Tuve la oportunidad hace ya tiempo de disfrutar de la lectura de El diccionario del diablo,
algo que me resultaría una grata sorpresa al no conocer en absoluto al
autor. La lucidez presente en este glosario sobre la estupidez humana,
así como la mala uva y el corrosivo sentido del humor, hicieron pasar a
la posteridad esta obra y sigue teniendo, desgraciadamente por otra
parte, plena actualidad más de un siglo después.
El estadounidense Ambrose Bierce (1842-1914) ejerció también de periodista y editorialista, siempre polémico y con la enemistad ganada de muchos de sus colegas de profesión. Su prestigio como escritor se debe sobre todo a sus narraciones cortas, no exentas tampoco de ironía y de humor negro, con frecuentes temáticas del género de terror. Es por eso que se le considera, tantas veces, a la altura de sus compatriotras Allan Poe y H.P. Lovecraft, y heredero de otros escritores norteamericanos fundamentales como Nathaniel Hawthorne y Herman Melville. La vida de Bierce es digna de un relato de aventuras y, en su tramo final en México junto a Pancho Villa (con misterioso final incluido), así lo recogió la conocida novela de Carlos Fuentes Gringo viejo y la homónima adaptación cinematográfica de Luis Puenzo en 1989 protagonizada por Gregory Peck. Siendo un crío, Ambrose Bierce entraría en la Escuela Superior Militar de Kentucky y lucharía posteriormente como voluntario en la Guerra de Secesión; solo después del conflicto, pobre y desencantado como estaba, comenzó a escribir; en 1876, partió hacia Bosnia para realizar un trabajo geográfico y, de ahí, sin que se sepa muy bien cómo, acabó en Estambul donde conocería a Bakunin; el gigante anarquista ruso le iniciaría en la idea y partirían hacia Roma decididos a liquidar a Pío IX; perseguidos por la policía de todo el Continente, se separan en Esmirna y Bierce vuelve a los Estados Unidos, donde iniciaría su carrera como periodista y escritor; hechos trágicos en su vida y desengaños amorosos le condujeron al alcohol y a un carácter amargo, para acabar emigrando a México y luchar al lado de Pancho Villa; sus últimas palabras en suelo estadounidense fueron: "Si se enteran de que he sido puesto contra un paredón mexicano y cosido a balazos, sepan que pienso que es una buena forma de abandonar esta mierda".
El diccionario del diablo es un clásico indiscutible de la irreverencia y fue libro de cabecera del complicado filósofo "nihilista" Cioran. Con pocas obras puede uno divertirse tanto y descubrir, a la vez, una ironía lúcida, un pensamiento mordaz capaz de derribar toda suerte de mitos y de hipocresías optimistas. En un prefacio de una edición de 1911, Bierce reconocería que El diccionario del diablo se inició en un seminario en 1881, y que lo continuaría de modo intermitente y a largos intervalos hasta 1906. Ese mismo año se publicaría la obra recopilada con el título de El vocabulario del cínico, título más respetuoso, que le fue impuesto por los escrúpulos religiosos y que el autor no tuvo la oportunidad ni de rechazar ni de aprobar. Curiosamente, al ser El diccionario del diablo una obra publicada en partes a lo largo de años en diversos periódicos, esa imposición de la palabra "cínico" se produjo por la edición adelantada de varias obras, imitadoras del genio de Bierce y con escaso o ningún interés literario, con la palabra de marras en el título (y con su consecuente devaluación). Muchas de las definiciones, anécdotas y frases presentes en El diccionario... llegaron a convertirse en algo más o menos habitual en el lenguaje popular.
Ahí va una muestra de su genio y de su ingenio:
Adoración, s. Testimonio que da el Homo Creator de la sólida construcción y elegante acabado del Deus Creatus. Forma popular de la abyección que contiene un elemento de orgullo.
Alma, s. Entidad espiritual que ha provocado recias controversias. Platón sostenía que las almas que en una existencia previa (anterior a Atenas) habían vislumbrado mejor la verdad eterna, encarnaban en filósofos. Platón era filósofo. Las almas que no habían contemplado esa verdad animaban los cuerpos de usurpadores y déspotas. Dionisio I, que amenazaba con decapitar al sesudo filósofo, era un usurpador y un déspota. Platón, por cierto, no fue el primero en construir un sistema filosófico que pudiera citarse contra sus enemigos; tampoco fue el último. "En lo que atañe a la naturaleza del alma" dice el renombrado autor de Diversiones Sanctorum, "nada ha sido tan debatido como el lugar que ocupa en el cuerpo. Mi propia opinión es que el alma asienta en el abdomen, y esto nos permite discernir e interpretar una verdad hasta ahora ininteligible, a saber: que el glotón es el más devoto de los hombres. De él dicen las Escrituras que «hace un dios de su estómago». ¿Cómo entonces no habría de ser piadoso, si la Divinidad lo acompaña siempre para corroborar su fe? ¿Quién podría conocer tan bien como él el poder y la majestad a que sirve de santuario? Verdadera y sobriamente el alma y el estómago son una Divina Entidad; y tal fue la creencia de Promasius, quien, no obstante, erró al negarle inmortalidad. Había observado que su sustancia visible y material se corrompía con el resto del cuerpo después de la muerte, pero de su esencia inmaterial no sabía nada. Esta es lo que llamamos el Apetito, que sobrevive al naufragio y el hedor de la mortalidad, para ser recompensado o castigado en otro mundo, según lo haya exigido en éste. El Apetito que groseramente ha reclamado los insalubres alimentos del mercado popular y del refectorio público, será arrojado al hambre eterno, mientras aquel que firme, pero cortésmente, insistió en comer caviar, tortuga, anchoas, paté de foi gras y otros comestibles cristianos, clavará su diente espiritual en las almas de esos manjares, por siempre jamás, y saciará su divina sed en las partes inmortales de los vinos más raros y exquisitos que se hayan escanciado aquí abajo. Tal es mi fe religiosa, aunque lamento confesar que ni Su Santidad el Papa, ni su Eminencia el Arzobispo de Canterbury (a quienes imparcial y profundamente reverencio) me permiten propagarla".
Altar, s. Sitio donde antiguamente el sacerdote arrancaba, con fines adivinatorios, el intestino de la víctima sacrificial y cocinaba su carne para los dioses. En la actualidad, el término se usa raramente, salvo para aludir al sacrificio de su tranquilidad y su libertad que realizan dos tontos de sexo opuesto.
Amistad, s. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta.
Autoestima, s. Evaluación errónea.
Batalla, s. Modo de desatar con los dientes un conflicto político que no pudo desatarse con la lengua.
Bigamia, s. Mal gusto que la sabiduría del futuro castigará con la trigamia.
Caníbal, s. Gastrónomo de la vieja escuela, que conserva los gustos simples y la dieta natural de la época pre-porcina. Cañón, s. Instrumento usado para la rectificación de las fronteras.
Capital, s. Sede del desgobierno. Abastece de fuego, olla, cena, mesa, cuchillo y tenedor al anarquista, quien sólo coopera con la desgracia antes de la comida.
Castigo, s. Lluvia de fuego y azufre que cae sobre los justos e igualmente sobre los injustos que no se han protegido expulsando a los primeros.
Cerradura, s. Divisa de la civilzación y el progreso.
Cínico, s. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser. Los escitas acostumbran arrancar los ojos a los cínicos para mejorarles la visión.
Desobediencia, s. Borde plateado de una nube de servidumbre.
Destino, s. Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso de un imbécil.
Detener, v. Arrestar a alguien acusado de conducta insólita.
"Dios hizo el mundo en seis días y se detuvo al séptimo" (versión no autorizada de La Biblia)
Economía, s. Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene.
Egoísta, adj. Sin consideración por el egoísmo de los demás.
Erudición, s. Polvillo que cae de un libro a un craneo vacío.
Evangelista, s. Portador de buenas nuevas, particularmente (en sentido religioso) las que garantizan nuestra condenación y la salvación del prójimo.
Gobierno monárquico, s. Gobierno.
Hablar, s. i. Ser indiscreto sin ser tentado, a partir de un impulso sin propósito.
Historia, s. Relato casi siempre falso de hechos casi siempre nimios producidos por gobernantes casi siempre pillos o por militares casi siempre necios.
Homeópata, s. Humorista de la medicina.
Homeopatía, s. Escuela de medicina que está a mitad de camino entre la alopatía y la Ciencia Cristiana. Esta última es muy superior a todas las otras, pues puede curar enfermedades imaginarias, cosa que resulta imposible a las demás.
Ignorante, s. Persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y sabedora de otras cosas que usted ignora.
Innato, adj. Natural, inherente, como las ideas innatas, que poseemos al nacer, porque nos fueron dadas antes de venir al mundo. La doctrina de las ideas innatas es una de las más admirables creencias de la filosofía, siendo ella misma una idea innata y por lo tanto irrefutable, aunque Locke neciamente creyó “ponerle un ojo en compota”. Al número de las ideas innatas ya clasificadas, debemos agregar la creencia en nuestra capacidad para dirigir un diario, en la grandeza de nuestro país, en la superioridad de nuestra civilización, en la importancia de nuestros asuntos personales y en el interés que nuestras enfermedades presentan para los demás.
Lógica, s. Arte de pensar y razonar en estricta concordancia con los límites e incapacidades de la incomprensión humana. La base lógica es el silogismo, que consiste en una premisa mayor, una menor y una conclusión, por ejemplo: "Mayor": Sesenta hombres pueden realizar un trabajo sesenta veces más rápido que un solo hombre. ."Menor": Un hombre puede cavar un pozo para un poste en sesenta segundos. "Conclusión": Sesenta hombres pueden cavar un pozo para un poste en un segundo. Esto es lo que puede llamarse el silogismo matemático, con el cual, combinando lógica y matemática, obtenemos una doble certeza y somos dos veces benditos.
Macho, s. Miembro del sexo insignificante. El macho de la especie humana es generalmente conocido (por la mujer) como Simple Hombre. El género tiene dos variedades: buenos proveedores y malos proveedores.
Magia, s. Arte de convertir la superstición en moneda contante y sonante. Hay otras artes que sirven al mismo fin, pero el discreto lexicógrafo no las nombra.
Malthusiano, adj. Relativo a Malthus y sus doctrinas. Malthus creía en la necesidad de limitar artificialmente la población, pero descubrió que eso no podía hacerse hablando. Uno de los exponentes más prácticos del malthusianismo fue Herodes de Judea, aunque todos los militares famosos han participado de esas ideas.
Maniqueísmo, s. Antigua doctrina persa según la cual hay guerra incesante entre el Bien y el Mal. Cuando el Bien abandonó la lucha, los persas se pasaron a la oposición victoriosa.
Médico, s. Alguien a quien lanzamos nuestras súplicas cuando estamos enfermos, y nuestros perros cuando nos hemos curado.
Ministro, s. Agente de un poder superior con una responsabilidad inferior. En diplomacia, funcionario enviado a un país extranjero como encarnación visible de la hostilidad de su soberano por ese país. El principal requisito para ser ministro es un grado de plausibilidad en la mentira apenas inferior al de un embajador.
Mitología, s. Conjunto de creencias de un pueblo primitivo relativas a su origen, héroes y dioses, por oposición a la historia verdadera, que inventa más tarde.
Moral, adj. Conforme a una norma de derecho local y mudable. Cómodo.
Dícese que existe en el Este una cadena de montañas y que a un lado de ella ciertas conductas son inmorales, pero que del otro lado son tenidas en alta estima; esto resulta muy ventajoso para el montañés, porque puede bajar ora de un lado, ora del otro, y hacer lo que le plazca, sin ofensa.
Nihilista, s. Ruso que niega la existencia de todo, menos de Tolstoi. El jefe de esta escuela es Tolstoi.
Pagano, s. Ser descarriado que incurre en la locura de adorar lo que puede ver y sentir.
Panegírico, s. Elogio de una persona que tiene las ventajas del dinero o del poder; o que ha tenido la deferencia de morirse.
Panteísmo, s. La doctrina de que todo es Dios, por oposición a la doctrina de que Dios es todo.
Patriota, s. El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de políticos e instrumento de conquistadores.
Patriotismo, s. Basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso. En el famoso diccionario del doctor Johnson, el patriotismo se define como el último recurso de un pillo. Con el respeto debido a un lexicógrafo ilustre, aunque inferior, sostengo que es el primero.
Procaz, adj. Dícese del lenguaje que usan otros para criticarnos.
Racional, adj. Desprovisto de ilusiones, salvo las que nacen de la observación, la experiencia y la reflexión.
Radicalismo, s. El conservadurismo de mañana inyectado en los negocios de hoy.
Rapacidad, s. Previsión sin industria. Poder ejercido económicamente.
República, s. Nación en que, siendo la cosa que gobierna y la cosa gobernada, una misma, sólo hay autoridad consentida para imponer una obediencia optativa. En una república, el orden se funda en la costumbre, cada vez más débil, de obedecer, heredada de nuestros antepasados que cuando eran realmente gobernados se sometían porque no tenían otro remedio. Hay tantas clases de repúblicas como grados entre el despotismo de donde provienen y la anarquía adonde conducen.
Rito, s. Ceremonia religiosa o semirreligiosa establecida por la ley, el precepto o la costumbre, de la que se ha estrujado meticulosamente el aceite esencial de la sinceridad.
Satanás, s. Uno de los lamentables errores del Creador. Habiendo recibido la categoría de arcángel, Satanás se volvió muy desagradable y fue finalmente expulsado del Paraíso. A mitad de camino en su caída, se detuvo, reflexionó un instante y volvió.
--Quiero pedir un favor --dijo.
--¿Cuál? --Tengo entendido que el hombre está por ser creado. Necesitará leyes.
--Qué dices miserable! Tú, su enemigo señalado, destinado a odiar su alma desde el alba de la eternidad, ¿tú pretendes hacer sus leyes?
--Perdón; lo único que pido, es que las haga él mismo.
Y así se ordenó.
Soga, s. Instrumento que va cayendo en desuso, para recordar a los asesinos que ellos también son mortales. Se coloca alrededor del cuello y acompaña al usuario hasta el fin de sus días. En muchos sitios ha sido reemplazada por un artefacto eléctrico, más complejo, que se aplica a otra parte del cuerpo; pero este sistema, a su vez, está siendo rápidamente sustituido por un aparato llamado "sermón".
Tonto, s. Persona que satura el dominio de la especulación intelectual y se difunde por los canales de la actividad moral. Es omnífico, omniforme, omniperceptivo, omnisciente, omnipotente. Fue él quien inventó las letras, la imprenta, el ferrocarril, el vapor, el telégrafo, la perogrullada y el circulo de las ciencias. Creó el patriotismo y enseñó la guerra a las naciones, fundó la teología, la filosofía, el derecho, la medicina y Chicago. Estableció el gobierno monárquico y el republicano. Viene de la eternidad pasada y se prolonga hasta la eternidad futura. Con todo lo que el alba de la creación contempló, tontea él ahora. En la mañana de los tiempos, cantaba en las colinas primitivas, y en el mediodía de la existencia, encabezó la procesión del ser. Su mano de abuela esta cálidamente cobijada en el sol puesto de la civilización, y en la penumbra prepara el nocturno plato del Hombre, moralidad de leche, y abre la cama del sepulcro universal. Y después que todos nos hayamos retirado a la noche del eterno olvido, él se sentará y escribirá una historia de la civilización humana.
Verdad, s. Ingeniosa mixtura de lo que es deseable y lo que es aparente. El descubrimiento de la verdad es el único propósito de la filosofía, que es la más antigua ocupación de la mente humana y tiene buenas perspectivas de seguir existiendo, cada vez, más activa, hasta el fin de los tiempos.
Verdugo, s. Funcionario de la ley que cumple tareas de la mayor dignidad e importancia y padece un desprestigio hereditario ante un populacho de antepasados criminales. En algunos estados norteamericanos, como New Jersey, sus funciones son desempeñadas ahora por un electricista; primer caso registrado por este autor en que alguien pone en duda las ventajas de ahorcar a los habitantes de New Jersey.
Wall Street, s. Símbolo de pecado expuesto a la execración de todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones, es una creencia con que todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo.
Yugo, s. Implemento, mi estimada señora, a cuyo nombre latino, jugum, debemos una de las palabras más esclarecedoras de nuestro idioma: la palabra que define con precisión, ingenio y perspicacia la situación matrimonial.
El estadounidense Ambrose Bierce (1842-1914) ejerció también de periodista y editorialista, siempre polémico y con la enemistad ganada de muchos de sus colegas de profesión. Su prestigio como escritor se debe sobre todo a sus narraciones cortas, no exentas tampoco de ironía y de humor negro, con frecuentes temáticas del género de terror. Es por eso que se le considera, tantas veces, a la altura de sus compatriotras Allan Poe y H.P. Lovecraft, y heredero de otros escritores norteamericanos fundamentales como Nathaniel Hawthorne y Herman Melville. La vida de Bierce es digna de un relato de aventuras y, en su tramo final en México junto a Pancho Villa (con misterioso final incluido), así lo recogió la conocida novela de Carlos Fuentes Gringo viejo y la homónima adaptación cinematográfica de Luis Puenzo en 1989 protagonizada por Gregory Peck. Siendo un crío, Ambrose Bierce entraría en la Escuela Superior Militar de Kentucky y lucharía posteriormente como voluntario en la Guerra de Secesión; solo después del conflicto, pobre y desencantado como estaba, comenzó a escribir; en 1876, partió hacia Bosnia para realizar un trabajo geográfico y, de ahí, sin que se sepa muy bien cómo, acabó en Estambul donde conocería a Bakunin; el gigante anarquista ruso le iniciaría en la idea y partirían hacia Roma decididos a liquidar a Pío IX; perseguidos por la policía de todo el Continente, se separan en Esmirna y Bierce vuelve a los Estados Unidos, donde iniciaría su carrera como periodista y escritor; hechos trágicos en su vida y desengaños amorosos le condujeron al alcohol y a un carácter amargo, para acabar emigrando a México y luchar al lado de Pancho Villa; sus últimas palabras en suelo estadounidense fueron: "Si se enteran de que he sido puesto contra un paredón mexicano y cosido a balazos, sepan que pienso que es una buena forma de abandonar esta mierda".
El diccionario del diablo es un clásico indiscutible de la irreverencia y fue libro de cabecera del complicado filósofo "nihilista" Cioran. Con pocas obras puede uno divertirse tanto y descubrir, a la vez, una ironía lúcida, un pensamiento mordaz capaz de derribar toda suerte de mitos y de hipocresías optimistas. En un prefacio de una edición de 1911, Bierce reconocería que El diccionario del diablo se inició en un seminario en 1881, y que lo continuaría de modo intermitente y a largos intervalos hasta 1906. Ese mismo año se publicaría la obra recopilada con el título de El vocabulario del cínico, título más respetuoso, que le fue impuesto por los escrúpulos religiosos y que el autor no tuvo la oportunidad ni de rechazar ni de aprobar. Curiosamente, al ser El diccionario del diablo una obra publicada en partes a lo largo de años en diversos periódicos, esa imposición de la palabra "cínico" se produjo por la edición adelantada de varias obras, imitadoras del genio de Bierce y con escaso o ningún interés literario, con la palabra de marras en el título (y con su consecuente devaluación). Muchas de las definiciones, anécdotas y frases presentes en El diccionario... llegaron a convertirse en algo más o menos habitual en el lenguaje popular.
Ahí va una muestra de su genio y de su ingenio:
Adoración, s. Testimonio que da el Homo Creator de la sólida construcción y elegante acabado del Deus Creatus. Forma popular de la abyección que contiene un elemento de orgullo.
Alma, s. Entidad espiritual que ha provocado recias controversias. Platón sostenía que las almas que en una existencia previa (anterior a Atenas) habían vislumbrado mejor la verdad eterna, encarnaban en filósofos. Platón era filósofo. Las almas que no habían contemplado esa verdad animaban los cuerpos de usurpadores y déspotas. Dionisio I, que amenazaba con decapitar al sesudo filósofo, era un usurpador y un déspota. Platón, por cierto, no fue el primero en construir un sistema filosófico que pudiera citarse contra sus enemigos; tampoco fue el último. "En lo que atañe a la naturaleza del alma" dice el renombrado autor de Diversiones Sanctorum, "nada ha sido tan debatido como el lugar que ocupa en el cuerpo. Mi propia opinión es que el alma asienta en el abdomen, y esto nos permite discernir e interpretar una verdad hasta ahora ininteligible, a saber: que el glotón es el más devoto de los hombres. De él dicen las Escrituras que «hace un dios de su estómago». ¿Cómo entonces no habría de ser piadoso, si la Divinidad lo acompaña siempre para corroborar su fe? ¿Quién podría conocer tan bien como él el poder y la majestad a que sirve de santuario? Verdadera y sobriamente el alma y el estómago son una Divina Entidad; y tal fue la creencia de Promasius, quien, no obstante, erró al negarle inmortalidad. Había observado que su sustancia visible y material se corrompía con el resto del cuerpo después de la muerte, pero de su esencia inmaterial no sabía nada. Esta es lo que llamamos el Apetito, que sobrevive al naufragio y el hedor de la mortalidad, para ser recompensado o castigado en otro mundo, según lo haya exigido en éste. El Apetito que groseramente ha reclamado los insalubres alimentos del mercado popular y del refectorio público, será arrojado al hambre eterno, mientras aquel que firme, pero cortésmente, insistió en comer caviar, tortuga, anchoas, paté de foi gras y otros comestibles cristianos, clavará su diente espiritual en las almas de esos manjares, por siempre jamás, y saciará su divina sed en las partes inmortales de los vinos más raros y exquisitos que se hayan escanciado aquí abajo. Tal es mi fe religiosa, aunque lamento confesar que ni Su Santidad el Papa, ni su Eminencia el Arzobispo de Canterbury (a quienes imparcial y profundamente reverencio) me permiten propagarla".
Altar, s. Sitio donde antiguamente el sacerdote arrancaba, con fines adivinatorios, el intestino de la víctima sacrificial y cocinaba su carne para los dioses. En la actualidad, el término se usa raramente, salvo para aludir al sacrificio de su tranquilidad y su libertad que realizan dos tontos de sexo opuesto.
Amistad, s. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta.
Autoestima, s. Evaluación errónea.
Batalla, s. Modo de desatar con los dientes un conflicto político que no pudo desatarse con la lengua.
Bigamia, s. Mal gusto que la sabiduría del futuro castigará con la trigamia.
Caníbal, s. Gastrónomo de la vieja escuela, que conserva los gustos simples y la dieta natural de la época pre-porcina. Cañón, s. Instrumento usado para la rectificación de las fronteras.
Capital, s. Sede del desgobierno. Abastece de fuego, olla, cena, mesa, cuchillo y tenedor al anarquista, quien sólo coopera con la desgracia antes de la comida.
Castigo, s. Lluvia de fuego y azufre que cae sobre los justos e igualmente sobre los injustos que no se han protegido expulsando a los primeros.
Cerradura, s. Divisa de la civilzación y el progreso.
Cínico, s. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser. Los escitas acostumbran arrancar los ojos a los cínicos para mejorarles la visión.
Desobediencia, s. Borde plateado de una nube de servidumbre.
Destino, s. Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso de un imbécil.
Detener, v. Arrestar a alguien acusado de conducta insólita.
"Dios hizo el mundo en seis días y se detuvo al séptimo" (versión no autorizada de La Biblia)
Economía, s. Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene.
Egoísta, adj. Sin consideración por el egoísmo de los demás.
Erudición, s. Polvillo que cae de un libro a un craneo vacío.
Evangelista, s. Portador de buenas nuevas, particularmente (en sentido religioso) las que garantizan nuestra condenación y la salvación del prójimo.
Gobierno monárquico, s. Gobierno.
Hablar, s. i. Ser indiscreto sin ser tentado, a partir de un impulso sin propósito.
Historia, s. Relato casi siempre falso de hechos casi siempre nimios producidos por gobernantes casi siempre pillos o por militares casi siempre necios.
Homeópata, s. Humorista de la medicina.
Homeopatía, s. Escuela de medicina que está a mitad de camino entre la alopatía y la Ciencia Cristiana. Esta última es muy superior a todas las otras, pues puede curar enfermedades imaginarias, cosa que resulta imposible a las demás.
Ignorante, s. Persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y sabedora de otras cosas que usted ignora.
Innato, adj. Natural, inherente, como las ideas innatas, que poseemos al nacer, porque nos fueron dadas antes de venir al mundo. La doctrina de las ideas innatas es una de las más admirables creencias de la filosofía, siendo ella misma una idea innata y por lo tanto irrefutable, aunque Locke neciamente creyó “ponerle un ojo en compota”. Al número de las ideas innatas ya clasificadas, debemos agregar la creencia en nuestra capacidad para dirigir un diario, en la grandeza de nuestro país, en la superioridad de nuestra civilización, en la importancia de nuestros asuntos personales y en el interés que nuestras enfermedades presentan para los demás.
Lógica, s. Arte de pensar y razonar en estricta concordancia con los límites e incapacidades de la incomprensión humana. La base lógica es el silogismo, que consiste en una premisa mayor, una menor y una conclusión, por ejemplo: "Mayor": Sesenta hombres pueden realizar un trabajo sesenta veces más rápido que un solo hombre. ."Menor": Un hombre puede cavar un pozo para un poste en sesenta segundos. "Conclusión": Sesenta hombres pueden cavar un pozo para un poste en un segundo. Esto es lo que puede llamarse el silogismo matemático, con el cual, combinando lógica y matemática, obtenemos una doble certeza y somos dos veces benditos.
Macho, s. Miembro del sexo insignificante. El macho de la especie humana es generalmente conocido (por la mujer) como Simple Hombre. El género tiene dos variedades: buenos proveedores y malos proveedores.
Magia, s. Arte de convertir la superstición en moneda contante y sonante. Hay otras artes que sirven al mismo fin, pero el discreto lexicógrafo no las nombra.
Malthusiano, adj. Relativo a Malthus y sus doctrinas. Malthus creía en la necesidad de limitar artificialmente la población, pero descubrió que eso no podía hacerse hablando. Uno de los exponentes más prácticos del malthusianismo fue Herodes de Judea, aunque todos los militares famosos han participado de esas ideas.
Maniqueísmo, s. Antigua doctrina persa según la cual hay guerra incesante entre el Bien y el Mal. Cuando el Bien abandonó la lucha, los persas se pasaron a la oposición victoriosa.
Médico, s. Alguien a quien lanzamos nuestras súplicas cuando estamos enfermos, y nuestros perros cuando nos hemos curado.
Ministro, s. Agente de un poder superior con una responsabilidad inferior. En diplomacia, funcionario enviado a un país extranjero como encarnación visible de la hostilidad de su soberano por ese país. El principal requisito para ser ministro es un grado de plausibilidad en la mentira apenas inferior al de un embajador.
Mitología, s. Conjunto de creencias de un pueblo primitivo relativas a su origen, héroes y dioses, por oposición a la historia verdadera, que inventa más tarde.
Moral, adj. Conforme a una norma de derecho local y mudable. Cómodo.
Dícese que existe en el Este una cadena de montañas y que a un lado de ella ciertas conductas son inmorales, pero que del otro lado son tenidas en alta estima; esto resulta muy ventajoso para el montañés, porque puede bajar ora de un lado, ora del otro, y hacer lo que le plazca, sin ofensa.
Nihilista, s. Ruso que niega la existencia de todo, menos de Tolstoi. El jefe de esta escuela es Tolstoi.
Pagano, s. Ser descarriado que incurre en la locura de adorar lo que puede ver y sentir.
Panegírico, s. Elogio de una persona que tiene las ventajas del dinero o del poder; o que ha tenido la deferencia de morirse.
Panteísmo, s. La doctrina de que todo es Dios, por oposición a la doctrina de que Dios es todo.
Patriota, s. El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de políticos e instrumento de conquistadores.
Patriotismo, s. Basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso. En el famoso diccionario del doctor Johnson, el patriotismo se define como el último recurso de un pillo. Con el respeto debido a un lexicógrafo ilustre, aunque inferior, sostengo que es el primero.
Procaz, adj. Dícese del lenguaje que usan otros para criticarnos.
Racional, adj. Desprovisto de ilusiones, salvo las que nacen de la observación, la experiencia y la reflexión.
Radicalismo, s. El conservadurismo de mañana inyectado en los negocios de hoy.
Rapacidad, s. Previsión sin industria. Poder ejercido económicamente.
República, s. Nación en que, siendo la cosa que gobierna y la cosa gobernada, una misma, sólo hay autoridad consentida para imponer una obediencia optativa. En una república, el orden se funda en la costumbre, cada vez más débil, de obedecer, heredada de nuestros antepasados que cuando eran realmente gobernados se sometían porque no tenían otro remedio. Hay tantas clases de repúblicas como grados entre el despotismo de donde provienen y la anarquía adonde conducen.
Rito, s. Ceremonia religiosa o semirreligiosa establecida por la ley, el precepto o la costumbre, de la que se ha estrujado meticulosamente el aceite esencial de la sinceridad.
Satanás, s. Uno de los lamentables errores del Creador. Habiendo recibido la categoría de arcángel, Satanás se volvió muy desagradable y fue finalmente expulsado del Paraíso. A mitad de camino en su caída, se detuvo, reflexionó un instante y volvió.
--Quiero pedir un favor --dijo.
--¿Cuál? --Tengo entendido que el hombre está por ser creado. Necesitará leyes.
--Qué dices miserable! Tú, su enemigo señalado, destinado a odiar su alma desde el alba de la eternidad, ¿tú pretendes hacer sus leyes?
--Perdón; lo único que pido, es que las haga él mismo.
Y así se ordenó.
Soga, s. Instrumento que va cayendo en desuso, para recordar a los asesinos que ellos también son mortales. Se coloca alrededor del cuello y acompaña al usuario hasta el fin de sus días. En muchos sitios ha sido reemplazada por un artefacto eléctrico, más complejo, que se aplica a otra parte del cuerpo; pero este sistema, a su vez, está siendo rápidamente sustituido por un aparato llamado "sermón".
Tonto, s. Persona que satura el dominio de la especulación intelectual y se difunde por los canales de la actividad moral. Es omnífico, omniforme, omniperceptivo, omnisciente, omnipotente. Fue él quien inventó las letras, la imprenta, el ferrocarril, el vapor, el telégrafo, la perogrullada y el circulo de las ciencias. Creó el patriotismo y enseñó la guerra a las naciones, fundó la teología, la filosofía, el derecho, la medicina y Chicago. Estableció el gobierno monárquico y el republicano. Viene de la eternidad pasada y se prolonga hasta la eternidad futura. Con todo lo que el alba de la creación contempló, tontea él ahora. En la mañana de los tiempos, cantaba en las colinas primitivas, y en el mediodía de la existencia, encabezó la procesión del ser. Su mano de abuela esta cálidamente cobijada en el sol puesto de la civilización, y en la penumbra prepara el nocturno plato del Hombre, moralidad de leche, y abre la cama del sepulcro universal. Y después que todos nos hayamos retirado a la noche del eterno olvido, él se sentará y escribirá una historia de la civilización humana.
Verdad, s. Ingeniosa mixtura de lo que es deseable y lo que es aparente. El descubrimiento de la verdad es el único propósito de la filosofía, que es la más antigua ocupación de la mente humana y tiene buenas perspectivas de seguir existiendo, cada vez, más activa, hasta el fin de los tiempos.
Verdugo, s. Funcionario de la ley que cumple tareas de la mayor dignidad e importancia y padece un desprestigio hereditario ante un populacho de antepasados criminales. En algunos estados norteamericanos, como New Jersey, sus funciones son desempeñadas ahora por un electricista; primer caso registrado por este autor en que alguien pone en duda las ventajas de ahorcar a los habitantes de New Jersey.
Wall Street, s. Símbolo de pecado expuesto a la execración de todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones, es una creencia con que todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo.
Yugo, s. Implemento, mi estimada señora, a cuyo nombre latino, jugum, debemos una de las palabras más esclarecedoras de nuestro idioma: la palabra que define con precisión, ingenio y perspicacia la situación matrimonial.
Un personaje fascinante, Ambrose Bierce. Y que bueno este diabólico diccionario! Demoledor.
ResponderEliminarSalud.