Vamos a dedicar hoy nuestro blog a la New Age o Nueva Era, debido a que este concepto irrisorio y grotesco puede que explique en cierta parte, muy a nuestro pesar, algunas de las situaciones inenarrables que vivimos en sociedades que consideramos “avanzadas”.
La Nueva Era tiene que ver con la astrología y se ha querido definir como un movimiento espiritual, lo cual ya de entrada nos da una idea de a qué nos enfrentamos; viene a significar que cuando el Sol pasa una era por cada uno de los signos del zodiaco, grandes cambios vienen a afectar a la humanidad (incluida, debe ser, la capacidad racional e intelectual de las personas). Respecto a esto último, algunos sesudos “expertos” quieren explicar el renovado interés por la magia, la brujería , y por lo esotérico en general, en base a que ha llegado esta nueva era y, como dijimos anteriormente, ha afectado notablemente a la conciencia del personal (y deberíamos decir también a su sensatez). Vamos a hacer un paralelismo entre la New Age y lo que otros sesudos expertos, esta vez al menos con cierta formación en filosofía, denominan posmodernidad. De entrada, de ambos conceptos viene a hablarse en fechas muy similares; segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Es cierto que no puede hablarse en la New Age de dogmatismo, concepto anatema para la posmodernidad, ya que no existe una gran creencia centralizada en un institución única, sino un afán de sincretismo de aquí te espero; en otras palabras, frente a una creencia absurda única e infalible, existe toda una pléyade de creencias y pretensiones absurdas, viejas o nuevas formas de religiosidad, acumuladas sin orden ni concierto y muy a gusto del consumidor. Recordemos que la posmodernidad, en la misma línea, se caracteriza por la negación de los grandes discursos (religiosos, ideológicos o científicos) y, de manera consecuente, por una profunda subjetividad. Otro factor coincidente con los rasgos posmodernos de la New Age es cierto relativismo, no existe una vía objetiva de acceso a la verdad y todo depende de la disponibilidad del individuo; por supuesto, se trata de un recurrente subterfugio que, supuestamente, imposibilita que aquellos que somos escépticos accedamos a altos niveles de espiritualidad (léase, a cualquier despropósito como puede ser un poder paranormal ). La Nueva Era, junto a la posmodernidad, también rechaza la ciencia convencional; aquella, apuesta más por el misticismo y no se desanima ante sus continuos fracasos, mientras que, según la filosofía posmoderna, la ciencia viene a ser un discurso más, por lo que equipara su validez a muchos otros.
Las creencias de la New Age pasan por toda suerte de exploraciones espirituales, místicas y, ¡ay!, relativas a la medicina alternativa; mitos judeocristianos, hinduísmo, budismo, filosofía oriental de baratillo, ocultismo, paganismo de nuevo cuño, misticismo de andar por casa, junto a alguna creencia notablemente ambiciosa, con el supuesto afán de despertar algún tipo de sabiduría “espiritual”, como es el caso de la llamada Sociedad Teosófica. Como pueden ver ustedes, se trata de una enriquecido circo espiritual plagado de elementos irrisorios, que nos hace preguntarnos a qué tipo de involución está sujeta la civilización humana (pero no, no caigamos todavía en al Apocalipsis). Vamos a aclarar cuanto antes las diferencias entre sincretismo, término con una connotación mayor de conocimiento acumulativo, y eclecticismo, el cual hace más hincapié en considerar lo que es válido de una determinada cultura; por supuesto, no somos para nada exhaustivos en estas definiciones, pero sí me gustaría señalar que lo que caracteriza el desmadre New Age es la “acumulación” de creencias sin demasiado criterio y con una inaceptable insistencia en lo “oculto”. Desgraciadamente, el ser humano, tantas veces, se deja maravillar por lo desconocido cayendo en el más lamentable misticismo en lugar de seguir haciéndose preguntas con el afán de indagar en las auténticas maravillas del universo, léase “conocimiento científico”, y de la creación humana (léase “arte”) .
No parece haber mucho recorrido en la valoración de esta New Age, sintomática de los tiempos que vivimos y explicable por causas muy terrenales. Sin embargo, el afán confusionista y embaucador de los que practican algún tipo de estas creencias les hacen mezclar el lenguaje críptico, haciendo que las personas confundan lo ininteligible con lo auténticamente inteligente, con algunos términos científicos (la física cuántica da mucho juego) y sicológicos. No obstante, esforcémonos en desenmascarar a cualquiera de estas corrientes llamando a las cosas por su nombre; todas ellas, de una manera u otra, distinguen entre un plano espiritual (trascendente) y otro meramente material, creen en fuerzas interventoras no evaluables por la ciencia, por lo que podemos denominarlas simplemente “mágicas”, y en individuos especialmente dotados para interconectar con ellas y emplearlas beneficiosamente (una suerte de mediadores espirituales, que son los que tienen el misterioso poder, y vamos a estar ya un poquito hartos de tanto mediador en nuestras vidas, místico o terrenal). Como pueden ver, el significado de todo esta jerga no se diferencia gran cosa del de las creencias religiosas tradicionales: divinidad, alma o espíritu, sacerdotes, milagros…
La gran diferencia es que, mientras las religiones tradiciones deben mantenerse fieles a sus tradiciones y dogmas (lo cual debería conducirles al fundamentalismo y a la desaparición), las creencias de la New Age parecen ignorar el origen de aquellas , que no deja de ser la explicación supersticiosa de causas naturales, y pretende aportar su propia dosis de misterio para validar fenómenos paranormales ya caducos. Eso sí, la jerga New Age suele apelar con fuerza al término “espiritualidad” y sus practicantes presumen, en ese sentido de fortalecimiento y responsabilidad personales; nuestra opinión es que se trata, crítica extensible a la religión en general, de una de las distorsiones históricas más preocupantes acerca de la razón y los valores humanos. Dedicaremos otras entradas a la indagación en el origen de la moral y a la defensa de lo inmanente frente a lo trascendente.
Algunas personas, no sé si tantas, han adoptado algunos remedios terapéuticos que podemos considerar derivados de las creencias New Age o, al menos, que hay que contextualizar en esta época que nos ocupa (y preocupa). Como en este blog, con seguridad, vamos a tratar de prácticamente todas estas terapias alternativas, no voy a extenderme ahora demasiado. Solo quiero adelantar una cosa muy importante: no hay que diferenciar entre una medicina convencional o científica y otra complementaria o alternativa; medicina solo puede y debe haber una, la que funcione y, desde ese punto de vista, sí podemos adjetivarla como “científica”, muy a pesar de nuestros amigos esotéricos o posmodernos. Si algunas de las prácticas de las terapias alternativas son válidas de verdad (y es lógico que alguna cosa pueda haber), deberían incorporarse rápidamente al conocimiento científico general, ni más ni menos; otro asunto, también muy preocupante, es la mala praxis de los que se consideran profesionales de la medicina o la interesada instrumentalización que realizan los que tienen el poder económico y político (eso es algo, insistimos, ajeno al propio método científico y no es posible dar entrada al relativismo). Hablaremos también de todo ello en este blog. de momento, hay que decir que no existen los remedios "milagrosos", tenemos que insistir en ello, ni basándose en la ciencia ni mucho menos en lo oculto; desgraciadamente, vivimos una cultura con demasiados problemas de base (sociales y sicológicos); también, con una preocupante tendencia al infantilismo en la que quiere descubrirse verdades ocultas que van a llevar la salud y felicidad a los seres humano. De una manera más simple, y es algo también muy humano, a veces queremos tomarnos una pastilla o aplicar una técnica cuestionable que solucione sin más nuestros problemas y dolencias.
La Nueva Era tiene que ver con la astrología y se ha querido definir como un movimiento espiritual, lo cual ya de entrada nos da una idea de a qué nos enfrentamos; viene a significar que cuando el Sol pasa una era por cada uno de los signos del zodiaco, grandes cambios vienen a afectar a la humanidad (incluida, debe ser, la capacidad racional e intelectual de las personas). Respecto a esto último, algunos sesudos “expertos” quieren explicar el renovado interés por la magia, la brujería , y por lo esotérico en general, en base a que ha llegado esta nueva era y, como dijimos anteriormente, ha afectado notablemente a la conciencia del personal (y deberíamos decir también a su sensatez). Vamos a hacer un paralelismo entre la New Age y lo que otros sesudos expertos, esta vez al menos con cierta formación en filosofía, denominan posmodernidad. De entrada, de ambos conceptos viene a hablarse en fechas muy similares; segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Es cierto que no puede hablarse en la New Age de dogmatismo, concepto anatema para la posmodernidad, ya que no existe una gran creencia centralizada en un institución única, sino un afán de sincretismo de aquí te espero; en otras palabras, frente a una creencia absurda única e infalible, existe toda una pléyade de creencias y pretensiones absurdas, viejas o nuevas formas de religiosidad, acumuladas sin orden ni concierto y muy a gusto del consumidor. Recordemos que la posmodernidad, en la misma línea, se caracteriza por la negación de los grandes discursos (religiosos, ideológicos o científicos) y, de manera consecuente, por una profunda subjetividad. Otro factor coincidente con los rasgos posmodernos de la New Age es cierto relativismo, no existe una vía objetiva de acceso a la verdad y todo depende de la disponibilidad del individuo; por supuesto, se trata de un recurrente subterfugio que, supuestamente, imposibilita que aquellos que somos escépticos accedamos a altos niveles de espiritualidad (léase, a cualquier despropósito como puede ser un poder paranormal ). La Nueva Era, junto a la posmodernidad, también rechaza la ciencia convencional; aquella, apuesta más por el misticismo y no se desanima ante sus continuos fracasos, mientras que, según la filosofía posmoderna, la ciencia viene a ser un discurso más, por lo que equipara su validez a muchos otros.
Las creencias de la New Age pasan por toda suerte de exploraciones espirituales, místicas y, ¡ay!, relativas a la medicina alternativa; mitos judeocristianos, hinduísmo, budismo, filosofía oriental de baratillo, ocultismo, paganismo de nuevo cuño, misticismo de andar por casa, junto a alguna creencia notablemente ambiciosa, con el supuesto afán de despertar algún tipo de sabiduría “espiritual”, como es el caso de la llamada Sociedad Teosófica. Como pueden ver ustedes, se trata de una enriquecido circo espiritual plagado de elementos irrisorios, que nos hace preguntarnos a qué tipo de involución está sujeta la civilización humana (pero no, no caigamos todavía en al Apocalipsis). Vamos a aclarar cuanto antes las diferencias entre sincretismo, término con una connotación mayor de conocimiento acumulativo, y eclecticismo, el cual hace más hincapié en considerar lo que es válido de una determinada cultura; por supuesto, no somos para nada exhaustivos en estas definiciones, pero sí me gustaría señalar que lo que caracteriza el desmadre New Age es la “acumulación” de creencias sin demasiado criterio y con una inaceptable insistencia en lo “oculto”. Desgraciadamente, el ser humano, tantas veces, se deja maravillar por lo desconocido cayendo en el más lamentable misticismo en lugar de seguir haciéndose preguntas con el afán de indagar en las auténticas maravillas del universo, léase “conocimiento científico”, y de la creación humana (léase “arte”) .
No parece haber mucho recorrido en la valoración de esta New Age, sintomática de los tiempos que vivimos y explicable por causas muy terrenales. Sin embargo, el afán confusionista y embaucador de los que practican algún tipo de estas creencias les hacen mezclar el lenguaje críptico, haciendo que las personas confundan lo ininteligible con lo auténticamente inteligente, con algunos términos científicos (la física cuántica da mucho juego) y sicológicos. No obstante, esforcémonos en desenmascarar a cualquiera de estas corrientes llamando a las cosas por su nombre; todas ellas, de una manera u otra, distinguen entre un plano espiritual (trascendente) y otro meramente material, creen en fuerzas interventoras no evaluables por la ciencia, por lo que podemos denominarlas simplemente “mágicas”, y en individuos especialmente dotados para interconectar con ellas y emplearlas beneficiosamente (una suerte de mediadores espirituales, que son los que tienen el misterioso poder, y vamos a estar ya un poquito hartos de tanto mediador en nuestras vidas, místico o terrenal). Como pueden ver, el significado de todo esta jerga no se diferencia gran cosa del de las creencias religiosas tradicionales: divinidad, alma o espíritu, sacerdotes, milagros…
La gran diferencia es que, mientras las religiones tradiciones deben mantenerse fieles a sus tradiciones y dogmas (lo cual debería conducirles al fundamentalismo y a la desaparición), las creencias de la New Age parecen ignorar el origen de aquellas , que no deja de ser la explicación supersticiosa de causas naturales, y pretende aportar su propia dosis de misterio para validar fenómenos paranormales ya caducos. Eso sí, la jerga New Age suele apelar con fuerza al término “espiritualidad” y sus practicantes presumen, en ese sentido de fortalecimiento y responsabilidad personales; nuestra opinión es que se trata, crítica extensible a la religión en general, de una de las distorsiones históricas más preocupantes acerca de la razón y los valores humanos. Dedicaremos otras entradas a la indagación en el origen de la moral y a la defensa de lo inmanente frente a lo trascendente.
Algunas personas, no sé si tantas, han adoptado algunos remedios terapéuticos que podemos considerar derivados de las creencias New Age o, al menos, que hay que contextualizar en esta época que nos ocupa (y preocupa). Como en este blog, con seguridad, vamos a tratar de prácticamente todas estas terapias alternativas, no voy a extenderme ahora demasiado. Solo quiero adelantar una cosa muy importante: no hay que diferenciar entre una medicina convencional o científica y otra complementaria o alternativa; medicina solo puede y debe haber una, la que funcione y, desde ese punto de vista, sí podemos adjetivarla como “científica”, muy a pesar de nuestros amigos esotéricos o posmodernos. Si algunas de las prácticas de las terapias alternativas son válidas de verdad (y es lógico que alguna cosa pueda haber), deberían incorporarse rápidamente al conocimiento científico general, ni más ni menos; otro asunto, también muy preocupante, es la mala praxis de los que se consideran profesionales de la medicina o la interesada instrumentalización que realizan los que tienen el poder económico y político (eso es algo, insistimos, ajeno al propio método científico y no es posible dar entrada al relativismo). Hablaremos también de todo ello en este blog. de momento, hay que decir que no existen los remedios "milagrosos", tenemos que insistir en ello, ni basándose en la ciencia ni mucho menos en lo oculto; desgraciadamente, vivimos una cultura con demasiados problemas de base (sociales y sicológicos); también, con una preocupante tendencia al infantilismo en la que quiere descubrirse verdades ocultas que van a llevar la salud y felicidad a los seres humano. De una manera más simple, y es algo también muy humano, a veces queremos tomarnos una pastilla o aplicar una técnica cuestionable que solucione sin más nuestros problemas y dolencias.
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