José Miguel Mulet, autor del libro Medicina sin engaños, es profesor titular de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia. Esta obra arremete contra las llamadas terapias alternativas o complementarias y hace una decidida defensa de la medicina científica. Se trata de que el lector tenga mejores armas, además de un espíritu crítico, para enfrentarse a decisiones que tengan que ver con su salud. El texto es ameno, escrito de forma sencilla, e incluso no exento de cierto agradecible sarcasmo. Aunque tantas veces se nos trata de hacer ver lo contrario, la medicina científica está siempre abierta a continuos aportes, vengan de donde vengan y siempre si se ha demostrado su eficacia. El propio Mulet alude, y a todos nos resultará familiar, eal hecho de que ciertos médicos (o pseudomédicos) dicen haber descubierto la panacea en sanación, y se aseguran de difundir que solo ellos lo han inventado y, además, pueden aplicarlo. Esta es una táctica más propia del pasado, de los charlatanes del siglo XIX.
Algo cierto, y que hay que aplicar al conjunto del conocimiento, es que los descubrimientos en medicina son producto de una labor colectiva, de innumerables investigadores científicos. Cuando algo se descubre, se debe publicar para que la comunidad científica lo conozca y pueda aplicarlo. Se nos dirá luego que hay enormes intereses creados, que habría que ve qué publicaciones son esas, pero lo que es indudable es que el método científico debe resultar definitivo en su exposición (lo que se demuestra que funciona). Si un "iluminado" nos viene con no se sabe muy bien qué tratamiento, que suele ser extraordinario y fuera de toda duda, y que además no conoce efectos secundarios, ya podemos poner todas las alertas escépticas y críticas. Las personas, a menudo, están desesperadas por sus dolencias, pero hay que tratar de que no existan supuestos terapeutas que se aprovechan de ello.
Mulet, mencionando a estos "iluminados", alude a que suelen haber visto la luz de determinada manera; tal vez, cegados por ella se cayeron del caballo camino de Damasco. Todos hemos conocido a este tipo de sujetos, que creen haber desarrollado técnicas que le son ajenas al resto de la humanidad. Mulet explica, y no puedo estar más de acuerdo, en que suelen establecer alguna conexión emocional con el paciente para poder desarrollar así su terapia (no olvidemos que con intereses crematísticos). A lo que tiene que atender el paciente, vínculos emocionales o espirituales aparte, es a si el tratamiento que le proponen es válido; si detrás de él existen un verdadero trabajo, estudio y experimentación para saber si funciona. Como ya es sabido, la medicina científica lleva a cabo los experimentos para de ahí sacar conclusiones; la pseudociencia suele actuar al revés, parte de las conclusiones para luego (supuestamente) apoyarse en la ciencia para confirmarlas.
Desgraciadamente, los seres humanos nos solemos fascinar con demasiada facilidad. Sí, además, hay de por medio problemas del tipo que sea, no es tan descabellado caer en las redes de cierto tipo de sujetos que se esfuerzan en exhibir algún magnetismo. Que alguien se exprese bien, tenga buena presencia, sea simpático, exhiba el atuendo adecuado e incluso parezca tener grandes conocimientos, no quiere decir que de fondo haya algo sólido y honesto; tenemos que ser extremadamente críticos con este tipo de aspirantes a manipular nuestras vidas (nuestra salud, en este caso, pero podemos extenderlo a todos los ámbitos de la vida). En el caso de la medicina, no se trata de impresionar a nadie (como suelen hacer los terapeutas alternativos), sino de hacer un diagnóstico serio.
Es cierto que, tantas veces, se acusa a los médicos de no dar un trato más personalizado y humano, y por supuesto que esto debe ser exigible. Sin embargo, ese tipo de trato no puede simplemente sustituir a la terapia que funcione, ni mucho menos utilizarlo para cautivar a las personas y hacer que retornen una y otra vez. Mulet alude, con notable ironía, a una serie de términos que deben disparar también nuestras alarmas al escucharlos en consulta: "energía vital", "holístico", "salud natural", "espiritual", "conciencia", "alcalino"… Del mismo modo, el abuso de frases celebres supuestamente lúcidas (esto, además, resulta irritante siempre en la vida y es un pobre sustitudo del conocimiento), presumir de experiencias, viajes, congresos, consultas, la habitual charlatanería, todo eso hay que considerarlo irrelevante de cara a la terapia. También resulta habitual el abuso de fotografías de famosos que supuestamente han sido sanados. Pues sí, todo muy familiar, tanto como para salir corriendo a buscar una verdadera solución a nuestras dolencias.
Algo cierto, y que hay que aplicar al conjunto del conocimiento, es que los descubrimientos en medicina son producto de una labor colectiva, de innumerables investigadores científicos. Cuando algo se descubre, se debe publicar para que la comunidad científica lo conozca y pueda aplicarlo. Se nos dirá luego que hay enormes intereses creados, que habría que ve qué publicaciones son esas, pero lo que es indudable es que el método científico debe resultar definitivo en su exposición (lo que se demuestra que funciona). Si un "iluminado" nos viene con no se sabe muy bien qué tratamiento, que suele ser extraordinario y fuera de toda duda, y que además no conoce efectos secundarios, ya podemos poner todas las alertas escépticas y críticas. Las personas, a menudo, están desesperadas por sus dolencias, pero hay que tratar de que no existan supuestos terapeutas que se aprovechan de ello.
Mulet, mencionando a estos "iluminados", alude a que suelen haber visto la luz de determinada manera; tal vez, cegados por ella se cayeron del caballo camino de Damasco. Todos hemos conocido a este tipo de sujetos, que creen haber desarrollado técnicas que le son ajenas al resto de la humanidad. Mulet explica, y no puedo estar más de acuerdo, en que suelen establecer alguna conexión emocional con el paciente para poder desarrollar así su terapia (no olvidemos que con intereses crematísticos). A lo que tiene que atender el paciente, vínculos emocionales o espirituales aparte, es a si el tratamiento que le proponen es válido; si detrás de él existen un verdadero trabajo, estudio y experimentación para saber si funciona. Como ya es sabido, la medicina científica lleva a cabo los experimentos para de ahí sacar conclusiones; la pseudociencia suele actuar al revés, parte de las conclusiones para luego (supuestamente) apoyarse en la ciencia para confirmarlas.
Desgraciadamente, los seres humanos nos solemos fascinar con demasiada facilidad. Sí, además, hay de por medio problemas del tipo que sea, no es tan descabellado caer en las redes de cierto tipo de sujetos que se esfuerzan en exhibir algún magnetismo. Que alguien se exprese bien, tenga buena presencia, sea simpático, exhiba el atuendo adecuado e incluso parezca tener grandes conocimientos, no quiere decir que de fondo haya algo sólido y honesto; tenemos que ser extremadamente críticos con este tipo de aspirantes a manipular nuestras vidas (nuestra salud, en este caso, pero podemos extenderlo a todos los ámbitos de la vida). En el caso de la medicina, no se trata de impresionar a nadie (como suelen hacer los terapeutas alternativos), sino de hacer un diagnóstico serio.
Es cierto que, tantas veces, se acusa a los médicos de no dar un trato más personalizado y humano, y por supuesto que esto debe ser exigible. Sin embargo, ese tipo de trato no puede simplemente sustituir a la terapia que funcione, ni mucho menos utilizarlo para cautivar a las personas y hacer que retornen una y otra vez. Mulet alude, con notable ironía, a una serie de términos que deben disparar también nuestras alarmas al escucharlos en consulta: "energía vital", "holístico", "salud natural", "espiritual", "conciencia", "alcalino"… Del mismo modo, el abuso de frases celebres supuestamente lúcidas (esto, además, resulta irritante siempre en la vida y es un pobre sustitudo del conocimiento), presumir de experiencias, viajes, congresos, consultas, la habitual charlatanería, todo eso hay que considerarlo irrelevante de cara a la terapia. También resulta habitual el abuso de fotografías de famosos que supuestamente han sido sanados. Pues sí, todo muy familiar, tanto como para salir corriendo a buscar una verdadera solución a nuestras dolencias.
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