Las observaciones subjetivas contaminan cualquier problemática humana. Si a esto le añadimos otros muchos factores, resulta francamente difícil a priori evaluar si determinada terapia es o no válida (eso, en el caso de la medicina alternativa, no hablemos ya de otro tipo de "experiencias") .
En no pocos casos, queremos ver una asociación donde lo más lógico es que no la haya; si tengo un dolor, lo más probable es que la molestia remita sin más (la consabida "regresión a la media"); sin embargo, si hemos tomado algún médicamento, o llevado a cabo determinada terapia, la asociación automática es inmediata. El mercado está plagado de todo tipo de soluciones "mágicas" para la salud, la belleza, el bienestar espiritual, en definitiva, las promesas de una vida mejor. Y cuando digo mercado, me refiero al oficial… y también al alternativo, que aspira a ser oficial, por supuesto.
El sentido común nos dice que hacer ejercicio y cuidar la alimentación nos coloca en una disposición excelente para tener una salud envidiable. Sin embargo, por diversos motivos, queremos ver un vínculo entre determinado producto (la "pastilla mágica" de rigor) y nuestra mejora de la salud. Y no hablamos necesariamente de medicamentos; llegué a escuchar en cierta ocasión que tomar una manzana diaria suponía prácticamente vivir 100 años. Sin más, no hace falta ni mover el trasero lo más mínimo ni cuidar la dieta con otros alimentos saludables. Por los motivos que sean, y la frívola sociedad de consumo que se ha consolidado en la modernidad debe ser un gran culpable, mucha gente quiere creer este tipo de cosas.Aludimos siempre al "efecto placebo" para explicar por qué tantas personas aseguran que les ha funcionado una terapia. Es tan sencillo como pensar que es una de la explicaciones, aunque no la única; la "regresión a la media" es otra de ellas, la dolencia remite o directamente empeoras, pero, claro, entonces es que era algo grave y necesitamos una terapia que de verdad funcione: esto es lo que debe ser la medicina, no necesita apelativo alguno. El placebo, es decir, una serie de factores subjetivos que le hacen creer al cerebro del paciente que de verdad va a funcionar lo que nos están administrando, es una mera cuestión de sugestión, que alivia a la persona, pero que difícilmente va a curar una enfermedad seria. Es lo que explica que alguna terapias parecen funcionar para algunas personas; y el placebo adopta diversas formas, no solo hay que hablar de medicamentos. Efecto placebo, "regresión a la media" (el cuerpo tiende a volver a la normalidad), junto a nuestro deseo permanente de buscar asociaciones donde no existen, es lo que parece explicar el "éxito" relativo de tanta terapia alternativa y creencia espiritual de toda índole (la frontera entre una cosa y otra es muy ligera).
Las terapias alternativas, según mi propia experiencia subjetiva, las divido en dos tipos con grados intermedios: las que dicen ser, a pesar de todas las evidencias, verdaderamente "científicas" (que funcionan por una hipótesis verdadera y una constatación empírica) y las que, patéticamente acorraladas por el método científico real, apelan a entes sobrenaturales (esto es, de manera evidente o no tanto). Esto último, a un nivel ya bastante vulgar, suele ir acompañado de alguna frase tipo "la ciencia no puede explicarlo todo" (por supuesto, solo pretendemos que explique si un método es o no válido). Para eliminar tantos factores subjetivos, de tanto incauto, únicamente tenemos el método científico: una terapia o medicamento hay que probarlo con dos grupos de control, a uno se le aplica verdaderamente y a otro se le administra un placebo, y siempre de "doble ciego" (ni pacientes ni administradores deben saber cuál es uno y cuál otro, para que no influya ningún sesgo). No hagan ustedes caso a tanto vendedor de humo, la única vía para eliminar subjetividades, o directamente engaños, es este método. No obstante, hay que aceptar que es verdaderamente difícil que el ser humano tenga una objetividad completa; para eso está la ciencia, para aproximarse todo lo posible.
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