Entrevistamos a Jesús Felipe Sebastián, que se suele denominar a sí mismo como peatón y ciudadano del mundo, aunque se trate de un prestigioso filósofo y científico, tímido y poco amante de revelarse en público. En esta ocasión, insistimos en una de sus facetas más conocidas, su combativo ateísmo.
Usted suele asociar en sus conferencias ateísmo, entendido como un escepticismo crítico y una confianza en el conocimiento verificado científicamente, a la inteligencia y a un alto nivel de conocimiento. ¿No le parece algo simplista esa asociación?
En absoluto. Es más, los ya numerosos estudios realizados en prestigiosas universidades confirman esa correlación entre la inteligencia y la total ausencia de creencias religiosas.
Bien, yo soy ateo, usted también lo es. Nos congratula que alguien alabe nuestra inteligencia. No obstante, si nos lee un creyente puede sentirse ofendido, ya que otra manera de decirlo es "los creyentes suelen ser más tontos".
-Es usted el que parte, precisamente, de una lectura simplista del asunto. Por no decir errónea. No se trata de que alguien, por la simple cuestión de declararse ateo, sea necesariamente más inteligente que alguien que se considera creyente. Sencillamente, hay estudios que demuestran esa correlación: por lo general, los ateos son más inteligentes…
Pero, en la actualidad, proliferan los estudios de todo tipo, y es posible dudar de su verosimilitud…
-De eso se trata, de cuál es el conocimiento que podemos verificar. Por mencionarle uno de los estudios más recientes, y obviamente fiables, está el realizado por Edward Dutton, del Instituto de Ulster para la investigación social, y Dimitri Van der Lidend, de la Universidad de Rotterdam. Ha sido publicado en la prestigiosa Evolutionary Psychological Science. Se reconoce que uno de los instinto naturales del ser humano parece ser la creencia en algún tipo de divinidad, y precisamente los ateos, utilizando su intelecto, son capaces de superar ese instinto.
Entiendo, se asocia así la inteligencia a una superación del instinto…
-Correcto, y también a una curiosidad intelectual de la que parece carecer gran parte de los creyentes. Estos estudios, que se han realizado por decenas con el fin de que tengan un estatus científico, revelan la correlación negativa entre la fe y el intelecto. Si atendemos al promedio, los ateos suelen ser más inteligentes que los creyentes, y ahora los científicos empiezan a explicarnos por qué.
La Modernidad trajo un ateísmo capaz de superar el pensamiento religioso y una confianza en un conocimiento científico que condujera a la humanidad al paraíso terrenal.
-Bueno, eso ya es un lugar común, y obviamente no se ha cumplido. Por un lado, el ateísmo no nació explícitamente en la Modernidad, de él se viene hablando desde la Antigüedad. Precisamente, ya algunos filósofos antiguos creyeron ver esa correlación entre capacidad intelectual y ausencia de creencias religiosas o sobrenaturales. Ahora, con toda la revolución científica que hemos vivido, esa especulación se está demostrando cierta. Los creyentes y líderes religiosos suelen insistir, algo probablemente cierto según lo que sabemos ahora, en la fe como algo natural. Lo que ocurre es que el hecho de que sea un proceso más o menos natural, por supuesto totalmente influenciado por el ambiente y la sociedad a través de generaciones, no va a asociado a que sea necesariamente bueno.
Es todo un debate…
-Un debate que debe realizarse sin prejuicios dogmáticos, algo propio de la religión y de las creencias de todo tipo. Podemos resumirlo en que la religión es una especie de instinto del ser humano, que ha evolucionado a lo largo de toda la historia, pero ahora sabemos que podemos superarlo y crear algo mejor.
Si hablábamos antes de la Modernidad, sus palabras no nos dejan más remedio que hacerlo ahora de la sociedad posmoderna, una de cuyas características es la ausencia de una naturaleza asociada al ser humano.
-No soy muy amigo del pensamiento posmoderno, aunque valoro lo que tiene de crítico hacia toda categoría dogmática e inmutable. En el caso de una supuesta naturaleza humana, creencia propia de la religión y luego secularizada, estoy totalmente de acuerdo en que (como Dios) no existe; sí tenemos unas condiciones biológicas, pero el margen para superar nuestros instintos y construir algo nuevo es muy amplio. Los religiosos suelen asociar este pensamiento al relativismo, pero se trata de innovar y crear, algo que ellos tal vez solo atribuyen a la divinidad. Yo no sé usted, pero yo sigo contemplando un mundo con grandes problemas, a pesar de los avances que se han dado en la Modernidad, ya que también ha conllevado no pocos horrores.
Lo cual nos introduce en otro de los anatemas para el pensamiento posmoderno: el progreso.
-La gran crítica hay que hacerla hacia un progreso, que se entendía de forma lineal, que conducía a la humanidad hacia un futuro esplendoroso. Es lo que se conoce como Teleología, que tiene sus raíces precisamente en la escatología cristiana, y que luego la Modernidad ha secularizado sustituyendo a Dios por otras grandes instancias como la Razón o la Ciencia. El progreso no es una especie de instancia sobrenatural presente en la Historia, sino algo que podemos realizar los seres humanos. La ciencia nos puede ayudar, pero puesta al servicio de verdad de la humanidad, no desprendida de valores humanos.
Habla usted como un humanista, algo tradicionalmente asociado a una forma de religiosidad. En lo que atañe a la moral, ¿la ciencia puede ayudarnos algo?
-Algunas teorías afirman que sí, que puede explicarse el desarrollo moral de una sociedad como la biología lo hace con la evolución. Sobre eso, soy más escéptico, aunque valoro esos esfuerzos. Lo que sí pienso es que el pensamiento dogmático no ayuda nada tampoco en este campo, más bien al contrario, ya que los mayores horrores se han realizado en nombre de grandes abstracciones fundadas en lo absoluto (algo ajeno a la ciencia). Desde este punto de vista, aunque no siempre podemos verificar por qué hay gente que tiene un tipo de comportamiento u otro, podemos decir que el escepticismo, el pensamiento crítico e incluso la ciencia también ayudan en el campo de la moralidad al combatir el dogmatismo.
El principio de esta entrevista aludía a estudios que demuestra la correlación entre inteligencia y ateísmo. Si observamos que gran parte de la gente, en sociedades avanzadas donde la información es fluida y diversa, cree cada vez más en cosas cuestionables, y que no se explican esta vez por las presiones de un contexto cultural, ¿qué podemos hacer?
-Efectivamente, resultan asombrosas la cosas en las que puede creer y confiar el ser humano. Sin embargo, la explicación es la misma que demuestran estos estudios: la ausencia de curiosidad intelectual, fundada en el escepticismo y en la crítica hacia el mundo que nos rodea. Una suerte de papanatismo, que también aparece como inherente a muchas personas. Cuando hablamos de ateísmo, no nos referimos únicamente a que no creemos en dioses, tampoco en ninguna instancia sobrenatural o en una hipótesis no verificada científicamente.Tradicionalmente, esto se aplicaba sobre la religión, y más concretamente, sobre el monoteísmo. Ahora, la sociedad posmoderna nos ha traído multitud de creencias de todo tipo, ya sea el culto a una divinidad confundida con la naturaleza o la creencia en una especie de ente energético universal capaz de beneficiarnos. Podemos decir que tratamos de derrocar a Dios, ese gran monarca, en los inicios de la Modernidad, pero no fuimos capaces de destruir el trono. Al estar vacío, lo ocupa cualquier otra instancia dogmática, igual de perniciosa.
Usted suele asociar en sus conferencias ateísmo, entendido como un escepticismo crítico y una confianza en el conocimiento verificado científicamente, a la inteligencia y a un alto nivel de conocimiento. ¿No le parece algo simplista esa asociación?
En absoluto. Es más, los ya numerosos estudios realizados en prestigiosas universidades confirman esa correlación entre la inteligencia y la total ausencia de creencias religiosas.
Bien, yo soy ateo, usted también lo es. Nos congratula que alguien alabe nuestra inteligencia. No obstante, si nos lee un creyente puede sentirse ofendido, ya que otra manera de decirlo es "los creyentes suelen ser más tontos".
-Es usted el que parte, precisamente, de una lectura simplista del asunto. Por no decir errónea. No se trata de que alguien, por la simple cuestión de declararse ateo, sea necesariamente más inteligente que alguien que se considera creyente. Sencillamente, hay estudios que demuestran esa correlación: por lo general, los ateos son más inteligentes…
Pero, en la actualidad, proliferan los estudios de todo tipo, y es posible dudar de su verosimilitud…
-De eso se trata, de cuál es el conocimiento que podemos verificar. Por mencionarle uno de los estudios más recientes, y obviamente fiables, está el realizado por Edward Dutton, del Instituto de Ulster para la investigación social, y Dimitri Van der Lidend, de la Universidad de Rotterdam. Ha sido publicado en la prestigiosa Evolutionary Psychological Science. Se reconoce que uno de los instinto naturales del ser humano parece ser la creencia en algún tipo de divinidad, y precisamente los ateos, utilizando su intelecto, son capaces de superar ese instinto.
Entiendo, se asocia así la inteligencia a una superación del instinto…
-Correcto, y también a una curiosidad intelectual de la que parece carecer gran parte de los creyentes. Estos estudios, que se han realizado por decenas con el fin de que tengan un estatus científico, revelan la correlación negativa entre la fe y el intelecto. Si atendemos al promedio, los ateos suelen ser más inteligentes que los creyentes, y ahora los científicos empiezan a explicarnos por qué.
La Modernidad trajo un ateísmo capaz de superar el pensamiento religioso y una confianza en un conocimiento científico que condujera a la humanidad al paraíso terrenal.
-Bueno, eso ya es un lugar común, y obviamente no se ha cumplido. Por un lado, el ateísmo no nació explícitamente en la Modernidad, de él se viene hablando desde la Antigüedad. Precisamente, ya algunos filósofos antiguos creyeron ver esa correlación entre capacidad intelectual y ausencia de creencias religiosas o sobrenaturales. Ahora, con toda la revolución científica que hemos vivido, esa especulación se está demostrando cierta. Los creyentes y líderes religiosos suelen insistir, algo probablemente cierto según lo que sabemos ahora, en la fe como algo natural. Lo que ocurre es que el hecho de que sea un proceso más o menos natural, por supuesto totalmente influenciado por el ambiente y la sociedad a través de generaciones, no va a asociado a que sea necesariamente bueno.
Es todo un debate…
-Un debate que debe realizarse sin prejuicios dogmáticos, algo propio de la religión y de las creencias de todo tipo. Podemos resumirlo en que la religión es una especie de instinto del ser humano, que ha evolucionado a lo largo de toda la historia, pero ahora sabemos que podemos superarlo y crear algo mejor.
Si hablábamos antes de la Modernidad, sus palabras no nos dejan más remedio que hacerlo ahora de la sociedad posmoderna, una de cuyas características es la ausencia de una naturaleza asociada al ser humano.
-No soy muy amigo del pensamiento posmoderno, aunque valoro lo que tiene de crítico hacia toda categoría dogmática e inmutable. En el caso de una supuesta naturaleza humana, creencia propia de la religión y luego secularizada, estoy totalmente de acuerdo en que (como Dios) no existe; sí tenemos unas condiciones biológicas, pero el margen para superar nuestros instintos y construir algo nuevo es muy amplio. Los religiosos suelen asociar este pensamiento al relativismo, pero se trata de innovar y crear, algo que ellos tal vez solo atribuyen a la divinidad. Yo no sé usted, pero yo sigo contemplando un mundo con grandes problemas, a pesar de los avances que se han dado en la Modernidad, ya que también ha conllevado no pocos horrores.
Lo cual nos introduce en otro de los anatemas para el pensamiento posmoderno: el progreso.
-La gran crítica hay que hacerla hacia un progreso, que se entendía de forma lineal, que conducía a la humanidad hacia un futuro esplendoroso. Es lo que se conoce como Teleología, que tiene sus raíces precisamente en la escatología cristiana, y que luego la Modernidad ha secularizado sustituyendo a Dios por otras grandes instancias como la Razón o la Ciencia. El progreso no es una especie de instancia sobrenatural presente en la Historia, sino algo que podemos realizar los seres humanos. La ciencia nos puede ayudar, pero puesta al servicio de verdad de la humanidad, no desprendida de valores humanos.
Habla usted como un humanista, algo tradicionalmente asociado a una forma de religiosidad. En lo que atañe a la moral, ¿la ciencia puede ayudarnos algo?
-Algunas teorías afirman que sí, que puede explicarse el desarrollo moral de una sociedad como la biología lo hace con la evolución. Sobre eso, soy más escéptico, aunque valoro esos esfuerzos. Lo que sí pienso es que el pensamiento dogmático no ayuda nada tampoco en este campo, más bien al contrario, ya que los mayores horrores se han realizado en nombre de grandes abstracciones fundadas en lo absoluto (algo ajeno a la ciencia). Desde este punto de vista, aunque no siempre podemos verificar por qué hay gente que tiene un tipo de comportamiento u otro, podemos decir que el escepticismo, el pensamiento crítico e incluso la ciencia también ayudan en el campo de la moralidad al combatir el dogmatismo.
El principio de esta entrevista aludía a estudios que demuestra la correlación entre inteligencia y ateísmo. Si observamos que gran parte de la gente, en sociedades avanzadas donde la información es fluida y diversa, cree cada vez más en cosas cuestionables, y que no se explican esta vez por las presiones de un contexto cultural, ¿qué podemos hacer?
-Efectivamente, resultan asombrosas la cosas en las que puede creer y confiar el ser humano. Sin embargo, la explicación es la misma que demuestran estos estudios: la ausencia de curiosidad intelectual, fundada en el escepticismo y en la crítica hacia el mundo que nos rodea. Una suerte de papanatismo, que también aparece como inherente a muchas personas. Cuando hablamos de ateísmo, no nos referimos únicamente a que no creemos en dioses, tampoco en ninguna instancia sobrenatural o en una hipótesis no verificada científicamente.Tradicionalmente, esto se aplicaba sobre la religión, y más concretamente, sobre el monoteísmo. Ahora, la sociedad posmoderna nos ha traído multitud de creencias de todo tipo, ya sea el culto a una divinidad confundida con la naturaleza o la creencia en una especie de ente energético universal capaz de beneficiarnos. Podemos decir que tratamos de derrocar a Dios, ese gran monarca, en los inicios de la Modernidad, pero no fuimos capaces de destruir el trono. Al estar vacío, lo ocupa cualquier otra instancia dogmática, igual de perniciosa.
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