Mala ciencia es un excelente libro, muy necesario, y escrito de manera amena y perfectamente comprensible para cualquiera que no tenga una gran formación científica. Su autor es Ben Goldacre, periodista, ensayista y siquiatra, el cual sacude ya a toda suerte de charlatanes de las seudociencias desde su columna homónima en The Guardian, y este libro es una extensión de ese trabajo.
Goldacre afirma que los grandes medios de comunicación son en gran medida responsables de esta situación en la que las seudociencias campan a sus anchas, debido a su afán de buscar certezas y trascendencia, mientras que solo resulta posible ofrecer probabilidades en numerosas ocasiones. Del mismo modo, señala a tantos periodistas ignorantes, incapaces de aplicar el sentido común antes de publicar un texto. Entre lo más valioso de Goldacre está en que no deja títeres con cabeza en sus críticas, desmontando entre otras muchas cosas el habitual victimismo de los terapeutas alternativos, muchos de los cuales aplican la misma manipulación a sus pacientes que la que realizan las grandes farmacéuticas sobre los médicos. Entre los numerosos especialistas objeto de todas las críticas, pueden estar los "científicos estrella", que se pirran por aparecer en los medios, aunque no son dignos de demasiada atención al ser muy fáciles de desenmascarar; otra cosa es el caso de los dietistas famosos. Éstos, se apoyan en grandes compañías que desean vender sus productos y publicitarlas en los grandes medios, por lo que dan una visión distorsionada de la ciencia y realizan grandes promesas a la gente. Desgraciadamente, las personas tendemos a creer en soluciones milagrosas, como es el caso de las dietas de corta duración, mientras que la única posibilidad es tener un estilo de vida sano durante largo tiempo.
La homeopatía es uno de los objetivos de Goldacre, la cual define sin más como una mala praxis. Uno de los capítulos del libro, de gran extensión, está dedicada a esta terapia y aconsejaría leer con atención la explicación de todos los tópicos sobre el asunto. Si uno de los argumentos recurrentes entre los defensores de la homeopatía es que hay ya médicos convencionales que la recetan, no está nada mal recordar que también existen profesionales profundamente incompetentes y deshonestos. Al igual que en cualquier otra profesión, puedes encontrar a médicos haciendo cosas verdaderamente idiotas, tantas veces debido a la presión de que es mejor hacer algo, que nada. Es una manera de dejar al paciente contento. Del mismo modo, por poner otro ejemplo, existen facultativos que prescriben antibióticos contra el resfriado, cuando saben perfectamente que son ineficaces e incluso contraproducentes a largo plazo. En lugar de contribuir a enseñar a la gente cómo tratar su propia enfermedad, eligen el camino más fácil. Las farmacéuticas están deseando vender sus productos y crearán también una enorme presión para que así sea, dejando a un lado la eficacia, pero podemos poner en su lugar a los terapeutas alternativos sin hacer demasiado esfuerzo -es algo que me llama la atención, se denuncia el afán de lucro de algunos actores, por ser poderosos, pero en otros se pone más peso en su supuesta condición alternativa y (seudo) humanista-. Goldacre no se esfuerza demasiado en mostrar lo irrisorio de ciertas teorías, sino que va directamente a la evidencia empírica. Los ensayos imparciales con efecto de placebo demuestran que la homeopatía no es más eficaz que aquellos. Anticipándonos una vez más a las críticas, diremos que someter un tratamiento aceptado (da igual si hablamos de la medicina convencional o la mal llamada alternativa) a un ensayo con control de placebo es un acto profundamente subversivo (lo contrario de las acusaciones que suelen hacer a los que apelamos a la ciencia, la cual solo tiene un camino si aplicamos la metodología correcta). Como parte de un discurso antiautoritario, tal como nosotros lo vemos, está el desmontar falsedades y señalar lo que puede ser mera charlatanería, no crear falsas legitimidades científicas donde no puede haberlas (aunque hay terapeutas o "mediadores" que apelan a causas más o menos esotéricas, la palabra "seudociencia" suele irritarles bastante). Uno de los capítulos de Mala ciencia está dedicado íntegramente a explicarnos cómo funciona el efecto placebo.
La homeopatía, y otras terapias alternativas, resultan inofensivas en su praxis (si no contamos con la irresponsabilidad de asegurar que se puede curar a alguien sin evidencia científica), por lo que es difícil que desaparezcan, y sí parece en gran medida una cuestión de modas. Goldacre asegura que su éxito no es fácil de explicar, aunque hay algo que parece convincente, a la gente le gusta tomar pastillas y que le aseguren que algo contienen con lo que se van a sentir mejor. Todos conocemos a personas que aseguran que la homeopatía funciona, normalmente es gente con malas experiencias en la medicina convencional (algo que no resulta nada extraño en el sistema en que vivimos), por lo que es lógico que piensen que cualquier remedio alternativo puede ayudarles. Tal y como lo expresa Goldacre: "La medicina alternativa forma parte del paisaje emocional de nuestra cultura, es una expresión más de nuestras preocupaciones y dudas sobre nuestra salud y cómo afrontarlas". Este libro lo consideramos eminentemente subversivo, no solo por destapar toda suerte de remedios y teorías irrisorias sobre la salud (insistimos, también en la medicina "oficial"), llamando a las cosas por su nombre, también por indagar de manera seria en cuestiones complejas, como es el caso de por qué existe tanta manipulación y tanta gente inteligente acaba creyendo cualquier cosa. En este blog, con seguridad seguiremos aludiendo al contenido de este libro.
Goldacre afirma que los grandes medios de comunicación son en gran medida responsables de esta situación en la que las seudociencias campan a sus anchas, debido a su afán de buscar certezas y trascendencia, mientras que solo resulta posible ofrecer probabilidades en numerosas ocasiones. Del mismo modo, señala a tantos periodistas ignorantes, incapaces de aplicar el sentido común antes de publicar un texto. Entre lo más valioso de Goldacre está en que no deja títeres con cabeza en sus críticas, desmontando entre otras muchas cosas el habitual victimismo de los terapeutas alternativos, muchos de los cuales aplican la misma manipulación a sus pacientes que la que realizan las grandes farmacéuticas sobre los médicos. Entre los numerosos especialistas objeto de todas las críticas, pueden estar los "científicos estrella", que se pirran por aparecer en los medios, aunque no son dignos de demasiada atención al ser muy fáciles de desenmascarar; otra cosa es el caso de los dietistas famosos. Éstos, se apoyan en grandes compañías que desean vender sus productos y publicitarlas en los grandes medios, por lo que dan una visión distorsionada de la ciencia y realizan grandes promesas a la gente. Desgraciadamente, las personas tendemos a creer en soluciones milagrosas, como es el caso de las dietas de corta duración, mientras que la única posibilidad es tener un estilo de vida sano durante largo tiempo.
La homeopatía es uno de los objetivos de Goldacre, la cual define sin más como una mala praxis. Uno de los capítulos del libro, de gran extensión, está dedicada a esta terapia y aconsejaría leer con atención la explicación de todos los tópicos sobre el asunto. Si uno de los argumentos recurrentes entre los defensores de la homeopatía es que hay ya médicos convencionales que la recetan, no está nada mal recordar que también existen profesionales profundamente incompetentes y deshonestos. Al igual que en cualquier otra profesión, puedes encontrar a médicos haciendo cosas verdaderamente idiotas, tantas veces debido a la presión de que es mejor hacer algo, que nada. Es una manera de dejar al paciente contento. Del mismo modo, por poner otro ejemplo, existen facultativos que prescriben antibióticos contra el resfriado, cuando saben perfectamente que son ineficaces e incluso contraproducentes a largo plazo. En lugar de contribuir a enseñar a la gente cómo tratar su propia enfermedad, eligen el camino más fácil. Las farmacéuticas están deseando vender sus productos y crearán también una enorme presión para que así sea, dejando a un lado la eficacia, pero podemos poner en su lugar a los terapeutas alternativos sin hacer demasiado esfuerzo -es algo que me llama la atención, se denuncia el afán de lucro de algunos actores, por ser poderosos, pero en otros se pone más peso en su supuesta condición alternativa y (seudo) humanista-. Goldacre no se esfuerza demasiado en mostrar lo irrisorio de ciertas teorías, sino que va directamente a la evidencia empírica. Los ensayos imparciales con efecto de placebo demuestran que la homeopatía no es más eficaz que aquellos. Anticipándonos una vez más a las críticas, diremos que someter un tratamiento aceptado (da igual si hablamos de la medicina convencional o la mal llamada alternativa) a un ensayo con control de placebo es un acto profundamente subversivo (lo contrario de las acusaciones que suelen hacer a los que apelamos a la ciencia, la cual solo tiene un camino si aplicamos la metodología correcta). Como parte de un discurso antiautoritario, tal como nosotros lo vemos, está el desmontar falsedades y señalar lo que puede ser mera charlatanería, no crear falsas legitimidades científicas donde no puede haberlas (aunque hay terapeutas o "mediadores" que apelan a causas más o menos esotéricas, la palabra "seudociencia" suele irritarles bastante). Uno de los capítulos de Mala ciencia está dedicado íntegramente a explicarnos cómo funciona el efecto placebo.
La homeopatía, y otras terapias alternativas, resultan inofensivas en su praxis (si no contamos con la irresponsabilidad de asegurar que se puede curar a alguien sin evidencia científica), por lo que es difícil que desaparezcan, y sí parece en gran medida una cuestión de modas. Goldacre asegura que su éxito no es fácil de explicar, aunque hay algo que parece convincente, a la gente le gusta tomar pastillas y que le aseguren que algo contienen con lo que se van a sentir mejor. Todos conocemos a personas que aseguran que la homeopatía funciona, normalmente es gente con malas experiencias en la medicina convencional (algo que no resulta nada extraño en el sistema en que vivimos), por lo que es lógico que piensen que cualquier remedio alternativo puede ayudarles. Tal y como lo expresa Goldacre: "La medicina alternativa forma parte del paisaje emocional de nuestra cultura, es una expresión más de nuestras preocupaciones y dudas sobre nuestra salud y cómo afrontarlas". Este libro lo consideramos eminentemente subversivo, no solo por destapar toda suerte de remedios y teorías irrisorias sobre la salud (insistimos, también en la medicina "oficial"), llamando a las cosas por su nombre, también por indagar de manera seria en cuestiones complejas, como es el caso de por qué existe tanta manipulación y tanta gente inteligente acaba creyendo cualquier cosa. En este blog, con seguridad seguiremos aludiendo al contenido de este libro.
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