martes, 29 de diciembre de 2015

Relatos cuánticos en los límites de lo desconocido

No recuerdo muy bien qué hacía yo en aquella sala de conferencias. Tal vez, mi conciencia y mis actos se habían visto alterados por algún extraño fenómeno, y aseguro no ser proclive a consumir determinadas sustancias. El caso es que, cuando la nebulosa frente a mis ojos empezaba a disiparse, pude comprobar que me encontraba entre un numeroso grupo de seres humanos con una amplia, y sospechosa, sonrisa en el rostro. Parecía alegremente dispuestos a escuchar un ignoto discurso de una mujer de mediana edad, con una actitud no menos afable que el resto, que se encontraba ya saliendo al estrado de aquella amplia sala de conferencias, pulcra y elegante, aunque algo aséptica. Mi perplejidad, poco o nada disimulada, me distinguía de la uniformidad del resto, por lo que me forcé enseguida a esbozar una sonrisa sin demasiado éxito. La disertación dirigida a la platea no tardó en comenzar. Después de un animado saludo cercano a una arenga, se mencionó una breve y concisa descripción de la "mecánica cuántica". Vaya, ¡qué bien!, me dije esta vez ya con algo parecido a una sonrisa; se trataba de una conferencia científica, y sobre un tema para mí casi desconocido.

Desgraciadamente, no iba a tardar demasiado en entrar en un pozo profundo, donde mi pobre y esperanzado gozo inicial se iba a ahogar si remedio. La mujer, de tono más bien melifluo, comenzaba muchas de sus explicaciones con un "como ustedes saben", tal vez tratando de que su audiencia se sintiera más o menos ilustrada. Así, parafraseando lo que recuerdo de aquella plática, la mecánica cuántica, "como ustedes saben", viene a decir que en cualquier sistema físico existe una diversa multiplicidad de estados. Se trataba, al parecer, de los consabidos "estado cuánticos". Hasta ese momento, hasta yo podía seguir sin demasiado obstáculo a la demasiado benévola conferenciante. Esa breve descripción fue acompañada, durante un lapso de tiempo no muy dilatado, con conceptos físicos de fácil comprensión incluso para un escolar: "células", "átomos", "protones", "electrones", "quarks"… "Como ustedes saben", estamos compuestos de todo eso, y mucho más, pero la cosa disparó todas las pobres alarmas de mi cuerpo, cuando la afectuosa conferenciante pronunció las palabrsa mágica: ¡desequilibrio energético!

Forzando un gesto que quería simular tranquilidad y alegría, me dije a mí mismo que soy un exagerado. Llevo demasiado lejos mi actitud incrédula, seguramente basada tantas veces en una supina ignorancia. Cuando pensé estas palabras, casi pude también escuchar a algún conocido mío aplaudiendo mi improvisada y no repetible lucidez. No obstante, una voz en mi interior me dijo inmediatamente que me callara y que prestara atención a lo que ocurría a mi alrededor. Efectivamente, el discurso continuaba y de qué manera. La mujer llegó a decir que el descubrimiento más importante de todos los tiempos, por supuesto mucho más que la penicilina o que los transplantes de órganos, fue cuando se descubrió que las enfermedades eran producto de un "desequilibrio energético" producto de una vibración en "baja frecuencia" (o algo similar). Creo que llegué a emitir un gritito, que solo fue audible para las personas más próximas. El hombre de mediana edad que tenía a mi izquierda, sin perder la sonrisa ni el aparente aplomo, me tocó en el hombro para comprobar que todo iba bien. Con unas gotas de sudor cayendo por mi rostro, le llegué a decir que, seguramente, como un efecto directo de lo que estaba oyendo, se me había alterado la energía.

El discurso, a pesar de lo que estaba pasando en el patio de butacas, continuaba. Cuando se llegó a decir que, gracias a la mecánica cuántica, podíamos decir hoy en día que los milagros sí existen, la cosa adquirió para el que suscribe un cariz cercano al surrealismo. Aunque no estoy seguro, ya que mi consciencia quedaba eximida de cualquier responsabilidad en aquellos momentos, creo que llegó a pronunciarse a un doctor o profesor descubridor de aquellos milagros transmutados en realidades científicas. Sin pretender ser riguroso, ni mucho menos, el nombre que recuerdo es Frank de Copenhague. La cuestión era que los milagros, la magia, la holística, el poder de la mente sobre la materia, etcétera, etcétera, todo eso, que hasta hace poco formaba parte de un misticismo galopante, ya pretendía ser explicado científicamente. Gracias a nuestra mente, podíamos actuar sobre la energía del cuerpo y equilibrar alegremente la energía. Mi mente no daba para más.

Por supuesto que la mente influye sobre el cuerpo. De hecho, el mío, estaba acorde con mi pensamiento y mi voluntad en aquellos momentos. Todo muy triste, mohíno, carente de la menos actividad energética. Destacaba, en cuanto a cuerpo y mente, con el resto de la audiencia. Esta, desconozco si bailaba, tenía espasmos o vibraba a un ritmo frenético. Como puede resultar a estas alturas del relato ya evidente, estaba llamando la atención entre aquella masa uniformada, aunque de gran dinamismo. Incluso, la conferenciante, sin parar de pronunciar términos ya ininteligibles, parecía vibrar a tal velocidad, que parecía cambiar las partículas de su cuerpo. Aquello debían ser los diferentes estados cuánticos, a elegir según temporada. El mío, en cambio, era inamovible y bastante mustio. Tanto la conferenciante como su agradecido público, sin detener su actividad, clavaron su mirada en mí de manera censora e inquisitiva. Algunos miembros de su cuerpo, igualmente excitados, parecían indicarme que estaba obligado a vibrar con el resto. Obviamente, solo podía hacerse una lectura de aquello: todos gozaban de una excelente salud y yo era el enfermo. Continuará.

1 comentario:

  1. Se trataba, sin duda, de los consabidos... "cuentos", esos a los que León Felipe dedicó un extraordinario poema.

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