Hemos defenestrado, no pocas veces, desde este blog, la religión desde un punto de vista anarquista; no cabe ninguna duda que así se produce en el anarquismo moderno, aunque matizaremos más adelante. El pensamiento anarquista es eminentemente naturalista (un término que, tal vez, gustará más que "materialista" si lo utilizamos en un sentido amplio); es decir, se esfuerza en buscar causas naturales en los fenómenos, sin incidir en las fantasías religiosas, y en transformar la realidad social desarrollando en un plano terrenal la acción y el pensamiento humanos (en lugar de trasladarlos a un plano sobrenatural).
En origen, el anarquismo radicalizó la idea de que la religión hacía más soportable a las personas los males de este mundo vendiéndoles la idea de una realidad ultraterrena en forma de paraíso; Marx, lúcidamente, consideró que se trataba de un alivio para el sufrimiento de las personas, pero caben pocas dudas de que se trata también de algo que ha servido a los poderes instituidos para mantener dócil a los humildes. Aunque la realidad es ahora mucho más compleja que este análisis, la gran pregunta de cara a una transformación revolucionaria de la sociedad es si la actitud religiosa ayuda en ese sentido. Volvamos al anarquismo clásico. No cabe duda de que la visión ácrata dirige sus furibundos ataques, sobre todo, al teísmo; a un Dios personal, omnisciente y todopoderoso, creador y legislador de los asuntos humanos (es la línea seguida por Feuerbach y Bakunin, aunque está implícito el rechazo a toda visión sobrenatural). Una excepción a este antiteísmo anarquista la constituye otro autor prestigioso, León Tolstói, que trató de conciliar el cristianismo con las ideas libertarias; su visión anarquista sobre la propiedad y el Estado quieren verse, tal y como señaló Kropotkin en su conocida entrada de la Enciclopedia Británica, tanto en los dictados de la razón como en las enseñanzas de Cristo. Las ideas anarcocristianas tolstoianas, como hemos dicho, pueden verse como la excepción de un anarquismo fundamentalmente antiteísta; resulta lógico expresarlo así, ya que el anarquismo moderno nace en Occidente, por lo que su visión contraria a la religión se centra principalmente en el monoteísmo.
No obstante, Carlos Malato, en su Filosofía del anarquismo, arremete sin ambages también contra el budismo y lo identifica con un deseo de humillación (el nirvana); la visión general en este texto es que la religiosidad acaba pronto suponiendo una actitud conservadora, aunque en origen se muestre como algo nuevo. Malato no parece realizar una crítica superficial, ya que reconoce que el budismo supone cierta concepción panteísta y materialista, aunque no le falta razón cuando señala su alteración posterior en base a elementos netamente religiosos. Malato, en su sencilla obra escrita a finales del siglo XIX, y que puede considerarse un breve compendio de la visión anarquista clásica, la fe religiosa deberá ser reemplazada por la libertad de pensamiento. Aníbal D'Auria, en "Introducción al ideario anarquista" (en Anarquismo frente al derecho, Libros de Anarres 2007), realiza un concienzudo análisis de la condición ácrata contraria a la religión, que puede resumirse en dos puntos sobre los que se dirige la más feroz crítica: la idea de un fundamento primero no material del mundo (dios, mundo de las ideas, divinidad…), y la idea de la perennidad de las almas (que pertenecerían a ese mundo ultraterreno y serían súbditas de una instancia trascendente). La concepción de la autoridad en Bakunin tiene su origen en esta visión religiosa, que luego supondría la aceptación, consciente o no, del poder político del Estado. El anarquismo clásico, volvemos a insistir, considera la historia de la humanidad como un despliegue de la razón (conteniendo esta la verdad, la justicia y la libertad) en la que se va apartando la religión, por necesaria que fuera en origen.
Las preguntas sobre la relación entre anarquismo y religión, bien entrado el complejo siglo XXI, y a pesar de ese código genético a tener en cuenta, siguen pendientes. Herbert Read, en Anarquía y orden. Ensayos sobre política, considera que la moral antecede a la religión y a la política, y estas intentarán determinar la conducta natural de la comunidad; es otra visión, para nada simple si leemos la obra mencionada, claramente naturalista. El anarquista Read, no obstante, critica una rígida visión del materialismo y apelará a cierto idealismo; piensa este autor que la sociedad necesita de algo parecido a la religión (el racionalismo y el escepticismo, por sí solos, no podrían para él ocupar su lugar), aunque dejando a un lado todo creencia sobrenatural, y que el anarquismo podía cubrir esa necesidad dando lugar a un nuevo tipo de comunidad humana. Así, el despliegue de la razón en la historia de la humanidad debería ir paralelo a un desenvolvimiento espiritual desprendido ya de toda connotación sobrenatural en el que el anarquismo, netamente humanista y naturalista a nuestro modo de ver, tiene mucho que aportar.
El anarquismo, necesariamente, mira hacia adelante, no puede mostrarse inmovilista, ni mucho menos reaccionario (otra gran pregunta es si hay alguna religión que no lo sea, directamente relacionada con una actitud conservadora ante la vida). Ha habido ciertos intentos de vincular las ideas anarquistas con ciertas religiones; más adelante hablaremos de otras, pero recientemente se ha publicado un libro llamado El islam como anarquismo místico; la tesis presente no está lejos de la mantenida por Tolstói en su momento sobre el cristianismo: se niegan las jerarquías terrenales, así como a la clase sacerdotal, pero se traslada la autoridad a Dios realizando una lectura libertaria de los textos sagrados. Son muchas las vueltas que se ha dado sobre la interpretación de la Biblia o del Corán y, aceptando que puedan existir enseñanzas valiosas en esos libros, también están plagados de contradicciones y hechos terribles; lo verdaderamente pernicioso es su visión acrítica como una verdad revelada, por lo que retornamos a una critica radical de la religión en uno de sus principales rasgos. Por otra parte, no es posible negar, en la historia de la humanidad y en sus manifestaciones culturales, que se han producido en todo tipo de comunidades, incluyendo las religiosas, algunos rasgos anarquistas como el apoyo mutuo, la horizontalidad, la justicia social o el cuestionamiento de la autoridad. Algunos autores anarquistas, como no podía ser de otra manera, se han ocupado de ello de forma rigurosa, como es el caso de Kropotkin.
No podemos estar más de acuerdo con Heleno Saña, aunque no compartamos su visión sobre la Iglesia Católica, ni tampoco del todo su idea del anarquismo moderno (no consideramos tan circunstancial su ateísmo), cuando considera que los anarquistas deben respetar la fe religiosa y, no solo jamás coaccionar a nadie, sino defender a los creyentes cuando estén amenazados. No obstante, no hay que confundir jamás la crítica a las ideas y creencias de las personas con una persecución a la persona ni una ataque a sus derechos. Una persona puede estar inspirada en las doctrinas históricas más diversas, incluidas las religiosas, y perfectamente tener una sensibilidad libertaria; no obstante, insistimos en la identificación del anarquismo con un radical espíritu crítico, con el libre examen, con la heterodoxia y con la consecuente imposibilidad de asentar verdades definitivas, por lo que tal vez de forma necesaria apuesta por una espiritualidad tan profunda como naturalista fundamentada en sólidos valores sociales. Alfredo D. Vallota, en "Reflexiones anarquistas", incide en esa espiritualidad profunda dentro del anarquismo, que le lleva, a pesar de su código genético ateo, a no observar la religión ni la idea de Dios de manera simplista.
Conclusiones
Claro que han existido personas y corrientes que han tratado, desde posturas religiosas de todo tipo, conciliarlas con el anarquismo. A pesar de ello, seguimos pensando que son muy difíciles de conciliar los códigos religiosos, especialmente sus dogmas y su culto al pasado. El misticismo es probablemente una tendencia muy humana, por supuesto, susceptible de ser criticada como creemos que realiza el anarquismo de forma radical; liberados de toda institución coercitiva, las personas son muy libres de pensar y desarrollarse como consideren más adecuado. No obstante, consideramos que el anarquismo, dentro de la sociedad plural en la que cree, y lejos de simplificaciones y de certezas, apuesta por una espiritualidad humanista y naturalista (ajena a lo sobrenatural) capaz de ocupar a nivel social el lugar de la religión y de convertir en realidad los más nobles valores humanos.
En origen, el anarquismo radicalizó la idea de que la religión hacía más soportable a las personas los males de este mundo vendiéndoles la idea de una realidad ultraterrena en forma de paraíso; Marx, lúcidamente, consideró que se trataba de un alivio para el sufrimiento de las personas, pero caben pocas dudas de que se trata también de algo que ha servido a los poderes instituidos para mantener dócil a los humildes. Aunque la realidad es ahora mucho más compleja que este análisis, la gran pregunta de cara a una transformación revolucionaria de la sociedad es si la actitud religiosa ayuda en ese sentido. Volvamos al anarquismo clásico. No cabe duda de que la visión ácrata dirige sus furibundos ataques, sobre todo, al teísmo; a un Dios personal, omnisciente y todopoderoso, creador y legislador de los asuntos humanos (es la línea seguida por Feuerbach y Bakunin, aunque está implícito el rechazo a toda visión sobrenatural). Una excepción a este antiteísmo anarquista la constituye otro autor prestigioso, León Tolstói, que trató de conciliar el cristianismo con las ideas libertarias; su visión anarquista sobre la propiedad y el Estado quieren verse, tal y como señaló Kropotkin en su conocida entrada de la Enciclopedia Británica, tanto en los dictados de la razón como en las enseñanzas de Cristo. Las ideas anarcocristianas tolstoianas, como hemos dicho, pueden verse como la excepción de un anarquismo fundamentalmente antiteísta; resulta lógico expresarlo así, ya que el anarquismo moderno nace en Occidente, por lo que su visión contraria a la religión se centra principalmente en el monoteísmo.
No obstante, Carlos Malato, en su Filosofía del anarquismo, arremete sin ambages también contra el budismo y lo identifica con un deseo de humillación (el nirvana); la visión general en este texto es que la religiosidad acaba pronto suponiendo una actitud conservadora, aunque en origen se muestre como algo nuevo. Malato no parece realizar una crítica superficial, ya que reconoce que el budismo supone cierta concepción panteísta y materialista, aunque no le falta razón cuando señala su alteración posterior en base a elementos netamente religiosos. Malato, en su sencilla obra escrita a finales del siglo XIX, y que puede considerarse un breve compendio de la visión anarquista clásica, la fe religiosa deberá ser reemplazada por la libertad de pensamiento. Aníbal D'Auria, en "Introducción al ideario anarquista" (en Anarquismo frente al derecho, Libros de Anarres 2007), realiza un concienzudo análisis de la condición ácrata contraria a la religión, que puede resumirse en dos puntos sobre los que se dirige la más feroz crítica: la idea de un fundamento primero no material del mundo (dios, mundo de las ideas, divinidad…), y la idea de la perennidad de las almas (que pertenecerían a ese mundo ultraterreno y serían súbditas de una instancia trascendente). La concepción de la autoridad en Bakunin tiene su origen en esta visión religiosa, que luego supondría la aceptación, consciente o no, del poder político del Estado. El anarquismo clásico, volvemos a insistir, considera la historia de la humanidad como un despliegue de la razón (conteniendo esta la verdad, la justicia y la libertad) en la que se va apartando la religión, por necesaria que fuera en origen.
Las preguntas sobre la relación entre anarquismo y religión, bien entrado el complejo siglo XXI, y a pesar de ese código genético a tener en cuenta, siguen pendientes. Herbert Read, en Anarquía y orden. Ensayos sobre política, considera que la moral antecede a la religión y a la política, y estas intentarán determinar la conducta natural de la comunidad; es otra visión, para nada simple si leemos la obra mencionada, claramente naturalista. El anarquista Read, no obstante, critica una rígida visión del materialismo y apelará a cierto idealismo; piensa este autor que la sociedad necesita de algo parecido a la religión (el racionalismo y el escepticismo, por sí solos, no podrían para él ocupar su lugar), aunque dejando a un lado todo creencia sobrenatural, y que el anarquismo podía cubrir esa necesidad dando lugar a un nuevo tipo de comunidad humana. Así, el despliegue de la razón en la historia de la humanidad debería ir paralelo a un desenvolvimiento espiritual desprendido ya de toda connotación sobrenatural en el que el anarquismo, netamente humanista y naturalista a nuestro modo de ver, tiene mucho que aportar.
El anarquismo, necesariamente, mira hacia adelante, no puede mostrarse inmovilista, ni mucho menos reaccionario (otra gran pregunta es si hay alguna religión que no lo sea, directamente relacionada con una actitud conservadora ante la vida). Ha habido ciertos intentos de vincular las ideas anarquistas con ciertas religiones; más adelante hablaremos de otras, pero recientemente se ha publicado un libro llamado El islam como anarquismo místico; la tesis presente no está lejos de la mantenida por Tolstói en su momento sobre el cristianismo: se niegan las jerarquías terrenales, así como a la clase sacerdotal, pero se traslada la autoridad a Dios realizando una lectura libertaria de los textos sagrados. Son muchas las vueltas que se ha dado sobre la interpretación de la Biblia o del Corán y, aceptando que puedan existir enseñanzas valiosas en esos libros, también están plagados de contradicciones y hechos terribles; lo verdaderamente pernicioso es su visión acrítica como una verdad revelada, por lo que retornamos a una critica radical de la religión en uno de sus principales rasgos. Por otra parte, no es posible negar, en la historia de la humanidad y en sus manifestaciones culturales, que se han producido en todo tipo de comunidades, incluyendo las religiosas, algunos rasgos anarquistas como el apoyo mutuo, la horizontalidad, la justicia social o el cuestionamiento de la autoridad. Algunos autores anarquistas, como no podía ser de otra manera, se han ocupado de ello de forma rigurosa, como es el caso de Kropotkin.
No podemos estar más de acuerdo con Heleno Saña, aunque no compartamos su visión sobre la Iglesia Católica, ni tampoco del todo su idea del anarquismo moderno (no consideramos tan circunstancial su ateísmo), cuando considera que los anarquistas deben respetar la fe religiosa y, no solo jamás coaccionar a nadie, sino defender a los creyentes cuando estén amenazados. No obstante, no hay que confundir jamás la crítica a las ideas y creencias de las personas con una persecución a la persona ni una ataque a sus derechos. Una persona puede estar inspirada en las doctrinas históricas más diversas, incluidas las religiosas, y perfectamente tener una sensibilidad libertaria; no obstante, insistimos en la identificación del anarquismo con un radical espíritu crítico, con el libre examen, con la heterodoxia y con la consecuente imposibilidad de asentar verdades definitivas, por lo que tal vez de forma necesaria apuesta por una espiritualidad tan profunda como naturalista fundamentada en sólidos valores sociales. Alfredo D. Vallota, en "Reflexiones anarquistas", incide en esa espiritualidad profunda dentro del anarquismo, que le lleva, a pesar de su código genético ateo, a no observar la religión ni la idea de Dios de manera simplista.
Conclusiones
Claro que han existido personas y corrientes que han tratado, desde posturas religiosas de todo tipo, conciliarlas con el anarquismo. A pesar de ello, seguimos pensando que son muy difíciles de conciliar los códigos religiosos, especialmente sus dogmas y su culto al pasado. El misticismo es probablemente una tendencia muy humana, por supuesto, susceptible de ser criticada como creemos que realiza el anarquismo de forma radical; liberados de toda institución coercitiva, las personas son muy libres de pensar y desarrollarse como consideren más adecuado. No obstante, consideramos que el anarquismo, dentro de la sociedad plural en la que cree, y lejos de simplificaciones y de certezas, apuesta por una espiritualidad humanista y naturalista (ajena a lo sobrenatural) capaz de ocupar a nivel social el lugar de la religión y de convertir en realidad los más nobles valores humanos.
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