y provocando, igualmente, la subordinación de los mortales.
