Normalmente, se considera que la psicología nace como ciencia en el siglo XIX, cuando numerosos autores intentan despojar al estudio de la mente de la especulación y la metafísica, y situarlo de esa manera junto a otras ciencias objetivas. Tal vez simplificando en exceso, puede hablarse de dos grandes ramas en la psicología moderna: la instintivista, que tiene claramente su punto de partida en Darwin y su fundamento en los instintos como motivación humana, según la cual cada conducta tiene un motivo, y cada motivo es innato en el hombre; y la conductista, que sostiene lo contrario, no existe nada innato en el hombre, todo es consecuencia de las circunstancias sociales y de la manipulación (de la familia o de otros hombres).
Puede decirse que ambas corrientes son deterministas, la instintivista y la conductista, ya que el hombre estaría condicionado, bien por condiciones biológicas, bien por circunstancias sociales, aunque el conductismo triunfara en mayor medida a lo largo del siglo XX pudiendo afirmarse que se reemplazó el estudio de la mente por el de la conducta. En la segunda mitad del siglo pasado, entra en juego la psicología cognitiva, que reúne a especialistas de diversas disciplinas científicas y en la que entra en juego de nuevo el estudio de los procesos mentales, aunque aceptando la herencia del conductismo y teniendo en cuenta siempre los presupuestos científicos (lo empírico y lo objetivo). Algunos son optimistas con la evolución de la psicología cognitiva, que daría frutos magníficos sobre el estudio de la mente humana, aunque hay que tener en cuenta siempre otros factores concurrentes en la cuestión individual (íntimamente relacionada con lo social). En cualquier caso, sí parece importante discriminar lo que está legitimado científicamente de aquello que podemos llamar pseudosicología en la era posmoderna (o en esa cosita tan irritante que llaman New Age). Veamos unos cuantos ejemplos.
La parapsicología, por su propia denominación, induce tantas veces a engaño. No se trata de una rama de ninguna disciplina científica que se estudie en universidades, aunque parece cierto que en el mundo anglosajón existe algún laboratorio que pretende haber tenido cierto éxito en sus investigaciones sobre fenómenos sobre telepatía y telequinesis. No obstante, parece que no hay nada definitivo, y las críticas son numerosas y sólidas acerca de la metodología y estadísticas de estos experimentos. Hay que decir que la parapsicología, a diferencia de otras seudociencias, comparte con la ciencia en general, y con la psicología en particular, la idea de que el método científico resulta el mejor camino para comprender el mundo. Es posible que no haya intención de fraude en muchos de estos investigadores, pero también hay que tener en cuente la enorme incidencia en nuestra cultura de este tipo de fantasías acerca de supuestos poderes extrasensoriales y las ganas de "creer" de las personas. Siempre siendo cautos con la simplificación en exceso, podemos hablar de infantilismo cultural. Frente a ello, el método científico en estos experimentos es fundamental, incluidos en él la teoría explicativa y la posibilidad de reproducción, cosas que se antojan casi imposible en la parasicología.
Otra pseudosicología es la llamada terapía de regresión, según la cual es posible volver atrás en los recuerdos, acceder a experiencias pasadas y poder así cambiar contenidos de tipo inconsciente, que se introdujeron en nuestra mente y que produjeron los males presentes; los defensores de esta terapia aceptan incluso que los recuerdos no son del todo exactos, una supuesta representación del inconsciente, lo cual puede constituir un peligro evidente, ya que la lógica nos dice que esos posibles recuerdos reprimidos son simplemente falsos. En definitiva, hay una gran cantidad de psicologías alternativas, como la terapia holística, la psicología holística, el análisis transaccional o la psicología transpersonal, en las que se juegan con ciertos conceptos más o menos psicológicos con otros abiertamente esotéricos, y que nada parece que tengan que ver con un estudio de la mente responsable.
Una terapia que parece que tiene cierta popularidad, y que tiene un nombre aparentemente atractivo, es la programación neurolingüística (PNL). Entre sus premisas se encuentran que los movimientos del cuerpo y la manera de respirar serían indicadores evidentes de cómo piensan las personas, así como la forma de mirar, y que las palabras que utilizamos reflejan la percepción interna e inconsciente de nuestros problemas. La percepción que del mundo tiene el individuo es una premisa fundamental de la psicología cognitivo-conductual, perfectamente validada en lo empírico y habitual en la sicología clínica; si embargo, con la utilización del inconsciente y de las palabras, mezclados alegremente con conceptos más sólidos como la percepción y los procesos cerebrales, entramos en un terreno pseudocientífico. En el momento que demos, en según qué terapias, con un cóctel en el que se mezcla la felicidad, el desarrollo personal, el cambio o el despertar del "poder", habría que huir bien lejos. Las aspiraciones holísticas de estas técnicas también pueden ser otro síntoma obvio de su condición esotérica, cuando aparecen muy vinculadas a la parapsicología o a toda suerte de terapias alternativas. El ser humano sigue teniendo muchas debilidades y muchas necesidades, además de las meramente materiales o físicas, y creemos que es muy susceptible de ser manipulado, tanto por la religión, como por ciertas disciplinas alternativas no muy distantes de lo místico.
Puede decirse que ambas corrientes son deterministas, la instintivista y la conductista, ya que el hombre estaría condicionado, bien por condiciones biológicas, bien por circunstancias sociales, aunque el conductismo triunfara en mayor medida a lo largo del siglo XX pudiendo afirmarse que se reemplazó el estudio de la mente por el de la conducta. En la segunda mitad del siglo pasado, entra en juego la psicología cognitiva, que reúne a especialistas de diversas disciplinas científicas y en la que entra en juego de nuevo el estudio de los procesos mentales, aunque aceptando la herencia del conductismo y teniendo en cuenta siempre los presupuestos científicos (lo empírico y lo objetivo). Algunos son optimistas con la evolución de la psicología cognitiva, que daría frutos magníficos sobre el estudio de la mente humana, aunque hay que tener en cuenta siempre otros factores concurrentes en la cuestión individual (íntimamente relacionada con lo social). En cualquier caso, sí parece importante discriminar lo que está legitimado científicamente de aquello que podemos llamar pseudosicología en la era posmoderna (o en esa cosita tan irritante que llaman New Age). Veamos unos cuantos ejemplos.
La parapsicología, por su propia denominación, induce tantas veces a engaño. No se trata de una rama de ninguna disciplina científica que se estudie en universidades, aunque parece cierto que en el mundo anglosajón existe algún laboratorio que pretende haber tenido cierto éxito en sus investigaciones sobre fenómenos sobre telepatía y telequinesis. No obstante, parece que no hay nada definitivo, y las críticas son numerosas y sólidas acerca de la metodología y estadísticas de estos experimentos. Hay que decir que la parapsicología, a diferencia de otras seudociencias, comparte con la ciencia en general, y con la psicología en particular, la idea de que el método científico resulta el mejor camino para comprender el mundo. Es posible que no haya intención de fraude en muchos de estos investigadores, pero también hay que tener en cuente la enorme incidencia en nuestra cultura de este tipo de fantasías acerca de supuestos poderes extrasensoriales y las ganas de "creer" de las personas. Siempre siendo cautos con la simplificación en exceso, podemos hablar de infantilismo cultural. Frente a ello, el método científico en estos experimentos es fundamental, incluidos en él la teoría explicativa y la posibilidad de reproducción, cosas que se antojan casi imposible en la parasicología.
Otra pseudosicología es la llamada terapía de regresión, según la cual es posible volver atrás en los recuerdos, acceder a experiencias pasadas y poder así cambiar contenidos de tipo inconsciente, que se introdujeron en nuestra mente y que produjeron los males presentes; los defensores de esta terapia aceptan incluso que los recuerdos no son del todo exactos, una supuesta representación del inconsciente, lo cual puede constituir un peligro evidente, ya que la lógica nos dice que esos posibles recuerdos reprimidos son simplemente falsos. En definitiva, hay una gran cantidad de psicologías alternativas, como la terapia holística, la psicología holística, el análisis transaccional o la psicología transpersonal, en las que se juegan con ciertos conceptos más o menos psicológicos con otros abiertamente esotéricos, y que nada parece que tengan que ver con un estudio de la mente responsable.
Una terapia que parece que tiene cierta popularidad, y que tiene un nombre aparentemente atractivo, es la programación neurolingüística (PNL). Entre sus premisas se encuentran que los movimientos del cuerpo y la manera de respirar serían indicadores evidentes de cómo piensan las personas, así como la forma de mirar, y que las palabras que utilizamos reflejan la percepción interna e inconsciente de nuestros problemas. La percepción que del mundo tiene el individuo es una premisa fundamental de la psicología cognitivo-conductual, perfectamente validada en lo empírico y habitual en la sicología clínica; si embargo, con la utilización del inconsciente y de las palabras, mezclados alegremente con conceptos más sólidos como la percepción y los procesos cerebrales, entramos en un terreno pseudocientífico. En el momento que demos, en según qué terapias, con un cóctel en el que se mezcla la felicidad, el desarrollo personal, el cambio o el despertar del "poder", habría que huir bien lejos. Las aspiraciones holísticas de estas técnicas también pueden ser otro síntoma obvio de su condición esotérica, cuando aparecen muy vinculadas a la parapsicología o a toda suerte de terapias alternativas. El ser humano sigue teniendo muchas debilidades y muchas necesidades, además de las meramente materiales o físicas, y creemos que es muy susceptible de ser manipulado, tanto por la religión, como por ciertas disciplinas alternativas no muy distantes de lo místico.
Normalmente, se considera que la psicología nace como ciencia en el siglo XIX, cuando numerosos autores intentan despojar al estudio de la mente de la especulación y la metafísica, y situarlo de esa manera junto a otras ciencias objetivas. Tal vez simplificando en exceso, puede hablarse de dos grandes ramas en la psicología moderna: la instintivista, que tiene claramente su punto de partida en Darwin y su fundamento en los instintos como motivación humana, según la cual cada conducta tiene un motivo, y cada motivo es innato en el hombre; y la conductista, que sostiene lo contrario, no existe nada innato en el hombre, todo es consecuencia de las circunstancias sociales y de la manipulación (de la familia o de otros hombres)…
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