Recientemente, he hecho un viaje por diversos países de lo que en Occidente denominamos Lejano Oriente. Con no pocas dosis de estupor, comprobé que en aquellas sociedades, junto a la medicina convencional (o, mejor, científica), existe cierta querencia por las terapias alternativas. De forma más concreta, se alaban ciertas prácticas de la medicina occidental, cuyos postulados están mayoritariamente obsoletos desde el punto de vista científico. Es más, por lo que pude comprobar, la palabra Occidente actúa como un mecanismo catártico en la retórica habitual de estos "terapeutas" alternativos, que también vienen a ocupar un rol de maestros espirituales, por lo que la frontera entre medicina y creencia mística es bastante difusa.
Así, por ejemplo, existen academias no oficiales en estos países orientales donde todavía se siguen enseñando la Teoría de los Cuatro Humores, creencia que se remontan a 2.500 años de Antigüedad en la cultura occidental. Sabios de la época, como Hipócrates consideraban que los humores, líquidos esenciales del cuerpo humano, eran cuatro: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla (identificables, además, con los cuatro elementos de la naturaleza: aire, agua, tierra y fuego). Además, según una visión científica arcaica e identificable por cualquiera con la mínima formación, se consideraba que el predominio de uno u otro humor afectaba a la personalidad del individuo: impulsivo (sanguíneo), tranquilo (flemático), melancólico o colérico. Como no podía ser de otro modo en la filosofía antigua, el objetivo era buscar el equilibro de carácter y del cuerpo. Para alcanzarlo, agárrense ustedes por si pensaban que esto era algo moderno y alternativo, era necesaria una alimentación adecuada mediante la combinaciones más variopintas de los elementos culinarios. Todas estas teorías, propias del pasado y ya superadas desde el punto de vista científico, que más bien hay que llamar creencias, han generado toda una cultura alternativa en torno a la salud y la alimentación.
Las prácticas alternativas de estos países del Lejano Oriente, inspiradas en el exotismo occidental, son muy diversas (aunque, obviamente, con un nexo: carecer de base científica alguna). Un factor metafísico importante, dentro de muchas de ellas, es lo que llamamos Teleología o existencia de algún fin o propósito en la existencia: en el Universo, en la historia de la humanidad, en el propio ser, afectando también a su cuerpo (y, consecuentemente, a la salud), etc. Se trata de un agente metafísico primordial, de carácter trascendental, que en la cultura de Occidente se ha denominado de forma más concreta como Dios, aunque puede recibir el nombre que uno quiera (y podemos comprobar que nuestros terapeutas alternativos de Oriente usan cantidad de subterfugios). Es tal vez explicable este gusto alternativo, en las sociedades orientales actuales, por lo que sencillamente podemos llamar aquí "monoteísmo", ya que se observa como algo singular al estar su propia cultura plagada de creencias politeístas y de diversa índole metafísica. Estos terapeutas alternativos, aunque se adornen en primera instancia con una retórica pseudocientífica, no tardan en invocar algún factor trascendental de naturaleza espiritual ante la perplejidad de un paciente, que estará tal vez en una buena disposición para acabar creyendo en la mano divina o en algo parecido.
Todo esto nos lleva a pensar que estas medicinas alternativas tienen mucho que ver con cosmogonías occidentales, que eran más propias de la creencia religiosa o, desde el punto de vista científico, sencillamente están obsoletas. Con seguridad, no todos los prácticantes de las terapias conocen en profundidad estas teorías cosmogónicas. Muchos de ellos, a nivel de usuario me refiero, es posible incluso que se consideren no creyentes e incluso ateos. No obstante, este interés por parte de terapeutas, "maestros", gurús e iluminados de diverso pelaje, de forma consciente o inconsciente, y revistiendo sus "enseñanzas" de una retórica exótica y abstrusa, por no explicar que sus enseñanzas se basan, ni más ni menos, en visiones científicas obsoletas, en una época en la que frontera con la religión era muy tenue, se traduce en diversos aspectos que incrementan la perplejidad de escépticos y críticos. Así, el supuesto poder sobre la materia del Dios judeocristiano, o el nombre que se le haya querido dar en la práctica, hace que los terapeutas, convertidos en una suerte de mediadores espirituales, lo utilicen para sanar al paciente mediante diversas técnicas de imposición de manos.
Hemos mencionado algunas de estas terapias alternativas, de origen en la cultura occidental, que en están sociedades orientales están sufriendo un verdadero antagonismo con su propia cultura y, por supuesto, con el método científico auténtico), pero son muchas y variadas. Especialmente curiosa resulta esa que aboga por la conquista de una salud perfecta basada en el posible acceso al mundo de las ideas platónico (abandonando así este terrible mundo de las apariencias, teoría que es una muestra más del trillado dualismo metafísico religioso). Vivir para ver. Otro ejemplo, que en la tradición occidental se ha dado por obsoleto desde hace al menos un par de siglos, es la llamada Sangría, o extracción de la sangre para supuestamente tratar ciertas dolencias. Esta técnica, que se realiza a través de una incisión llamada "flebotomía", a diferencia de otras técnicas alternativas, entraña un considerable peligro y ha costado la vida a más de un incauto. Y es que el peligro que entraña la medicina alternativa, aunque se insista en que sus técnicas sean la mayor parte de las veces inocuas, es real si no pones verdaderos medios para sanar tu enfermedad. Uno de los rasgos comunes a los practicantes de todas estas terapias alternativas, o falsamente complementarias a la medicina científica (la que funciona, queremos decir), es que cada vez que pones en cuestión toda la verborrea y parafernalia que nos quieren vender, sus practicantes no tardan en tener un feroz ataque de cólera (y no nos referimos a la enfermedad de origen bacteriano, muy tratable por métodos científicos), a veces con insultos y acusaciones de todo tipo. Todo muy familiar, en Oriente y en Occidente.
Así, por ejemplo, existen academias no oficiales en estos países orientales donde todavía se siguen enseñando la Teoría de los Cuatro Humores, creencia que se remontan a 2.500 años de Antigüedad en la cultura occidental. Sabios de la época, como Hipócrates consideraban que los humores, líquidos esenciales del cuerpo humano, eran cuatro: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla (identificables, además, con los cuatro elementos de la naturaleza: aire, agua, tierra y fuego). Además, según una visión científica arcaica e identificable por cualquiera con la mínima formación, se consideraba que el predominio de uno u otro humor afectaba a la personalidad del individuo: impulsivo (sanguíneo), tranquilo (flemático), melancólico o colérico. Como no podía ser de otro modo en la filosofía antigua, el objetivo era buscar el equilibro de carácter y del cuerpo. Para alcanzarlo, agárrense ustedes por si pensaban que esto era algo moderno y alternativo, era necesaria una alimentación adecuada mediante la combinaciones más variopintas de los elementos culinarios. Todas estas teorías, propias del pasado y ya superadas desde el punto de vista científico, que más bien hay que llamar creencias, han generado toda una cultura alternativa en torno a la salud y la alimentación.
Las prácticas alternativas de estos países del Lejano Oriente, inspiradas en el exotismo occidental, son muy diversas (aunque, obviamente, con un nexo: carecer de base científica alguna). Un factor metafísico importante, dentro de muchas de ellas, es lo que llamamos Teleología o existencia de algún fin o propósito en la existencia: en el Universo, en la historia de la humanidad, en el propio ser, afectando también a su cuerpo (y, consecuentemente, a la salud), etc. Se trata de un agente metafísico primordial, de carácter trascendental, que en la cultura de Occidente se ha denominado de forma más concreta como Dios, aunque puede recibir el nombre que uno quiera (y podemos comprobar que nuestros terapeutas alternativos de Oriente usan cantidad de subterfugios). Es tal vez explicable este gusto alternativo, en las sociedades orientales actuales, por lo que sencillamente podemos llamar aquí "monoteísmo", ya que se observa como algo singular al estar su propia cultura plagada de creencias politeístas y de diversa índole metafísica. Estos terapeutas alternativos, aunque se adornen en primera instancia con una retórica pseudocientífica, no tardan en invocar algún factor trascendental de naturaleza espiritual ante la perplejidad de un paciente, que estará tal vez en una buena disposición para acabar creyendo en la mano divina o en algo parecido.
Todo esto nos lleva a pensar que estas medicinas alternativas tienen mucho que ver con cosmogonías occidentales, que eran más propias de la creencia religiosa o, desde el punto de vista científico, sencillamente están obsoletas. Con seguridad, no todos los prácticantes de las terapias conocen en profundidad estas teorías cosmogónicas. Muchos de ellos, a nivel de usuario me refiero, es posible incluso que se consideren no creyentes e incluso ateos. No obstante, este interés por parte de terapeutas, "maestros", gurús e iluminados de diverso pelaje, de forma consciente o inconsciente, y revistiendo sus "enseñanzas" de una retórica exótica y abstrusa, por no explicar que sus enseñanzas se basan, ni más ni menos, en visiones científicas obsoletas, en una época en la que frontera con la religión era muy tenue, se traduce en diversos aspectos que incrementan la perplejidad de escépticos y críticos. Así, el supuesto poder sobre la materia del Dios judeocristiano, o el nombre que se le haya querido dar en la práctica, hace que los terapeutas, convertidos en una suerte de mediadores espirituales, lo utilicen para sanar al paciente mediante diversas técnicas de imposición de manos.
Hemos mencionado algunas de estas terapias alternativas, de origen en la cultura occidental, que en están sociedades orientales están sufriendo un verdadero antagonismo con su propia cultura y, por supuesto, con el método científico auténtico), pero son muchas y variadas. Especialmente curiosa resulta esa que aboga por la conquista de una salud perfecta basada en el posible acceso al mundo de las ideas platónico (abandonando así este terrible mundo de las apariencias, teoría que es una muestra más del trillado dualismo metafísico religioso). Vivir para ver. Otro ejemplo, que en la tradición occidental se ha dado por obsoleto desde hace al menos un par de siglos, es la llamada Sangría, o extracción de la sangre para supuestamente tratar ciertas dolencias. Esta técnica, que se realiza a través de una incisión llamada "flebotomía", a diferencia de otras técnicas alternativas, entraña un considerable peligro y ha costado la vida a más de un incauto. Y es que el peligro que entraña la medicina alternativa, aunque se insista en que sus técnicas sean la mayor parte de las veces inocuas, es real si no pones verdaderos medios para sanar tu enfermedad. Uno de los rasgos comunes a los practicantes de todas estas terapias alternativas, o falsamente complementarias a la medicina científica (la que funciona, queremos decir), es que cada vez que pones en cuestión toda la verborrea y parafernalia que nos quieren vender, sus practicantes no tardan en tener un feroz ataque de cólera (y no nos referimos a la enfermedad de origen bacteriano, muy tratable por métodos científicos), a veces con insultos y acusaciones de todo tipo. Todo muy familiar, en Oriente y en Occidente.
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