Mario Bunge, en su libro Crisis y reconstrucción de la filosofía,
refuta a los que consideran el humanismo secular (puede verse como una
forma más amplia de llamar al ateísmo) al no considerarlo una simple
doctrina que niega lo sobrenatural. Es más, este autor considera que se
trata en realidad de "una cosmovisión positiva y amplia".
Así, presenta siete tesis sobre el humanismo secular:
1. Cosmológica: todo lo que existe es natural o producto del trabajo humano, ya sea manual o mental. Si queremos verlo de modo negativo: en el mundo no hay nada sobrenatural.
2. Antropológica: las diferencias individuales entre las personas son poco importantes en comparación con los aspectos comunes que nos hacen a todos miembros de la misma especie. Puesto en términos negativos: no existen hombres ni razas superiores.
3. Axiológica: aunque los diferentes grupos humanos puedan tener valores diferentes, hay muchos valores universales básicos, tales como bienestar, honestidad, lealtad, solidaridad, justicia, seguridad, paz y conocimiento, por los cuales vale la pena trabajar e incluso luchar. Puesto en términos negativos: el relativismo axiológico radical es falso y perjudicial.
4. Epistemológica: es posible y deseable hallar la verdad acerca del mundo y de nosotros mismos recurriendo únicamente a la experiencia, la razón, la imaginación, la crítica y la acción. Puesto de manera negativa: el escepticismo radical y el relativismo gnoseológico son falsos y nocivos.
5. Moral: debemos buscar la salvación en este mundo, el único real, por medio del trabajo y el pensamiento, antes que por la oración y el enfrentamiento, y debemos disfrutar la vida, así como intentar ayudar a los demás a vivir, en lugar de perjudicarlos.
6. Social: libertad, igualdad y fraternidad, valores que deben concretarse en la administración de la comunidad.
7. Política: a la vez que defendemos tanto la libertad de culto y la diversidad de cultos, como la libertad de inclinación política y la diversidad de las inclinaciones políticas, debemos esforzarnos por lograr o mantener una sociedad laica, así como un orden social íntegramente democrático, a salvo de las desigualdades injustificadas y las chapuzas técnicas evitables.
Bunge considera que cada humanista secular puede dar un valor con mayor o menor peso a cualquier de estos puntos. Al alejarse de cualquier posición sectaria y dogmática, el humanismo secular supone un amplio abanico que puede abarcar, tanto a activistas sociales, como a librepensadores de diverso pelaje. Por ejemplo, aunque este autor habla de un estado laico, para evitar confusiones y llevando las cosas a un terreno libertario (ojo, con una visión si se quiere más amplia), me he permitido hablar mejor de una sociedad o de una comunidad laica. Bunge es un hombre de izquierdas, muy progresista; su crítica a la praxis marxista y su apuesta por un socialismo cooperativista podrían acercarle sin problemas a una crítica radical al Estado como órgano político y a una postura libertaria.
La revolución informática, como cualquier otra en el pasado producida en el ámbito técnico, se ha producido en un ámbito de inaceptables desigualdades sociales. Es por eso que cualquier persona con inquietudes humanistas debe observar y ser crítico con las consecuencias del ambivalente progreso tecnológico. Se aplaude toda innovación técnica puesta al servicio de valores humanos, pero se advierte de la definitiva enajenación del ser humano. Consecuentemente, un filósofo y científico como Bunge reivindica una visión secular que abarque al conjunto de la humanidad. Si bien el humanismo puede tener un cariz religioso, lo mismo que un ateo o agnóstico puede estar exento de inquietudes éticas, se considera aquí que es el humanismo secular, combativo con cualquier postura trascendente y sobrenatural, es el que nos coloca en mejor posición para el progreso social y moral.
Bunge considera que la filosofía está estancada y, a pesar de que es muy crítico con ese culto al pasado del pensamiento y con los grandes sistemas filosóficos, reivindica sin problemas los valores de la Ilustración: una corriente naturalista, humanística, racionalista y progresista. El filosofar no es una mera actividad de especialistas, sino que debe ser inherente al conjunto de la especie humana. Para el progreso, han sido necesarios el deseo del ser humano para conocer, la capacidad de hacerse preguntas y la indagación. Ahora, de forma más necesaria que nunca por el nivel de enajenación producido por la revolución tecnológica, se demanda una visión filosófica de conjunto, capaz de interpretar los cambios y saltos decisivos en el conocimiento científico y de preguntarse sobre su significado.
Así, presenta siete tesis sobre el humanismo secular:
1. Cosmológica: todo lo que existe es natural o producto del trabajo humano, ya sea manual o mental. Si queremos verlo de modo negativo: en el mundo no hay nada sobrenatural.
2. Antropológica: las diferencias individuales entre las personas son poco importantes en comparación con los aspectos comunes que nos hacen a todos miembros de la misma especie. Puesto en términos negativos: no existen hombres ni razas superiores.
3. Axiológica: aunque los diferentes grupos humanos puedan tener valores diferentes, hay muchos valores universales básicos, tales como bienestar, honestidad, lealtad, solidaridad, justicia, seguridad, paz y conocimiento, por los cuales vale la pena trabajar e incluso luchar. Puesto en términos negativos: el relativismo axiológico radical es falso y perjudicial.
4. Epistemológica: es posible y deseable hallar la verdad acerca del mundo y de nosotros mismos recurriendo únicamente a la experiencia, la razón, la imaginación, la crítica y la acción. Puesto de manera negativa: el escepticismo radical y el relativismo gnoseológico son falsos y nocivos.
5. Moral: debemos buscar la salvación en este mundo, el único real, por medio del trabajo y el pensamiento, antes que por la oración y el enfrentamiento, y debemos disfrutar la vida, así como intentar ayudar a los demás a vivir, en lugar de perjudicarlos.
6. Social: libertad, igualdad y fraternidad, valores que deben concretarse en la administración de la comunidad.
7. Política: a la vez que defendemos tanto la libertad de culto y la diversidad de cultos, como la libertad de inclinación política y la diversidad de las inclinaciones políticas, debemos esforzarnos por lograr o mantener una sociedad laica, así como un orden social íntegramente democrático, a salvo de las desigualdades injustificadas y las chapuzas técnicas evitables.
Bunge considera que cada humanista secular puede dar un valor con mayor o menor peso a cualquier de estos puntos. Al alejarse de cualquier posición sectaria y dogmática, el humanismo secular supone un amplio abanico que puede abarcar, tanto a activistas sociales, como a librepensadores de diverso pelaje. Por ejemplo, aunque este autor habla de un estado laico, para evitar confusiones y llevando las cosas a un terreno libertario (ojo, con una visión si se quiere más amplia), me he permitido hablar mejor de una sociedad o de una comunidad laica. Bunge es un hombre de izquierdas, muy progresista; su crítica a la praxis marxista y su apuesta por un socialismo cooperativista podrían acercarle sin problemas a una crítica radical al Estado como órgano político y a una postura libertaria.
La revolución informática, como cualquier otra en el pasado producida en el ámbito técnico, se ha producido en un ámbito de inaceptables desigualdades sociales. Es por eso que cualquier persona con inquietudes humanistas debe observar y ser crítico con las consecuencias del ambivalente progreso tecnológico. Se aplaude toda innovación técnica puesta al servicio de valores humanos, pero se advierte de la definitiva enajenación del ser humano. Consecuentemente, un filósofo y científico como Bunge reivindica una visión secular que abarque al conjunto de la humanidad. Si bien el humanismo puede tener un cariz religioso, lo mismo que un ateo o agnóstico puede estar exento de inquietudes éticas, se considera aquí que es el humanismo secular, combativo con cualquier postura trascendente y sobrenatural, es el que nos coloca en mejor posición para el progreso social y moral.
Bunge considera que la filosofía está estancada y, a pesar de que es muy crítico con ese culto al pasado del pensamiento y con los grandes sistemas filosóficos, reivindica sin problemas los valores de la Ilustración: una corriente naturalista, humanística, racionalista y progresista. El filosofar no es una mera actividad de especialistas, sino que debe ser inherente al conjunto de la especie humana. Para el progreso, han sido necesarios el deseo del ser humano para conocer, la capacidad de hacerse preguntas y la indagación. Ahora, de forma más necesaria que nunca por el nivel de enajenación producido por la revolución tecnológica, se demanda una visión filosófica de conjunto, capaz de interpretar los cambios y saltos decisivos en el conocimiento científico y de preguntarse sobre su significado.
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