A raíz de los atentados yihadistas, cada vez más numerosos en el primer mundo, se están publicando cosas demasiado amables sobre el Islam y la religión en general. Recientemente, y no sé cómo a un diario de renombre en España no le da un poquito de vergüenza publicar ciertas cosas, la carta de un lector aseguraba que "la religión musulmana al igual que la católica son religiones de paz" (sic) para acto seguido asegurar que los asesinos no tienen, al parecer, religión o solo tienen una: hacer daño. Es curioso, y estremecedor, cómo el ser humano tiene la nula capacidad de profundizar e indagar en las cosas, más allá de comentarios "buenistas" y "políticamente correctos". Vaya por delante que no considero a la musulmana peor que las otras religiones (especialmente, las monoteístas), que tal vez han sufrido otra evolución y adaptación a las instituciones, pero que cuando han tenido la sartén por el mango han cometido las mayores barbaridades contra herejes y heterodoxos. Mi talante libertario me hace considerar a las religiones, junto al nacionalismo (que no deja de ser una secularización de la idea religiosa), como una de las mayores lacras que mantiene enfrentada a la humanidad y que combaten por imponer, abiertamente o no, lo que consideran verdades absolutas. Junto a bellos mensajes, en los preceptos, dogmas y 'verdades reveladas' de las religiones podemos encontrar también incitaciones al odio y la violencia, incluso apología del genocidio como en el Antiguo Testamento. Esto es algo comprensible en textos, realizado a modo alegorías y mitos, que no dejan de ser producto de una determinada época; incluso, sus interpretaciones se han descontextualizado a menudo, para bien y para mal.
El problema a mi modo de ver las cosas estriba, precisamente, en lo que son los rasgos de la religión: absolutismo (llámese Dios o como se quiera llamar) y creencia inamovible, a menudo borricamente interpretada, en verdades reveladas. Esto, no siempre por supuesto, ayuda a que la gente termine haciendo barbaridades. Dicho esto, no es posible culpar a la religión de todos las males. Precisamente, al no creer en absolutismo alguno, no hay que pensar que la religión o el nacionalismo son males absolutos. Son creencias y actitudes perfectamente humanas, contingentes, dignas de análisis y de superación. Analicemos un poquito el porqué de la creencia religiosa. Gran parte de la humanidad sigue sumida en el sufrimiento extremo, de la guerra, el hambre y la opresión, una situación que, tal y como está dispuesto el mundo, resulta imposible de solucionar. Precisamente, ese sufrimiento, el miedo y la necesidad son caldo de cultivo de la creencia religiosa, algo difícilmente refutable con lo que creo que estarán de acuerdo los pensadores religiosos, por lo que no resulta sorprendentes las cifras de personas que se refugian en la creencia mística.
Volvemos a lo mismo, el fundamentalismo, palabra muy pervertida mediáticamente, pero que viene a significar la fidelidad a unas fundamentos (insisto, inamovibles en el caso de religión), conduce a veces a lo que conduce. No debería existir miedo en realizar este razonamiento sobre la religión, por encima de comentarios, no por bienintencionados algunos, falaces y distorsionadores. En el caso del terrorismo islámico, la situación en muchas partes del mundo, sobre todo en Oriente Medio, de la que Occidente es en gran medida responsable, no ayuda a que podamos vivir en paz. De hecho, es un insulto aludir a la paz, un lujo propio al parecer solo del primer mundo, cuando tantas personas siguen sufriendo a diario la guerra y la necesidad. Haré, por último, un análisis social y de clase, ya que en mi opinión, en mayor o en menor medida, todo está vinculado a lo material y político, condicionado por ello. Diré en primer lugar que si nos repugna el clasismo y la xenofobia, ese rechazo al musulmán por parte de cretinos reaccionarios, alimentado por la triste realidad de los atentados, no es más que parte de ello. Podemos ser radicalmente críticos con la religión, pero precisamente porque vemos a las personas por encima de sus creencias, creemos y trabajamos por esa deseada fraternidad universal (va a ser que todos los seres humanos tenemos siempre creencias, de un tipo o de otro, más o menos racionales, más o menos dogmáticas). La religión puede estar por ahí enmarañando el problema, pero se trata también de un problema de clase, como extranjeros pobres en busca de refugio empujados cada día más al olvido. En suma, profundizar en las cuestiones, en todos los ámbitos, para buscar soluciones para los males que atenazan a la humanidad. A nivel de los grandes medios, que condicionan demasiado al ciudadano medio, no parece que se esté por la labor.
El problema a mi modo de ver las cosas estriba, precisamente, en lo que son los rasgos de la religión: absolutismo (llámese Dios o como se quiera llamar) y creencia inamovible, a menudo borricamente interpretada, en verdades reveladas. Esto, no siempre por supuesto, ayuda a que la gente termine haciendo barbaridades. Dicho esto, no es posible culpar a la religión de todos las males. Precisamente, al no creer en absolutismo alguno, no hay que pensar que la religión o el nacionalismo son males absolutos. Son creencias y actitudes perfectamente humanas, contingentes, dignas de análisis y de superación. Analicemos un poquito el porqué de la creencia religiosa. Gran parte de la humanidad sigue sumida en el sufrimiento extremo, de la guerra, el hambre y la opresión, una situación que, tal y como está dispuesto el mundo, resulta imposible de solucionar. Precisamente, ese sufrimiento, el miedo y la necesidad son caldo de cultivo de la creencia religiosa, algo difícilmente refutable con lo que creo que estarán de acuerdo los pensadores religiosos, por lo que no resulta sorprendentes las cifras de personas que se refugian en la creencia mística.
Volvemos a lo mismo, el fundamentalismo, palabra muy pervertida mediáticamente, pero que viene a significar la fidelidad a unas fundamentos (insisto, inamovibles en el caso de religión), conduce a veces a lo que conduce. No debería existir miedo en realizar este razonamiento sobre la religión, por encima de comentarios, no por bienintencionados algunos, falaces y distorsionadores. En el caso del terrorismo islámico, la situación en muchas partes del mundo, sobre todo en Oriente Medio, de la que Occidente es en gran medida responsable, no ayuda a que podamos vivir en paz. De hecho, es un insulto aludir a la paz, un lujo propio al parecer solo del primer mundo, cuando tantas personas siguen sufriendo a diario la guerra y la necesidad. Haré, por último, un análisis social y de clase, ya que en mi opinión, en mayor o en menor medida, todo está vinculado a lo material y político, condicionado por ello. Diré en primer lugar que si nos repugna el clasismo y la xenofobia, ese rechazo al musulmán por parte de cretinos reaccionarios, alimentado por la triste realidad de los atentados, no es más que parte de ello. Podemos ser radicalmente críticos con la religión, pero precisamente porque vemos a las personas por encima de sus creencias, creemos y trabajamos por esa deseada fraternidad universal (va a ser que todos los seres humanos tenemos siempre creencias, de un tipo o de otro, más o menos racionales, más o menos dogmáticas). La religión puede estar por ahí enmarañando el problema, pero se trata también de un problema de clase, como extranjeros pobres en busca de refugio empujados cada día más al olvido. En suma, profundizar en las cuestiones, en todos los ámbitos, para buscar soluciones para los males que atenazan a la humanidad. A nivel de los grandes medios, que condicionan demasiado al ciudadano medio, no parece que se esté por la labor.
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