El pasado jueves 2 de abril, en plena Semana Santa, el cada vez menos progresista diario El País publicó un artículo, extenso al ocupar una página, llamado "A vueltas con la esperanza"; como en ese texto el catedrático hacía una obvia apología del mundo religioso, al mismo tiempo que reducía la importancia del laico, a pesar de pedir la unión de ambos, nos decidimos a mandar una cartita al periódico, la cual reproducimos a continuación.
No tengo yo toda una página, de un prestigioso diario, para mostrar mi crítica a la religión, pero trataremos de sintetizar al máximo. Decir que existe un mundo laico, muy pequeño, comparado a uno mucho mayor religioso es, cuanto menos, cuestionable. El mundo, al margen de los muchos problemas e injusticias que existen, es en mi opinión fundamentalmente laico, al menos a un nivel moral. Hoy, en aquellas sociedades donde la religión no está apartado de lo público, incluso en aquellos Estados llamados aconfesionales, existen evidentes obstáculos para el progreso; incluso, de los valores morales, tan cautivos y distorsionados por las religiones. En el terreno de las creencias personales, estoy de acuerdo con el pasaje de Marx que aludía a que la religión era "el consuelo de los afligidos"; no obstante, preferimos trabajar para que no existan afligidos en el mundo. "Esperanza", o "salvación", términos a los que tanto aluden los religiosos, son conceptos demasiado ambiguos; lo más honesto, en mi opinión, es dar a la vida y a los valores humanos un sentido pleno en esta existencia, la terrenal, la única que conocemos. En eso estoy muy de acuerdo con el gran Albert Camus, al que Manuel Fraijó alude de manera un tanto confusa. Parafraseando a Fernando Savater, ya en el siglo XXI la cuestión no es cuál religión es mejor, el verdadero debate es si resulta o no necesaria.
No tengo yo toda una página, de un prestigioso diario, para mostrar mi crítica a la religión, pero trataremos de sintetizar al máximo. Decir que existe un mundo laico, muy pequeño, comparado a uno mucho mayor religioso es, cuanto menos, cuestionable. El mundo, al margen de los muchos problemas e injusticias que existen, es en mi opinión fundamentalmente laico, al menos a un nivel moral. Hoy, en aquellas sociedades donde la religión no está apartado de lo público, incluso en aquellos Estados llamados aconfesionales, existen evidentes obstáculos para el progreso; incluso, de los valores morales, tan cautivos y distorsionados por las religiones. En el terreno de las creencias personales, estoy de acuerdo con el pasaje de Marx que aludía a que la religión era "el consuelo de los afligidos"; no obstante, preferimos trabajar para que no existan afligidos en el mundo. "Esperanza", o "salvación", términos a los que tanto aluden los religiosos, son conceptos demasiado ambiguos; lo más honesto, en mi opinión, es dar a la vida y a los valores humanos un sentido pleno en esta existencia, la terrenal, la única que conocemos. En eso estoy muy de acuerdo con el gran Albert Camus, al que Manuel Fraijó alude de manera un tanto confusa. Parafraseando a Fernando Savater, ya en el siglo XXI la cuestión no es cuál religión es mejor, el verdadero debate es si resulta o no necesaria.
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