Recientemente, un caso de un niño enfermado con difteria, por no haber sido vacunado, ha puesto el caso del movimiento antivacunas de nuevo de actualidad. Jaume Padrós, presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, ha afirmado lo siguiente: "La banalización, la relajación, la introducción de elementos ideológicos que nada tienen que ver con la práctica clínica y la evidencia científica nos puede hacer retroceder al siglo XIX", a lo que añade "Yo apelo a la responsabilidad de todo el mundo. No indicar la vacunación sistemática sin una justificación clínicamente razonable es una actuación de mala praxis médica".
Por otra parte, no se niega la posibilidad de ciertos efectos secundarios, pero se considera que los beneficios protectores son mucho mayores que los riesgos, además a un nivel comunitario (no solo personal). En sentido contrario, la Asociación de Afectados por Vacunas advierte una vez más sobre el desconocimiento, en gran parte de los casos, de los efectos adversos.
Aunque en España la corriente de oposición a las vacunas no es muy grande, en otros ámbitos geográficos si ha habido un gran alarmismo. Precisamente, los defensores de las vacunas, como Ben Goldacre, consideran que es peculiar que la cuestión se circunscriba a solo ciertos países, como Reino Unido (con lo que hoy se considera un bulo, la asociación de la Triple Vírica con el autismo) o, coyunturalmente, en Francia (esta vez, se dijo que la vacuna contra la hepatitis B producía esclerosis múltiple); también, en Estados Unidos, sin que la alarma cruzar el Atlántico, la corriente opositora se produjo por un conservante llamado timerosal, al parecer de uso habitual en el Reino Unido. Goldacre, en Mala ciencia (Paidós, Madrid 2011), repasa todos estos casos, insistismo en que muy limitados a una región concreta, y que se remontan a los mismos orígenes de las vacunas, para tratar de desmontarlos uno a uno. Ojo, esgrimiendo argumentos a favor y en contra.
Insistiremos, una vez más en este blog, que la posición a favor de las vacunas (que un humilde suscriptor no la tiene a priori de forma rígida) no supone el apoyo al sistema imperante ni mucho menos a las farmacéuticas ni a los Estados; se trata, simplemente, de buena o mala praxis, de argumentos sólidos a favor o en contra. Desgraciadamente, lo que parece un hecho, que las vacunas hayan erradicado casi en su totalidad ciertas enfermedades (como la polio), no termina de convencer a sus detractores. Necesitamos menos "ideología", es decir, circunstancias sociales, políticas y religiosas muy concretas (aunque es un argumento que puede sostener cualquier posición de manera ambigua) y una mayor evidencia empírica (que solo tiene un camino, el de la praxis científica).
La obra de Goldacre, de forma fundamentada, repasa los supuestos grandes riesgos que han supuesto ciertas vacunas, para evidenciar finalmente que fueron bulos inmediatamente propagados en una era donde la tecnología posibilita tal cosa sin que tuvieran con el tiempo un gran recorrido. Resulta imposible, es cierto, tener una seguridad al 100% de que no estamos siendo manipulados, o mejor, víctimas de una mala praxis médica (es algo más creíble que una conspiración de las multinacionales que contamina a la propia comunidad científica en sus creencias o, directamente, la compra); no obstante, la realidad parece que la vacunación ha prevenido en masa la muerte por enfermedades infecciosas, algo que parece compensar con creces unos supuestos efectos adversos no probados o producidos raramente. Por cierto, volviendo al caso del niño contagiado con difteria, una de las denuncias de la comunidad científica es que las personas contrarias a la vacunación suelen recurrir a ciertas terapias alternativas. Desgraciadamente, esas terapias se venden como inocuas y a veces resultan dramáticas si no recurrimos a una solución eficaz.
Por otra parte, no se niega la posibilidad de ciertos efectos secundarios, pero se considera que los beneficios protectores son mucho mayores que los riesgos, además a un nivel comunitario (no solo personal). En sentido contrario, la Asociación de Afectados por Vacunas advierte una vez más sobre el desconocimiento, en gran parte de los casos, de los efectos adversos.
Aunque en España la corriente de oposición a las vacunas no es muy grande, en otros ámbitos geográficos si ha habido un gran alarmismo. Precisamente, los defensores de las vacunas, como Ben Goldacre, consideran que es peculiar que la cuestión se circunscriba a solo ciertos países, como Reino Unido (con lo que hoy se considera un bulo, la asociación de la Triple Vírica con el autismo) o, coyunturalmente, en Francia (esta vez, se dijo que la vacuna contra la hepatitis B producía esclerosis múltiple); también, en Estados Unidos, sin que la alarma cruzar el Atlántico, la corriente opositora se produjo por un conservante llamado timerosal, al parecer de uso habitual en el Reino Unido. Goldacre, en Mala ciencia (Paidós, Madrid 2011), repasa todos estos casos, insistismo en que muy limitados a una región concreta, y que se remontan a los mismos orígenes de las vacunas, para tratar de desmontarlos uno a uno. Ojo, esgrimiendo argumentos a favor y en contra.
Insistiremos, una vez más en este blog, que la posición a favor de las vacunas (que un humilde suscriptor no la tiene a priori de forma rígida) no supone el apoyo al sistema imperante ni mucho menos a las farmacéuticas ni a los Estados; se trata, simplemente, de buena o mala praxis, de argumentos sólidos a favor o en contra. Desgraciadamente, lo que parece un hecho, que las vacunas hayan erradicado casi en su totalidad ciertas enfermedades (como la polio), no termina de convencer a sus detractores. Necesitamos menos "ideología", es decir, circunstancias sociales, políticas y religiosas muy concretas (aunque es un argumento que puede sostener cualquier posición de manera ambigua) y una mayor evidencia empírica (que solo tiene un camino, el de la praxis científica).
La obra de Goldacre, de forma fundamentada, repasa los supuestos grandes riesgos que han supuesto ciertas vacunas, para evidenciar finalmente que fueron bulos inmediatamente propagados en una era donde la tecnología posibilita tal cosa sin que tuvieran con el tiempo un gran recorrido. Resulta imposible, es cierto, tener una seguridad al 100% de que no estamos siendo manipulados, o mejor, víctimas de una mala praxis médica (es algo más creíble que una conspiración de las multinacionales que contamina a la propia comunidad científica en sus creencias o, directamente, la compra); no obstante, la realidad parece que la vacunación ha prevenido en masa la muerte por enfermedades infecciosas, algo que parece compensar con creces unos supuestos efectos adversos no probados o producidos raramente. Por cierto, volviendo al caso del niño contagiado con difteria, una de las denuncias de la comunidad científica es que las personas contrarias a la vacunación suelen recurrir a ciertas terapias alternativas. Desgraciadamente, esas terapias se venden como inocuas y a veces resultan dramáticas si no recurrimos a una solución eficaz.
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